Capítulo 2
Las tonalidades negras profundas y las sutiles venas del carbón japonés binchōtan se convierten en el lienzo de unas esferas muy especiales de Blancpain.
Si eres amante y conocedor de la buena comida, seguramente el titular de este reportaje te confundirá. Binchōtan es el nombre del mejor carbón de leña del mundo para asar a la parrilla. Es esencialmente carbono puro, ya que las impurezas se queman durante el proceso de producción. Por lo tanto, es inodoro, lo que lo hace muy apreciado, particularmente en Japón, para el yakitori y el asado de pescados de agua dulce, cuyos sabores delicados, a diferencia de lo que suele ocurrir con otros carbones, se conservan y se mantienen inalterados. Teniendo en cuenta estas virtudes, tan conocidas y veneradas en el mundo de la gastronomía, y considerando nuestra devoción por los restaurantes y los vinos, que ocupan un lugar destacado en cada nueva edición de la revista, no cabe duda de que el binchōtan merecería protagonizar nuestra sección “El Arte de Vivir”. El problema es que esta historia no va de buena comida, sino de arte.
Los métiers d’art y la relojería han estado tan unidos durante siglos que sus tradiciones se han entrelazado. Según el criterio de Blancpain, aunque la tradición de llevar el arte al reloj es digna de honra y veneración, hasta el punto de que la casa se enorgullece de acoger en sus talleres de Le Brassus a uno de los grupos más numerosos de artesanos del mundo de la relojería, esto no significa que las formas de arte practicadas deban permanecer inalteradas en el tiempo. Los artesanos de Blancpain gozan de libertad para descubrir nuevos materiales, artesanías y motivos nunca antes empleados en un reloj. En los últimos años, su creatividad se ha convertido en la más destacada del mundo relojero gracias a sus esferas realizadas en shakudō, ornamentadas con antiguos motivos damasquinados. Su descubrimiento del binchōtan representa una continuación de esta
labor, además de su tercera primicia mundial.
Los artesanos de los Talleres de Oficios Artísticos de Blancpain, radicados en Le Brassus, han imaginado el binchōtan de una forma completamente novedosa. La creatividad es justamente eso: percibir algo familiar de una manera totalmente nueva. Eso es lo que sucedió cuando el binchōtan llamó la atención de los artesanos. Lo que les atrajo fue su color negro enriquecido con sus venas de madera. Encontraron algunas piezas de joyería sencillas hechas con binchōtan, todas sin adornos, de un color negro sólido y sin más decoración, lo que les llevó a plantearse una búsqueda para determinar si este carbón de leña japonés único, con su color negro intenso y su grano natural, podía adaptarse para su uso como esfera de reloj.
Mientras la gran mayoría lo consideran solo un combustible para cocinar, algunos un material para purificar el aire y los líquidos, y muy pocos un material con el que elaborar objetos decorativos simples como colgantes, los artesanos de Blancpain vieron en su superficie negra sutilmente texturizada un lienzo intrigante que podía ser embellecido y usado en una esfera de reloj.
Sin duda nuestros lectores están familiarizados con las características de los carbones vegetales que comúnmente se usan para cocinar: ligeros, frágiles y, lo más preocupante, bastante dados a desmenuzarse y convertirse en polvo. Estos atributos, en especial el último, no solo lo hacen poco recomendable para aplicaciones relojeras, sino que lo sitúan directamente como enemigo de la alta relojería. El binchōtan, en cambio, no tiene ninguna de estas propiedades gracias a que tiene un proceso de producción completamente diferente. Fue desarrollado hace tres siglos en la provincia japonesa de Kishu. El proceso de producción
es inusualmente elaborado. Comienza con la recogida de ramas de ubame, una especie de roble particularmente duro que crece en las colinas del Kishu. Los primeros recolectores ya eran sensibles a la cuestión de la sostenibilidad, pues no cortaban ramas de árboles vivos ni los talaban. En su lugar, como se sigue haciendo ahora, recogían únicamente las ramas caídas, que se apilaban y se quemaban lentamente y a baja temperatura en hornos construidos en las laderas. Esta quema inicial, lenta y controlada, dura varias semanas, durante las cuales es clave el manejo de la cantidad de oxígeno para que sea óptima. A partir de un determinado momento se permite que la temperatura suba a más de 1.000° C. El humo se vigila atentamente hasta que es de un color blanco puro, lo que indica que todas las impurezas se han quemado. El resultado es un carbón vegetal compuesto por casi 100% de carbono puro. Cuando se retira del horno, hay un último paso para el binchōtan destinado a la cocina. La madera se sofoca en tierra mezclada con ceniza blanca para extinguir el fuego. Esto proporciona al carbón un aspecto grisáceo, lo que hace que algunos se refieran a esta variante como “carbón blanco”. Este proceso, desarrollado por Binchoya Chozaemon (de ahí su nombre actual), fue durante muchos años un secreto muy bien guardado. Aunque ahora hay hornos en otras partes de Japón, se considera que los métodos artesanales tradicionales de la zona del Kishu producen el binchōtan más fino y de mayor calidad.
Lo primero que observaron los artesanos de Le Brassus fue que, a diferencia de las formas comunes de carbón, la extraordinaria dureza del binchōtan japonés es similar a la del acero inoxidable. Este fue un descubrimiento determinante, ya que su dureza hace posible cortarlo en láminas o discos con precisión, así como taladrarlo y pulirlo para crear una superficie adecuada para una esfera de reloj.
Dado que se trata de una verdadera novedad en el mundo de la relojería, los artesanos no tenían una guía sobre cómo proceder. El primer paso fue obtener el binchōtan con la mejor calidad de Japón. El recubrimiento exterior gris, que no es un obstáculo para usos culinarios, tuvo que eliminarse en este caso para sacar a la luz el negro granulado puro. Afortunadamente, bastó con lavarlo unas cuantas veces.
El siguiente paso fue cortarlo en láminas para usarlo en la esfera. Dado que el binchōtan es un material natural, la calidad del corte varía mucho y el resultado es a menudo impredecible viendo la rama carbonizada por fuera. Como su origen es el roble, a medida que se corta aparecen agujeros, grietas e incluso, en ocasiones, nudos que no resultan atractivos y que no se ven por fuera. Es necesario realizar múltiples cortes para seleccionar láminas con un patrón de grano atractivo. Tras esta selección, la lámina elegida se recorta a la medida deseada y se perfora. Finalizados estos pasos, los artesanos de Blancpain tienen ya a su disposición un lienzo de grano negro con la forma de la esfera preparado para ser embellecido con la decoración adicional que se escoja.
Cada creación de los métiers d’art de Blancpain es una pieza única, una edición limitada de una sola unidad. Las creaciones con binchōtan son también fieles a este credo. Las primeras cuatro esferas elaboradas con este material muestran sus diferentes usos posibles y las artesanías adicionales que se pueden emplear para adornar y acompañar este lienzo negro único.
La primera en aparecer fue una pieza bautizada como Shinto Gate. El fondo de su esfera se hizo totalmente de binchōtan. Luego se utilizó laca para preparar la superficie a fin de añadir otras artesanías. Aunque Japón es famoso por su dominio de la artesanía con laca, sus orígenes se encuentran en China, donde se descubrió la técnica para crear laca a partir de savia de árbol. Inicialmente los chinos la emplearon para crear objetos preciosos exuberantes, algunos completamente hechos con laca, así como para enterrar a la nobleza, eligiéndola por su durabilidad. En Japón, donde la laca ha florecido como una forma de arte, al igual que en China, se utilizan métodos similares para su formulación a base de savia de árboles seleccionados.
Blancpain se une a esta antigua tradición del uso de laca natural. Antes de pintar con esta laca la superficie de binchōtan, se filtra a través de una tela extremadamente fina para garantizar su pureza. Posteriormente se aplican y cepillan cuidadosamente varias capas transparentes sobre la superficie de binchōtan, cada una de las cuales necesita dos días para endurecerse. Este proceso de revestimiento con laca no solo otorga un brillo sutil a la superficie superior, destacando el grano natural, sino también una ventaja adicional: unas propiedades conservantes descubiertas inicialmente por los chinos.
Tras completar el recubrimiento con laca transparente, se coloca sobre la superficie, justo en el centro de la esfera, un applique de oro rojo tridimensional finamente tallado en forma de puerta apoyado sobre tres columnas a cada lado. Alrededor de la puerta se muestra un discreto dibujo lineal de agua reluciente, colinas al fondo y nubes. El empleo de la tradicional laca roja de Urushi, importada de Japón, para realizar este delicado dibujo refuerza la temática nipona. Hicieron falta cepillos extremadamente finos para diseñar estas delicadas líneas rojas.
Para crear la esfera Fleur de Lys se emplearon técnicas totalmente diferentes. La base inicial no es de binchōtan, sino de oro rojo. El oro se talló cuidadosamente para crear unos huecos destinados a los dos diseños que incluye la esfera: unos lirios y unos pequeños frutos rojos. Una vez completado el grabado, quedaron unos finos hilos de oro que delineaban las formas de los lirios y los frutos. Los rebajes de los frutos se rellenaron con esmalte rojo y se cocieron a 800° C. Los lirios necesitaron de habilidades artísticas aún más sofisticadas, ya que se tuvieron que tallar de uno en uno siguiendo las formas precisas de los finos hilos de oro que delineaban los huecos. De alguna manera, este proyecto puede considerarse una combinación de las ideas de base que hay detrás de dos artesanías tradicionales muy veneradas: la marquetería, que es la unión de elementos delicadamente tallados para crear un diseño, y el champlevé, que consiste en tallar una superficie de oro para crear huecos donde se aplica un esmalte con un pequeño pincel. Para esta esfera se emplearon muchas láminas de binchōtan, ya que el artesano no solo tuvo que seleccionar las superficies perfectas para recortar la flor, sino también aplicar su entrenada vista para cortarla de modo que el grano armonizara con el contorno. A cada pieza de la flor cortada se le aplicó el mismo tratamiento de laca transparente usado para la esfera Shinto Gate. A continuación, las piezas de la flor se introdujeron en los rebajes del corte de manera que cada una quedara rodeada por los finos hilos de oro. Una vez incrustadas todas las piezas de la flor en la esfera, se decoraron con pintura de laca dorada fina. Esta laca se preparó en Blancpain a partir de una laca tradicional de savia de árbol filtrada con un paño fino para eliminar impurezas. Los artesanos la mezclaron con polvo de oro real y la emplearon para pintar, utilizando pinceles extremadamente finos, las líneas sobre las incrustaciones de la flor de binchōtan.
Para la esfera Kurikara Fudo se empleó otro método artístico distinto. Para empezar, se colocó un disco de binchōtan negro sobre una base de oro rojo. Los grabadores de Blancpain crearon una imagen asombrosamente detallada de un dragón con la forma de la deidad budista Acala. Para otorgar una pátina especial a la talla elaborada, Blancpain recurrió al shakudō, una técnica que aplicó por primera vez al mundo de la relojería. La talla se sumergió en un baño químico especial desarrollado en Japón que aportó sutiles tonos de sombra al oro. Una vez conseguida la pátina, se colocó una bola de nácar en uno de los brazos del dragón y se fijó con finos dedos de oro. La imagen del dragón no solo está finamente grabada, sino que su cuerpo está rodeado por unas delicadas filigranas de oro que exigen un tacto y una habilidad extremos tanto en su creación como en su fijación sobre la superficie de la esfera, que se realiza junto con la del dragón.
La cuarta esfera de binchōtan ofrece una reinterpretación de La gran ola de Kanagawa, obra de Hokusai. Esta imagen icónica, creada en 1830, captura el poder feroz del mar durante una tormenta. Blancpain llevó por primera vez la fuerza y el dinamismo de esta imagen a una de sus esferas en 2016 con una elegante talla de oro blanco sutilmente sombreada con shakudō y colocada sobre un disco de obsidiana mexicana (número 17 de Lettres du Brassus). Una ola tallada de manera similar sobre un disco de binchōtan le da un nuevo aire a esta icónica imagen.
Traer el binchōtan por primera vez al mundo de la relojería va más allá del hecho de poner nuevos materiales y técnicas a disposición de los artesanos de Le Brassus: refuerza de manera enfática la voluntad de Blancpain de expandir los límites de los métiers d’art, así como la constante búsqueda en los talleres de Le Brassus de nuevas inspiraciones. •