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Capítulo 3

700 tiburones EN LA NOCHE

Instintos de tiburón, instantes oceánicos.

Autores del capítulo

LAURENT BALLESTA

Autores del capítulo

LAURENT BALLESTA
700 tiburones EN LA NOCHE
700 tiburones EN LA NOCHE
Número 19 Capítulo 3
 Cédric descansa sobre el fondo, ya que la inmersión se ha prolongado durante unas horas. En cada inmersión, nada un par de metros por encima de mí luchando contra la corriente y sosteniendo una pesada escalerilla hecha especialmente para llevar mis flashes. Un cable une los flashes a mi cámara.

Cédric descansa sobre el fondo, ya que la inmersión se ha prolongado durante unas horas. En cada inmersión, nada un par de metros por encima de mí luchando contra la corriente y sosteniendo una pesada escalerilla hecha especialmente para llevar mis flashes. Un cable une los flashes a mi cámara.

Sueño con no necesitar APARATOS DE RESPIRACIÓN ARTIFICIAL, con no tener que volver a la superficie y poder VAGAR POR LA NATURALEZA SUBMARINA.

A menudo sueño con los ojos abiertos que salgo a bucear como un botánico va al bosque o un montañero a la montaña, sin preocuparme por la falta de aire o los accidentes por descompresión. Sueño con no necesitar aparatos de respiración artificial, con no tener que volver a la superficie y poder vagar por la naturaleza submarina y absorberla sin restricciones de tiempo. Sueño con vivir mi pasión por el mar sin preocupaciones, de forma sencilla y sin límites, y con recorrer el valle de los tiburones una y otra vez, como si la aventura se alimentara de la rutina... Sueño con resolver el misterio de este lugar... Y, aún más importante, con mantener las promesas hechas durante la infancia.

Estamos de vuelta en el paso sur del atolón de Fakarava. Es la cuarta expedición consecutiva que realizamos a este lugar. En 2014 completé aquí por primera vez una inmersión de 24 horas a 20 metros. Aunque estaba determinado a hacerlo, en el fondo me sentía inquieto. Tenía miedo de agotarme demasiado rápido y tener que abortar la misión. Necesité seis horas de paradas de descompresión debido al 87% de helio que estaba respirando. El estrés de los primeros momentos hizo que me olvidara de la suerte que tenía de estar allí. Es un lugar único, como lo era el momento: miles de meros reunidos en el mismo lugar donde varios centenares de tiburones los esperaban al caer la noche. Tuve la suerte de estar entre ellos, de poder observarlos durante todo un día y toda una noche.

Durante la primera expedición obtuvimos por primera vez unas cifras, resul­tado de nuestros recuentos diarios: 18.000 meros y 700 tiburones, o sea, la mayor densidad de ambas especies conocida hasta la fecha. Repetimos el ejercicio en cada expedición para comparar los ­datos de ambas poblaciones.

Los meros viven solos durante todo el año excepto en este momento, en que cohabitan por miles para reproducirse, algo que hacen de forma simultánea los que logran escapar de los tiburones. Después de permanecer de pie bajo el agua durante docenas de horas en las expediciones anteriores, sentimos de manera intuitiva que hemos entendido al fin el momento exacto en que tiene lugar la reproducción. Los últimos tres años nos han dejado cierto regusto de “fracaso”, de que llegamos demasiado tarde y nos perdimos la cola del cometa. Hoy finalmente creo que estamos listos y llegamos a tiempo.

700 tiburones EN LA NOCHE

Aquellos meros que LOGREN ESCAPAR DE LOS TIBURONES se reproducirán simultáneamente.

En medio de sus razias salvajes somos OBSTÁCULOS, no OBJETIVOS.

Buceamos todas las noches. Durante el día, los tiburones forman tres grupos que llamamos “los muros”. Estas paredes se construyen en lugares precisos de las formaciones actuales. Cada vez que un tiburón abandona la formación es reemplazado por otro, de la misma manera que las aves cuando vuelan en V durante las migraciones. Por la noche, en cambio, los tiburones salen de la formación acuática y patrullan por el fondo del paso. Como en 2014, al principio nos mantenemos a distancia. En un visto y no visto, un grupo de escualos bucea sobre una presa y llevado por las prisas destroza un arrecife de coral. El arrebato es increíble, y nosotros, los espectadores, nos quedamos atrapados por la imponente visión. El espectáculo a veces exige una prolongada reverencia: nos llevamos las rodillas al pecho. Es cierto que el estrés está siempre presente, pero nuestros ojos brillan en la penumbra.

Año tras año, inmersión tras inmersión, vamos desarrollando cierta intuición. Así, ahora sabemos que no nos morderán. En medio de sus razias salvajes somos obs­táculos, no objetivos. Impulsados por este conocimiento, nos acercamos más y más a ellos. En un movimiento que hubiera sido impensable el primer año, ahora decidimos penetrar en el grupo.

Yannick está bajo una manada de tiburones. ¿En qué medida su actividad está organizada o es improvisada? ¿Cuándo un grupo es eficaz para cazar? Indudablemente, la manada debe tener un determinado número de individuos. Si no son suficientes, la presa se escapa, y si hay demasiados el botín es escaso. Si bien el grupo es una fortaleza, se convierte en una desventaja cuando no hay suficiente para todos. ¿Puede la selección natural dar lugar a una ­generación de cooperantes? Los tiburones serían entonces capaces de eludir los peligros del individualismo cruel y la competencia despiadada.

Ante nuestros ojos, el imponente banco de 700 tiburones grises actúa como un solo individuo gigantesco dotado de 700 mandíbulas. En contrapartida, de uno en uno son torpes e ineficientes. Su salvación está en la manada, en la acción conjunta y sincronizada. Creo que debemos orillar el viejo cliché del frenesí incontrolado. Nuestros cuatro años de observaciones y fotogramas congelados nos lleva a creer lo contrario. Puede haber mucha más coordinación, organización y tácticas de lo que imaginamos hasta ahora...

La marea cambia y salimos de nuestras ­inmersiones en medio de la noche... A las 2, a las 4 de la madrugada... Todos sanos y salvos. Cédric es el menos confiado: “Si se muerden unos a otros, es probable que también nos muerdan a nosotros”; y “un mordisco involuntario no dolerá menos”. Sus pensamientos espontáneos alientan la precaución, pero debilitan la intuición, casi ya una convicción, de que nunca nos morderán. Sin embargo, apenas me atrevo a decirlo...

700 tiburones EN LA NOCHE
 Mientras los tiburones patrullan por el arrecife en busca de alimento, este pez unicornio trata desesperadamente de esconderse. Aunque suele tener un color uniforme, adopta diferentes tonos cuando se siente amenazado.

Mientras los tiburones patrullan por el arrecife en busca de alimento, este pez unicornio trata desesperadamente de esconderse. Aunque suele tener un color uniforme, adopta diferentes tonos cuando se siente amenazado.

 Cuando la pareja nada hacia la superficie para permitir que la hembra libere sus huevos, los machos oportunistas rápidamente les siguen y liberan su semen, convirtiendo el agua en una nube blanca y lechosa. Todo sucede en menos de medio segundo.

Cuando la pareja nada hacia la superficie para permitir que la hembra libere sus huevos, los machos oportunistas rápidamente les siguen y liberan su semen, convirtiendo el agua en una nube blanca y lechosa. Todo sucede en menos de medio segundo.

Al fin llega. Después de tres semanas de esfuerzo y riesgos, la hembra maltratada SE DECIDE y SALTA VERTICALMENTE, EMPUJADA POR EL MACHO DOMINANTE.

De nuevo en el agua, noto un golpe brutal seguido de un hormigueo, diferente a los golpes habituales con el hocico, que a veces causan moretones. Paso mi mano por la parte posterior de mi muslo y me doy cuenta de que el traje de neopreno está roto. Estoy sangrando y el traje necesita un remiendo. ¿Un mordisco de tiburón? Se tambalean por un momento mis convicciones. Afortunadamente, dos cámaras filmaron la escena y descubrimos que no había sido un tiburón el que había cortado mi piel, sino la cola en forma de bisturí de un gran pez cirujano. El tiburón estaba sosteniendo el pez en su boca y lo sacudió violentamente detrás de mi pierna. El supuesto permanecía intacto: los tiburones no nos morderán.

Continuamos con las inmersiones nocturnas y las preguntas persisten: ¿Cambian nuestras luces el comportamiento de los tiburones durante la noche? No hay duda de que los atraen, pero ¿aumentan su instinto depredador? De esto no tenemos certeza. Con la misma cantidad de luz, la caza a veces persiste y a veces se detiene. Tiende a variar según el ciclo lunar, o dicho de forma más simple, según si estamos al comienzo o al final de la noche. En algunos sitios no hay depredación incluso con toda la luz del mundo.

Los meros viven en el terror. Por la mañana temprano me sorprendo queriendo mostrar su dolorosa existencia a base de reunir una galería trágica de lesiones y dibujar una imagen de los supervivientes que sufren las heridas de las incursiones nocturnas.

Las heridas son profundas. No obstante, a pesar de las aletas rotas y los cuerpos mutilados, nada impide su determinación. Algunas cicatrices ya tienen años. Su resistencia es fascinante. Parecen capaces de recuperarse de cualquier cosa, incluso de una mandíbula rota. Nada cuenta excepto reproducirse a toda costa. No son amos de su destino, sino esclavos de su instinto. 

Durante sus masivas concentraciones, los meros gastan una cantidad de energía increíble. Pelean, desfilan y cortejan sin detenerse siquiera a comer. Las hembras, con los estómagos agrandados por los huevos que albergan, mantienen su vestido de camuflaje. Los machos, en cambio, se lo han quitado. Ahora lucen el traje gris de los asuntos serios. Han aceptado el sacrificio y quieren recompensas. Los machos muerden a las hembras. La reproducción es inminente.

Al fin llega el momento. Después de tres semanas de esfuerzo y riesgos, la hembra maltratada se decide y, empujada por el macho dominante, salta verticalmente. Expulsa una espesa nube de huevos que él corre a fertilizar. Tiene que ser rápido si quiere ser el primero, porque en la siguiente fracción de segundo varios oportunistas se unen a la pareja e inundan la escena con su semen. Solo las imágenes congeladas permiten ver la superioridad del macho dominante, una ligera ventaja difícil de obtener ante la feroz rivalidad. Tres semanas de lucha para disfrutar antes que el resto de una fracción de segundo. 

La reproducción ha terminado, pero seguimos con nuestras inmersiones nocturnas. Las cacerías son tan rápidas que a menudo las descubro después de la inmersión, ya en tierra. A primera hora de la mañana, cuando veo las imágenes tomadas en mitad de la noche, tengo la sensación de que he robado estos momentos en inmersiones hasta ahora prohibidas por precaución o ignorancia. A veces se confunden una y otra.

Escucho a los buceadores gritando bajo el agua CUANDO LOGRAN CAPTAR UNA IMPRESIONANTE ESCENA DE CAZA.

Para comprender mejor estas fascinantes cacerías desarrollamos una manera de combinar la fotografía y el vídeo: el Image Arch. Una nave espacial volando por el cielo acuático. Una visión de ciencia ficción en las aguas de Fakarava. El Image Arch cruza el paso después de pasar por nuestras mentes. La idea se hizo realidad en unos meses. La creación fue laboriosa. El entusiasmo dio paso a la obstinación y así nació. Ahora solo necesita proporcionarnos las imágenes sin precedentes de nuestros sueños.

El Image Arch tiene 4 metros de diámetro y lleva 32 pequeñas cámaras distribuidas a intervalos regulares. Hasta ahora, esta técnica estaba reservada para películas de ficción o para analizar un movimiento ­deportivo espectacular. Es una idea inteligente: congelar la imagen y luego rodear la escena congelada. La acción debe tener lugar exactamente en el centro del “arco”, hacia el que apuntan las 32 cámaras. Todavía está por ver que podamos usarlo con animales salvajes en medio de una cacería. Después de diez días difíciles, Antonin y Tybo lo conducen con gran habilidad y las secuencias se suceden con rapidez. Es algo así como una película de género fantástico: el mago detiene el reloj y congela los objetos y las personas, que luego mueve a voluntad en ese espacio helado. Esto es precisamente lo que queremos lograr, pero en medio de los tiburones. Escucho a los buceadores gritando bajo el agua cuando logran captar una impresionante escena de caza. Por mi parte, veo la conciliación de la fotografía y el cine: detener el tiempo y a la vez permitir el libre movimiento.

 El equipo prueba el Image Arch con un banco de pargos de banda amarilla en el borde del arrecife, justo por encima de las grandes profundidades que rodean el atolón.

El equipo prueba el Image Arch con un banco de pargos de banda amarilla en el borde del arrecife, justo por encima de las grandes profundidades que rodean el atolón.

El único problema ahora es CAPTURAR LOS TIBURONES.

El equipo científico analiza los videos (1.000 imágenes por segundo) que hemos grabado desde la primera expedición. Nos ayudan a comprender las diferentes fases de un ataque. El ruido es sin duda lo que primero atrae al tiburón, aunque la vista y el movimiento también son importantes. En la penumbra, el escualo tiene un activo añadido: puede detectar los campos electromagnéticos que producen los peces gracias a las células sensibles que tiene a lo largo de su boca, conocidas como ­“ampollas de Lorenzini”.

Este año esperamos monitorear cuarenta tiburones para evaluar su actividad, entre otras cosas su velocidad de desplazamiento, y confirmar si cazan en pareja. A largo plazo, este seguimiento nos permitirá registrar todos sus movimientos durante un año. Al comienzo de la misión, el equipo instaló 25 receptores acústicos en el paso para tener referencias. El único problema ahora es capturar los tiburones. Después de experimentarlo, considero que la pesca con anzuelo es extremadamente violenta, así que decido probar un nuevo método: agarrar el tiburón por la base de la cola y darle la vuelta. Es una técnica conocida: el tiburón entra en un estado de catalepsia y se puede manejar. El mismo tiburón hiper­excitado que un segundo antes estaba en medio de una cacería puede quedar completamente inmovilizado con esta técnica. Así es como decidimos llevar delicadamente cuarenta tiburones grises a la superficie. Los investigadores, Johann, Charlie y Yannis, les insertarán un pequeño transmisor en la cavidad abdominal, una operación insignificante para un tiburón que se cura increíblemente rápido.

Cercamiento táctico de presas por parte de los tiburones y acrobacias amorosas por parte de los meros. Estamos orgullosos de todas estas imágenes y, sin embargo, son solo una pequeña revelación de los grandes “secretos de los océanos”. ¿Acaso puede ser de otra manera? ¿Qué podemos llegar a saber sobre estas extensiones líquidas que ocupan dos tercios del mundo? Más aún: si calculamos en términos de volumen dónde se puede desarrollar la vida, los océanos representan alrededor del 95% de este planeta inapropiadamente llamado Tierra. ¿Cómo podemos pensar nosotros, pobres primates sin agallas, que conocemos este planeta de mares vastos y profundos?

 Tybo y Antonin colocan el Image Arch para captar el momento en que los tiburones atrapan una presa. Noche tras noche, se lanzan con esta estructura voluminosa para filmar momentos de depredación nunca antes documentados de esta manera.

Tybo y Antonin colocan el Image Arch para captar el momento en que los tiburones atrapan una presa. Noche tras noche, se lanzan con esta estructura voluminosa para filmar momentos de depredación nunca antes documentados de esta manera.

700 tiburones EN LA NOCHE

Recrear NUEVAS RUTINAS en diferentes lugares es quizás la DEFINICIÓN MISMA DE LA AVENTURA.

Durante 21 semanas repartidas a lo largo de cuatro años hemos buceado todos los días y todas las noches. En total, unas 3.000 horas bajo la superficie, siempre en el mismo lugar. Me ha encantado esta placentera disciplina repetitiva, y creo que también a mis amigos. Recrear nuevas rutinas en diferentes lugares es quizás la definición misma de la aventura.

La observación forma parte de la búsqueda para explicar la realidad; la fotografía es un intento de realzarla. Las escenas de caza y desove se producen a tal velocidad que no se pueden ver. Tomar fotografías, aunque sea de forma instintiva, es la única manera de satisfacer al mismo tiempo el deseo de comprender y el de contemplar. 85.000 disparos en cuatro viajes en cuatro años. 

Desde tiempos prehistóricos, el ser humano, fascinado por el mundo salvaje que le rodea, ha sentido la necesidad imperiosa de representarlo. Primero fueron los hombres de las cavernas y sus pinturas rupestres; hoy en día los buceadores y sus imágenes en alta definición. ¿No es esta última simplemente la continuación de una misma tradición pictórica? Tal vez sea el mismo tributo atemporal, patético pero tranquilizador, a la inexplicable belleza de la naturaleza.

La curiosidad no se embota bajo el agua, se agudiza. Cuanto más tiempo buceas, mayor es la necesidad de contemplar. La paradoja de estas miles de horas de inmersión es justamente captar la elusiva naturaleza de la vida salvaje, los instintos de los tiburones, los impulsos de los peces... Instantes oceánicos inolvidables. Deseo de entender más. Habrá que volver.

El archipiélago de Tuamotu consta de 76 atolones repartidos en más de 1.600 ­kilómetros. No aparecen en ningún mapa del Pacífico. Estos fantasmas de antiguos volcanes, sin embargo, están muy vivos. En mi opinión, son una cordillera de montañas de las que solo vemos las cumbres. El buceo profundo se convierte aquí en una escalada a la inversa. En 2017, nuestro barco fue de pico a pico con la esperanza, en cada etapa, de realizar alguna de estas ascensiones inversas.

Se puede ver el atolón como un simple disco de coral, completamente plano, a ras de la superficie, o como una corona viva asentada en una aguja rocosa de 2.000 metros de altitud. Dependiendo de si se mira desde la tierra o desde debajo del agua, el atolón de coral es una isla con plantas encima o un animal con una isla encima. Ambas visiones son posibles.

Por un lado, la noble empresa de los minúsculos pólipos de coral que construyen el arrecife; por otro, las fuerzas del océano que lo destruyen. Si los creadores de coral no tuvieran restricciones, el arrecife sería monolítico, liso, sin relieve y con poca diversidad. Parece como si la creación diera lugar, allí donde no hay obstáculos, a resultados no tan gloriosamente radiantes.

A 120 metros bajo el mar, las paredes que exploramos son vertiginosas. Uno podría casi sorprenderse de que estas profundidades acojan relieves tan accidentados. Significaría que hemos olvidado que hace 20.000 años el nivel del mar estaba 120 metros más abajo. Lo que vemos aquí son los restos de un antiguo litoral golpeado por el oleaje de otra época. Bajar a las profundidades es parecido a viajar al pasado.

700 tiburones EN LA NOCHE

Intrigantes colores blancos BRILLAN A LO LARGO DE PAREDES OSCURAS.

Intrigantes colores blancos brillan a lo largo de paredes oscuras. La erosión del arrecife cerca de la superficie da lugar a estas cascadas de arena 100 metros más abajo. Las cascadas siguen con una caída lenta profundas fisuras verticales. Es como si el coral torturado llorara en las mejillas del atolón y las lágrimas de arena cayeran ­hacia las profundidades.

700 tiburones EN LA NOCHE
700 tiburones EN LA NOCHE

Muy rápidamente, los primeros metros se llenan de pequeñas nubes que SE DILUYEN EN EL AGUA LECHOSA.

Llena o nueva, la luna guía las concentraciones en el paso. A diferencia de los meros, los peces cirujano convictos, conocidos localmente como “Manini”, se reúnen para aparearse cada quince días. Antes de la puesta del sol, ascienden por la ladera del paso en fila india y encuentran el lugar que más les conviene. 

El lugar varía y la cantidad de peces también. Los meros tardan tres semanas en reunirse, pero los peces pequeños, que no tienen territorio ni hembras que defender, tardan apenas media hora. Estamos a pocos metros de profundidad y, como con los meros, esperamos el gran momento. En un ímpetu común, se lanzan en pequeños grupos hacia la superficie y liberan su semilla. Los tiburones intentan aprovecharse, pero a menudo en vano. Muy rápidamente, los primeros metros se llenan de pequeñas nubes que se diluyen en el agua lechosa. Unos 20 minutos más tarde, los “Manini” dan la vuelta y regresan. •

 Los “Manini”, pequeños peces cirujano convictos, se reúnen cada dos semanas, al atardecer, para reproducirse en las aguas poco profundas del paso. Seguidos por los tiburones, confían en su agilidad para escapar de sus fauces hambrientas.

Los “Manini”, pequeños peces cirujano convictos, se reúnen cada dos semanas, al atardecer, para reproducirse en las aguas poco profundas del paso. Seguidos por los tiburones, confían en su agilidad para escapar de sus fauces hambrientas.

Capítulo 04

Brazaletes

La mejor manera de hacerse a la idea de cómo se construye un brazalete refinado es pensar en la complejidad de la Alta Relojería.

Autores del capítulo

JEFFREY S. KINGSTON
Brazaletes
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