Capítulo 2
Los artesanos de Blancpain conjugan tradición y nueva creatividad.
Imagínese hace 500 años, en la piel de un noble que tiene una hermosa hija para casar. Una perspectiva agradable, ¿verdad? Por supuesto tiene que cumplir con una tarea importante: encontrarle un buen partido. Debe dar a conocer su rango, su fortuna y el monto de la dote, e incluso debe poder comunicarlos fácilmente por carta. Pero, ¿y la apariencia de la joven? Como no puede hacerse un selfie con su teléfono móvil –el invento no verá la luz hasta medio milenio después–, la mejor solución es un retrato en miniatura sobre esmalte para adjuntarlo a la carta.
A mediados del siglo XVII, en particular en Francia, el retrato en miniatura sobre esmalte era bastante común, no solo como modo de presentación para los eventuales pretendientes, sino también como recuerdo. Muchos oficiales partían a la guerra lejos de sus casas y se llevaban retratos en esmalte de su familia, del mismo modo que hoy los soldados llevan las fotos en su billetera. Este arte antiguo gozó de gran prosperidad hasta que fue reemplazado por la fotografía.
En la edad de oro del retrato en miniatura sobre esmalte, las técnicas y los conocimientos especializados encontraron un mercado favorable fuera de Francia, en particular en Ginebra. Al principio, este arte se adoptó para ornamentar los relojes, muy poco precisos, de aquella época, a los que les procuraba un importante valor añadido. En los inicios de la relojería destacaron dos ejes de desarrollo. El primero coincide con el invento del muelle del barrilete que, al ofrecer la posibilidad de almacenar la energía, permitió la creación de los primeros relojes. Estos eran, no obstante, rudimentarios y sus sistemas de regulación no eran eficaces. No se esperaba que fueran precisos, de hecho, con frecuencia solo tenían una aguja de las horas, ya que la aguja de los minutos no era fiable. Solo en 1674, con la llegada del volante, inventado por el matemático holandés Christiaan Huygens, la precisión vio la luz en relojería.
La pintura en miniatura sobre esmalte y la relojería vivieron un idilio en ese intervalo entre el invento del muelle de barrilete y el del volante. Como el reloj tenía muy poco valor en sí mismo, con frecuencia una decoración sofisticada como la pintura sobre esmalte lo incrementaba. Gracias a ello, los esmaltadores se implantaron en Ginebra y se fundó la gran tradición de relojes esmaltados suizos.
Hoy, la pintura en miniatura sobre esmalte es un arte extremadamente inusual. Solo un puñado de casas relojeras ofrecen piezas ornamentadas con técnicas decorativas exclusivas, de las cuales muy pocas las practican bajo su propio techo. Blancpain, que cuenta con esmaltadores integrados en sus talleres de Le Brassus, ocupa un lugar realmente único en el mundo de la relojería por su dedicación a los oficios artísticos.
Los esmaltadores de Blancpain trabajan bajo la dirección de Christophe Bernardot, responsable del Taller de Oficios Artísticos. Christophe es un artista de formación clásica graduado en la Escuela Regional de Bellas Artes de Besançon, Francia, a menos de 40 minutos del Valle de Joux, donde estudió las técnicas fundamentales de la pintura sobre esmalte. Sin embargo, no inició su carrera en el sector de la relojería, sino en la célebre manufactura de porcelana de Sèvres. Cuando llegó a Blancpain, en Le Brassus, el taller ya tenía reputación por el arte del grabado. Gracias a él, los conocimientos especializados practicados en el taller no solo se extendieron a la pintura sobre esmalte, sino también al damasquinado y el shakudō. Blancpain evoluciona en una esfera de exclusividad extrema al cultivar el conjunto de estas expresiones artísticas bajo su techo.
Por varios motivos podemos afirmar que el arte del esmalte practicado en Blancpain es absolutamente clásico, conforme a la más pura tradición suiza. Sin embargo, hay dos aspectos en los que Christophe renuncia a la tradición y a los usos del puñado de artesanos suizos que aún la practica siguiendo las reglas del arte. La primera diferencia es de orden técnico. El esmalte suizo implica, por lo general, la aplicación al final de una capa de protección transparente denominada “fundente” sobre el retrato o la decoración. En el pasado, esto se justificaba porque muchas obras en esmalte se colocaban en el exterior del reloj, sobre la caja. Como estaban sujetas a manipulaciones y agresiones exteriores, era necesario protegerlas. En Blancpain, donde el arte del esmalte está limitado a las esferas colocadas en un ambiente perfectamente protegido y hermético, añadir un toque de fundente no solo sería inútil, sino también arriesgado, pues el destello de la pintura podría atenuarse ligeramente. La segunda renuncia es de orden artístico. Hoy, los últimos artistas suizos se aferran a las decoraciones seculares. Partidario, como Marc A. Hayek, de una creatividad sin límites, Christophe Bernardot goza de una libertad total en la búsqueda de nuevos temas y estilos para las obras de arte en miniatura de las esferas. Cabe precisar, no obstante, que Christophe no excluye las piezas de inspiración antigua, que él mismo ha realizado: junto a su banco en Le Brassus encontramos una vitrina llena de maravillosos ejemplos de creaciones en esmalte clásicas, incluyendo una reproducción en miniatura realmente sorprendente, pintada por él mismo, del famoso cuadro La gran odalisca, firmado por Jean-Dominique-Auguste Ingres en 1814. Pero a pesar de su talento evidente para la realización de obras de este género, Christophe se niega a encarcelar su arte en el pasado.
El proceso de creación de una pintura en esmalte sobre una esfera es extraordinariamente complejo. Todo empieza con la preparación de la superficie a pintar. Las esferas en esmalte de Blancpain se realizan sobre discos de oro macizo. Con el fin de crear una base perfecta para la pintura, el artesano aplica capas sucesivas de esmalte sobre las dos caras del disco. ¿Por qué sobre las dos? Para evitar que la placa se deforme. Cada capa de esmalte se debe hornear a una temperatura de 800 °C. Si el esmalte se aplicara en una sola cara, el oro no cubierto del reverso de la placa podría reaccionar al calentamiento y al enfriamiento de una manera distinta que el anverso y dañarse. Tras aplicar varias capas, Christophe pule meticulosamente la superficie. El esmalte se hornea a alta temperatura (conocida como “gran fuego”) y tiene una tendencia natural a adoptar una forma redondeada o abombada. En una esfera no pintada, este abombado natural crea un interés visual que contribuye a la seducción de la obra. No obstante, una superficie abombada no es un lienzo adecuado para pintar, como tampoco lo sería una base que presente la más mínima fisura causada por la cocción. Por ello, Christophe dedica mucho tiempo al pulido con el fin de obtener una superficie perfectamente plana y lisa.
En la mayoría de los casos, antes de que su pincel toque la superficie debidamente preparada de la esfera, Christophe ya ha realizado varios bocetos de la decoración deseada. Con frecuencia hay que preparar varias pruebas de evaluación antes de empezar. Christophe busca el equilibrio perfecto, no solo en el diseño mismo, sino también en la manera de conjugarlo con los otros elementos de la esfera. Al fin y al cabo, no podemos olvidar que es una esfera de reloj y que, además de la decoración o del retrato, puede llevar la firma Blancpain e índices (este es un factor muy variable, pues algunas esferas no los llevan, otras sí, otras incluyen los doce índices, etc.). Es crucial tener en cuenta los distintos elementos para crear una total armonía. También puede suceder que la decoración de la esfera responda a un encargo especial. Entonces es indispensable hacer un estudio antes de lanzarse a la realización para asegurar que la obra proporcionará total satisfacción a su propietario.
Tras la configuración empieza la preparación de los colores. El polvo de esmalte se calienta hasta la obtención de un líquido incoloro, y para producir los colores deseados se añaden distintos óxidos metálicos. Algunos colores se preparan en base a recetas específicas, elaboradas por Christophe y conservadas en total secreto. Cuando los colores están listos, puede empezar la pintura propiamente dicha. Dado el pequeño tamaño de la esfera del reloj, el artista debe trabajar con pinceles de una finura increíble y emplear un instrumento de aumento para ver lo que hace. Una concesión a la modernidad: Christophe se diferencia de sus homólogos de antaño en que utiliza un microscopio binocular.
Como los colores también son esmaltes, la pintura tiene que pasar por el horno.
Liberado de toda sumisión a los temas históricos, Christophe elige los motivos sin fijarse límites. En su taller se han producido escenas orientales, flores, el lago Lemán y los viñedos de Lavaux, fantasías abstractas, mariposas y muchas otras decoraciones. Cada esfera es única y ningún diseño se volverá a reproducir. Así, el propietario de un reloj ornamentado en el Taller de Oficios Artísticos puede estar seguro de que posee una pieza única.
La esfera realizada con un paisaje típicamente suizo de Lavaux es una primicia, no solo en cuanto al tema en sí, sino también en lo que respecta a la técnica. La carátula representa los viñedos de Lavaux (una región reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), que se extienden en estrechas y empinadas terrazas a orillas del lago Lemán, no lejos de la sede administrativa de Blancpain, en las afueras de Lausana. Para transmitir mejor el paisaje, los viñedos, el lago, las montañas y el cielo, Christophe quiso insuflar a la esfera el espíritu de una acuarela impresionista. A fin de producir el efecto deseado, adaptó su método de preparación de colores para que parecieran diluidos.
Algunas esferas en esmalte se realizan con la técnica champlevé. En lugar de crear una superficie completamente plana sobre la que se aplican los colores, se empieza tallando el metal y creando zonas más o menos en relieve, distintas y limitadas en los bordes por finos hilos de oro. El objetivo consiste en conferir a la decoración un efecto de profundidad suplementaria. Al terminar el grabado del metal mediante una herramienta denominada buril, los agujeros se pulen meticulosamente hasta que quedan perfectamente lisos.
La técnica champlevé se empleó para la creación de una esfera ornamentada con el tema de la edelweiss, la flor emblemática de Suiza. La esfera luce dos flores alpinas sobre un fondo blanco. Sobre el disco de oro, Christophe labró las partes destinadas a formar el fondo de la decoración y liberó los finos bordes que delimitan los pétalos y las hojas. Gracias a este método, también pudo “realzar” los elementos florales con respecto al fondo del contorno. La capa de esmalte blanco aplicada sobre los pétalos se horneó a una temperatura más baja de lo normal, lo que produjo un efecto granallado conforme a la textura aterciopelada de los pétalos de edelweiss. Para las hojas, preparó un matiz verde ligeramente transparente con el fin de reproducir la apariencia encerada de las verdaderas hojas de esta flor.
Además, esta composición extraordinaria se distingue por la audaz elaboración de las partes centrales de las flores. En la naturaleza, los elementos centrales de la edelweiss están compuestos por varios pequeños capítulos erizados con puntas de color oro. Para recrearlos, Christophe aplicó su capacidad creativa y sus dotes de grabador. Sobre un disco de oro grabó finamente los capítulos, dejando pequeñas zonas para rellenar con esmalte en el centro. Tras terminar el grabado y el esmaltado, los centros se colocaron sobre la esfera como piezas aplicadas, y se sujetaron con unos pies extremadamente finos inseridos a través de unos agujeros minúsculos. El grabado y la fijación se conjugaron para aportar una mayor profundidad a esta esfera única.
En la última etapa, se pintaron a mano la firma Blancpain y los índices de las 12 y las 6 horas, así como la indicación Swiss Made.
Con sus artesanos especializados en una variedad sin igual de disciplinas y técnicas artísticas, el Taller de Oficios Artísticos de Blancpain en Le Brassus es único en Suiza. La libertad de creación que ofrece Blancpain para explorar las posibilidades y elevar los límites de la expresión artística es tan importante como el talento de sus artesanos.