Capítulo 8
Barcos de vapor que recorren el lago de Ginebra desde hace casi ciento cuarenta años.
Todas estas personas vivieron o aún viven a orillas del lago de Ginebra, en Suiza o en Francia. Todas ellas han tenido la suerte de admirar las hermosas embarcaciones de vapor que recorren el lago desde hace 190 años.
“¡Siempre en el sentido de las agujas del reloj!” dice el hombre vestido con mono de trabajo que está enseñando el arte de enrollar bien un cabo de amarre a tres marineros en período de formación. Al acercarme para tomar una foto, se presenta con el nombre de “Chenaux”. Francamente, nunca hubiera imaginado que así iba a conocer al Capitán Primero, al “almirante”, de la Compañía General de Navegación del Lago de Ginebra (CGN).
El hombre que dirige la flota de dieciséis barcos (capacidad: 150-1.200 pasajeros) es modesto. Como la propia Suiza, quizás, donde no es raro encontrarse con un ministro del gobierno caminando de regreso a casa con la bolsa de la compra, en Berna, la capital.
Olivier Chenaux empezó en la CGN como aprendiz de pintor a la edad de 17 años, y fue escalando peldaños hasta alcanzar en 1997 su rango actual. En promedio, se tarda unos quince años para llegar a capitán en el lago de Ginebra. Hacen falta muchos años de experiencia para aprender los secretos de la navegación por este lago que, a pesar de su belleza, puede ser muy traicionero. Luego, hacen falta tres años más para ascender de Capitán Segundo, habilitado a dirigir la navegación de buques con motor de gasóleo, a Capitán Primero, un rango que da acceso al “santo Grial” del lago: el derecho de mando de uno de los cinco barcos Belle Époque. El Capitán Primero Chenaux y su predecesor el Capitán Primero Aldo Heymoz, que ocupó el cargo durante veinte años, nos van a explicar esta experiencia.
Pero antes hay que comprender el carácter excepcional de estos barcos de vapor con ruedas de paletas que forman parte del patrimonio del lago de Ginebra.
Los barcos son un encanto no sólo por sus motores de vapor, sino también por sus ruedas de paletas, que baten el agua con fuerza para hacer avanzar la embarcación. Algunos barcos tienen una rueda situada en la popa (sternwheelers) –como los famosos barcos del Misisipi– mientras que otros poseen dos ruedas a ambos lados del casco (sidewheelers), como los del lago de Ginebra.
Hoy en el mundo quedan apenas unos cincuenta históricos vapores de ruedas en condiciones de navegabilidad, de los cuales diecinueve están en Suiza: ocho en el lago de Ginebra y cinco en el lago de Lucerna; los demás están en los lagos de Zurich (dos), Thun (uno), Brienz (uno), Constanza (uno) y Greifensee (uno). La flota de barcos de vapor del lago de Ginebra, la más importante del mundo por el número de pasajeros transportados, puede considerarse parte del patrimonio de la humanidad. Si la UNESCO inscribiese dentro la categoría patrimonio mueble, es indudable que ésta incluiría dichos barcos, y que algunas creaciones relojeras también estarían en la lista.
El primer barco de vapor del lago de Ginebra transportó a un centenar de pasajeros en 1823. Nuestros ocho hermosos barcos cuentan con dos cubiertas y un salón-restaurante con capacidad para entre 550 y 850 personas. Datan de la época dorada del turismo suizo, es decir, desde la Belle Époque hasta los locos años veinte. Desde la inauguración del primer barco en 1875 (que, al igual que otros, ya ha desaparecido) y del último en 1927, siguen ofreciendo incluso hoy la posibilidad de abandonarse a una travesía despreocupada por el lago y disfrutar los maravillosos paisajes alpinos que buscaban los turistas de antaño.
Aunque aquí estamos ensalzando a los ocho barcos de vapor de la CGN, también hay un noveno barco que fl ota todavía en el lago de Ginebra, el Genève. Debido a su edad, se le dio de baja en 1974, pero lo compró una asociación ginebrina al servicio de las personas que necesitan ayuda. Una vocación feliz para este barco de vapor, que alivia la tristeza que nos invade al recordar el trágico destino de Sissi, Emperatriz de Austria, el 10 de septiembre de 1898, cuando estaba por subir a bordo.
El Venoge es otro barco de la época que ha pasado a los anales de la historia. Se construyó en 1905 para el transporte de mercancías y fue el primer barco del mundo equipado con un motor diésel. Aunque fue sustituido en 1924, el pequeño Venoge (37 metros) sigue navegando en el lago, y está disponible para cruceros privados, como sus ocho hermanos mayores (de 64 a 78 metros) de la CGN que, en el verano, también efectúan servicios regulares.
¿Y cómo se llaman estos ocho titanes? Siete de ellos tienen nombres de lugares: el mayor, S/S Montreux (entrada en servicio en 1904), M/S Vevey, M/S Italie II (el segundo con ese nombre), S/S La Suisse, S/S Savoie, S/S Simplon III y M/S Helvétie II. El más joven tiene el nombre del río que atraviesa el lago de Ginebra de un extremo al otro, S/S Rhône III (1927). ¿M/S y S/S? ¿Son acaso hermanos y hermanas? Nuestros dos capitanes primeros explican que el concepto de género existe para los barcos. Pero no tiene nada que ver con estas siglas. M/S quiere decir embarcación con motor y S/S embarcación de vapor. En este caso, tres de los barcos fueron equipados con motores diésel-eléctricos para reemplazar sus motores de vapor entre 1950 y 1970.
Una excepción es el S/S Montreux en el que, después de haber instalado un motor diésel en el mismo período, se colocó un motor de vapor con ocasión de la renovación de que fue objeto entre 1999 y 2001. Esa vuelta a los orígenes facilitó otras medidas similares, como ya veremos.
Pero la historia de estos buques es también la historia de los hombres que son tan estrechamente solidarios con las máquinas y entre ellos.
EXPERTOS PARA MANIOBRAR
Si esta mañana el Capitán Primero Chenaux repite a sus tres reclutas las instrucciones hasta que cada uno de ellos sepa preparar perfectamente los cabos de amarre antes del lanzado, no es para enseñarles la disciplina. El objetivo es asegurar el dominio perfecto de las maniobras de atraque de estos venerables barcos de la Belle Époque y sus entre 300 y 500 toneladas (sin pasajeros). Sin embargo, la habilidad de los marineros es sólo uno de los parámetros.
Dependiendo de las circunstancias, la ecuación que lleva, no a defi nir la edad del capitán, sino a ejecutar con éxito esta operación, es un verdadero rompecabezas.
Veamos los datos: con su velocidad de crucero de 25 km/h, la distancia de frenado de estos buques, haciendo girar las ruedas hacia atrás, es de unos 200 metros, lo mismo que su radio de giro. Para invertir el rumbo, necesitan un espacio de 400 metros. Mas los días soleados, el lago de Ginebra está repleto de embarcaciones de recreo, y las sirenas de alerta no bastan a veces para advertir a los navegantes distraídos. El capitán deberá ordenar que se detenga la nave o dar la vuelta y repetir toda la maniobra.
La ecuación se complica aún más por el hecho de que estos enormes barcos de vapor tienen un calado de sólo 1,6 metros, pues deben poder navegar en aguas muy poco profundas, como las del puerto de Ginebra. Esto no es nada en comparación con su tamaño y sobre todo su enorme superfi cie expuesta al viento, por lo que pueden derivar fácilmente. “Nuestros barcos son verdaderos veleros en potencia”, dice el Capitán Primero Heymoz, al recordar la vez que el viento soplaba tanto que tuvo que ordenar que abrieran todas las ventanas de la cubierta superior, para reducir la cantidad de superficie lateral que se enfrentaba al viento.
Finalmente, la última incógnita son las insidiosas corrientes interiores del lago, ya que su dirección y su velocidad son impredecibles. Saint-Prex es un encantador pueblo medieval en la costa suiza, donde todo parece tranquilo. Sin embargo, “todo timonel que haya intentado atracar allí se ha sentido frustrado por lo menos una vez a causa de la corriente”, dijo el ex capitán. Su sucesor cuenta que un día, cuando se estaba acercando a Saint-Prex con un viento de cola de 50 km/h, fue desplazado a pesar de todo por una corriente que venía en sentido contrario.
Otro factor de la ecuación es el hecho de que, en aguas poco profundas, es inteligente mantener el barco a una velocidad reducida para evitar que se forme una ola en la parte trasera, de modo que el timón siga haciendo su trabajo. Está claro que a la gente le gusta añadir complicaciones, no sólo en un reloj.
A propósito de soluciones ingeniosas, cabe mencionar un truco muy bueno para atracar cerca del Pont du Mont-Blanc (Ginebra). Aunque usted no vea la cuchara, el terrón de azúcar y el trocito de chocolate que utiliza el Capitán Primero Heymoz para demostrar la maniobra, entenderá la explicación. Al llegar al estrecho puerto de Ginebra viniendo del norte del lago, el barco tiene que dar una gran curva para ponerse frente a la costa. Aquí, hay un banco de arena y grava donde el capitán acerca deliberadamente la proa (parte delantera de la nave). Luego, la corriente del Ródano (que sale del lago en este lugar) hace el resto del trabajo: haciendo girar el barco alrededor de la proa, lo “aparca” en forma paralela a la orilla.
Aunque desde los años sesenta, los controles del timón son eléctricos y el capitán puede manejarlos desde los puentes laterales, antes de eso, la fuerza mecánica del timón se accionaba a mano, siguiendo las órdenes del capitán. Hoy, estas maniobras son aún toda una hazaña para los cinco barcos de vapor. Porque, a diferencia de los barcos de motor diésel, ¡no es el capitán (ni su timonel) quien controla los motores! Es el ingeniero mecánico que, desde la sala de máquinas, sin vistas al exterior, opera la conducción. “Stop”, “A popa”... todos recordamos las marcas en los diales de los pintorescos telégrafos en la sala de máquinas, que todavía se utilizan para la comunicación entre el puente de mando y el cuarto de máquinas, con un intercomunicador si es necesario.
Vemos pues la importancia que reviste el trabajo de cada uno de los miembros de la tripulación: órdenes claras y habilidades para reaccionar inmediatamente, como explica el antiguo capitán primero: “La maniobra es bastante complicada para un ingeniero mecánico. Tiene que colocar la biela donde corresponde. Si está mal colocada, la maniobra de cambiar de rumbo no se puede realizar, y tiene que accionar un motor de vapor auxiliar. Pero mientras tanto, el barco avanza 5 o 10 metros más de lo que hubiera debido”.
A fuerza de trabajar tan estrechamente juntos, todos conocen el estilo de los demás, aún sin verlos. Desde su puesto de observación, el capitán sabe cuál de los dos ingenieros acaba de ejecutar sus órdenes, según la rapidez con que lo hizo. A la inversa, el ingeniero sabe qué capitán o piloto está realizando la maniobra de atraque, dependiendo, por ejemplo, de si utiliza o no la fuerza del viento.
LOS BARCOS TIENEN VIDA
Entonces, ¿cómo hacen los capitanes para tener en cuenta todos estos factores? Es imposible calcular el resultado mediante la introducción de las velocidades y los ángulos del viento, las olas y las corrientes en un teléfono inteligente, todo ponderado en función del estado de ánimo del ingeniero y la edad del capitán. “Navegamos mucho guiándonos por lo que sentimos, hay que sentir cómo reacciona el barco, cómo se mueve, es instintivo”, dice el Capitán Primero Chenaux. Y añade: “Nuestros barcos de vapor están vivos, los sentimos respirar, la máquina de vapor le da al barco un ritmo, que vibra. Las bielas descentradas crean sacudidas. Los sonidos son importantes, por ejemplo, un cierto tipo de ruido del vapor indica que el barco no va a invertir la marcha de inmediato. Un barco no es sólo una gran máquina, es complejo, tiene vida”.
Cuando le preguntan qué barco prefiere, titubea, como si le preocupara que sus protegidos, amarrados a menos de cincuenta metros de distancia, nos pudiesen oír. “Es una pregunta espinosa... me duele un poco decirlo: La Suisse es el barco más bonito, pero prefi ero el Simplon, que es más brioso, más fogoso, aunque tenga la misma dimensión. La Suisse es mucho más lento”. Su predecesor está de acuerdo: “Pensamos en La Suisse como una dama y el Simplon como varón. Es más estable en el agua”.
EL DESFILE
El desfile naval de la flota Belle Époque, que ahora se realiza cada primavera, reúne a todos estos pura sangre para un ballet. Desde el momento que subes a bordo del barco que te interesa, todos tus sentidos se dejarán atrapar por el espectáculo: salida al lago, con el viento en contra, para unirse a las otras naves que te saludan haciendo soplar sus silbatos de vapor. Navegando a toda máquina a sólo quince metros de los barcos vecinos, verás y oirás las paletas dando vueltas, al igual que sentirás los fuertes latidos de tu corazón cuando dos barcos enfrentados avancen precipitadamente hacia adelante, pasando a un pelo uno del otro.
Pero la maniobra más espectacular y más difícil se realiza en cámara lenta. Los barcos se encuentran cara a cara para formar una estrella. Lograr detener la proa de estos gigantes a pocos metros el uno del otro es una verdadera hazaña, incluso si no hay viento ni corriente, cosa que es poco frecuente. No sería exacto decir que durante esta maniobra se puede oír volar una mosca en la cabina, ya que “ni las moscas se atreven a volar.”
Esta coreografía lacustre ideada por el Capitán Primero Chenaux es tanto más admirable cuanto que no hay ningún ensayo previo. En función del clima, hay, por supuesto, un plan B e incluso un plan C.
Este espectáculo también existe gracias a las personas apasionadas que trabajan tan duro para preservar la flota Belle Époque, empezando por la Asociación de Amigos de los Barcos de Vapor del Lago de Ginebra (ABVL) y su fundación Pro Vapore. Reunieron 12 de los 15 millones de francos necesarios para renovar (de 2007 a 2009) el buque insignia de la flota, La Suisse. En 2003, la Asociación para la Preservación del Patrimonio del Lago Lemán (APL), con el apoyo del Musée du Léman, restauró el bote de rescate de caoba situado en la popa del barco y el mascarón de proa, recubierto por completo de hoja de oro. Posteriormente, se renovó la estructura, el equipamiento y la decoración de la embarcación.
Para la modernización de la nave centenaria se utilizó un centenar de kilómetros de cables eléctricos, paneles de nido de abeja y propulsores de proa. La restauración meticulosa devolvió su esplendor original a esta gran dama. Es un placer para los ojos poder acariciar la madera del salón de primera clase, de arce sicómoro muaré, con incrustaciones de madera de manzano, de peral y de boj. Mientras saborea una copa de Dézaley, descubrirá tantas notas y esencias en el vino como detalles especiales de carpintería.
Si cambia de barco para el viaje de regreso, podrá ver quizás el salón de estilo Neo-Directorio del Vevey, con madera de castaño e incrustaciones de amaranto y ébano. La renovación total de esta embarcación acabará este otoño. Se ha recorrido un largo camino. Se le ha devuelto su forma original, recreando de nuevo el pequeño salón y despejando la chimenea. Ha sido restaurado cuidadosamente de acuerdo con el diseño original, con algunas concesiones relacionadas con la seguridad, como las ventanas del puente de mando. La tradición unida a la tecnología también, ¡ya que se podrá controlar la calefacción y el nivel de las cisternas desde un teléfono inteligente!
Otros dos barcos están todavía esperando su renovación, en primer lugar el Italie, luego el Helvétie. La ABVL reunió un tercio de los 12 millones de francos necesarios para el primero.
Cuando le preguntan lo que desea para el futuro de su flota Belle Époque, el Capitán Chenaux responde sin dudar: “Que siga incluida en el horario regular para que todos puedan disfrutar de los barcos y para que no se conviertan en museos”. No tiene sentido en cambio pedirle que cuente sus hazañas de navegante. Prefi ere hablar de lo que ve desde su “fortaleza”, ya sea nubes de formas graciosas o escenas divertidas de aves pendencieras. Puede que recuerde asimismo la visión casi mágica de los remeros en el lago, de los que sólo se perciben las cabezas por encima del manto de niebla. O el recuerdo de un niño ciego que descubrió la cabina (puente de mando) a tientas. “Tenía una gran sonrisa en su rostro, era tan increíblemente feliz”.
Este vínculo con la naturaleza y la gente parece ser un rasgo común de los dos capitanes primeros: “Siempre les decía a los muchachos que entrenaba: ‘observen, miren y escuchen’; ¡eso es lo que cuenta!” dice Aldo Heymoz. Y añade: “Yo siempre he escuchado, incluso a alguien que es nuevo en el puente de mando. Siempre pensé que tal vez había algo que podía aprender”.
Los almirantes del lago de Ginebra son verdaderamente modestos.
--------------------
INFORMACIÓN ÚTIL
Los barcos Belle Époque del lago de Ginebra funcionan de abril a octubre: www.cgn.ch
Asociación de Amigos de los Barcos de Vapor del Lago de Ginebra: www.abvl.ch
Asociación para la Preservación del Patrimonio del Lago Lemán (APL): www.patrimoine-leman.ch
“La navegación a vapor en el lago de Ginebra 1841-1941”, exposición desde el 28 de abril de 2013 hasta el 5 de enero de 2014, Musée du Léman en Nyon: www.museeduleman.ch
C. Bertola y D. Zuchuat, La edad de oro de la navegación a vapor sobre el Lemán 1841-1941, Glénat, Nyon, 2013
30 de septiembre de 2010, 18h14, Cully en Lavaux: es inhabitual, el Vevey llega tarde.
A pesar de que ha viajado 3 millones de kilómetros desde su inauguración, no parece sin aliento. Sin embargo, será dado de baja en unos pocos días. No hay suficiente dinero para pagar los gastos de renovación.
18h17: Salida, se agitan las manos para saludar; por una vez, el saludo va dirigido al buque.
19h46: En el salón de primera clase, una señora vestida con sus mejores galas al estilo de la Belle Époque sonríe.
19h57: Desembarco en Saint-Prex: los marineros han encendido las luces de emergencia, cuyo resplandor brillante hace que todo el barco se ponga de color rojo; suena el silbato de vapor del Vevey. En cubierta, protegida contra la llovizna por una capucha, una señora bebe tranquilamente su té.
21h00: Los últimos pasajeros desembarcan en Lausana. Sólo los familiares y amigos de los tripulantes permanecen a bordo.
21h52: El Vevey ha llegado a su puerto de origen. El Capitán Schaff ner baja del mirador con aire serio.
22h01: Sala de máquinas: el capitán abraza al ingeniero, que no podía decidirse a apagar “su” motor. El capitán lo hace por él.
23h17: Toda la energía ha vuelto y en el salón de primera clase, la gente se ríe y baila al compás de Smoke on the Water.
0h05: Dejo que la tripulación continúe su noche de fiesta. En el muelle, un cangrejo de río, que se habrá caído probablemente de la red de un pescador, agita sus pinzas; lo pongo de nuevo en el agua. Todavía está vivo.
Epílogo, 5 de marzo de 2013, 11h42, astillero de Bellerive (Lausana): como el ave fénix, el Vevey ha resucitado bajo las chispas de los sopletes. Se salvó gracias a una decisión del gobierno. Dentro de pocos meses volverá a navegar.
Estos son los nombres con los que se designa a los motores de tres de los cinco barcos de vapor, respectivamente, el Savoie, La Suisse y el Simplon. Al igual que los capitanes, los ingenieros tienen sus preferencias, y mala suerte para el Montreux con su máquina de vapor moderna y para el Rhône cuyo motor no ha alcanzado la perfección de sus mayores.
A pesar de tener nombres femeninos hermosos, estas máquinas nos recuerdan más bien los ciclistas campeones del Tour de France. La sala de máquinas está abierta en la parte superior, por lo que los pasajeros pueden admirar el funcionamiento de las dos bielas y escuchar los motores resoplando hasta generar toda su potencia. Y qué potencia... La Suisse genera 1.400 caballos de fuerza que le permiten propulsar sus 513 toneladas y 78 metros a una velocidad de crucero de 25 km/h, para alegría de los 850 pasajeros (como máximo).
Obviamente, este campeón suele tener mucha sed y engulle en promedio 20 litros de combustible por kilómetro. En comparación, el motor diésel de otro barco de vapor Belle Époque, el Vevey (64 metros y 297 toneladas), consume 8 litros (antes de la renovación en curso).
Los motores de los tres vapores de pura sangre ya mencionados fueron construidos siguiendo el mismo modelo, por la empresa suiza Sulzer Brothers. Se trata de un sistema compuesto que consta de dos cilindros, uno de alta presión (volumen pequeño) y el otro de baja presión (gran volumen). El vapor llega al primer cilindro a una temperatura de 280-300 °C y con una presión de 10,5 bares, donde disminuye a 1 bar, antes de pasar al segundo cilindro, que lo utiliza hasta 0,3 bares para activar la segunda biela.
Pero no deje que estos números y las imágenes de los componentes macizos le hagan pensar que estas máquinas son bestias brutas. Se trata de pura relojería: a pesar de que los rodamientos más grandes tienen 240 milímetros de diámetro, hay sólo 0,2 milímetros de espacio libre. ¡Una precisión de 1/1.200 de grado! Una décima parte de un milímetro menos, y la biela se recalienta; tres décimas de más, y golpea.
Este mecanizado de precisión requiere extremo cuidado. Como los campeones, estas máquinas deben ser masajeadas periódicamente con aceites. En el agua, este es un trabajo de tiempo completo para el auxiliar de máquinas encargado de unos 150 puntos de lubricación, que inspecciona cada 80 minutos. Hacen falta no menos de 10 litros de aceite lubricante al día para los cilindros y otros 10 litros para los demás elementos móviles.
Sólo un número más y sabrá todo lo que hay que saber acerca de estos ciclistas que surcan el lago: sus dos ruedas de paletas tienen un diámetro de entre 3,4 y 3,7 metros y, gracias a un sistema descentrado, el ángulo de ataque de las hojas de las paletas en el agua es óptimo.