Capítulo 6
Esta complicación que parece tan simple requiere una buena dosis de ingenio.
Una de las satisfacciones más grandes de los coleccionistas de relojes consiste en descubrir guardatiempos que proponen una “acción” visual sobre la esfera. Los eruditos en la materia estarán listos para replicar que todas las esferas son un teatro de palpitantes acciones, a condición, naturalmente, de que su mecanismo esté en perfecto estado de marcha. No obstante, la atenta contemplación de la aguja de minutos y de su carrera en torno a la esfera encarna probablemente una actividad un poco monótona, excepto para los apasionados más fáciles de satisfacer. En cuanto a los aficionados cuya mirada se detiene intensamente para observar el movimiento de la aguja de las horas, digamos que… no se escaparán a una puesta bajo tutela, mientras que el reloj, al igual que todos sus otros bienes terrenales, será confiscado inmediatamente para ser entregado y administrado por su curador. Para los adeptos a las prestaciones visuales excepcionales, el carrusel y los tourbillons de Blancpain ocupan, sin lugar a dudas, la cúspide de la pirámide, pues su esfera es el escenario de numerosos acontecimientos. ¡Pura acción! Dos grandes complicaciones.
¿Qué podríamos decir de una complicación menos imponente, pero agradable? ¡Citemos a comparecer al Villeret Seconde Rétrograde Date! Su esfera ofrece una fascinante animación gracias a su segundero que efectúa un movimiento retrógrado dos veces por minuto. Para los relojeros, el término “retrógrado” se aplica a una indicación que progresa a lo largo de un arco y retorna instantáneamente a su punto de partida para volver a empezar su frenética carrera. Incluso si la velocidad de desplazamiento corresponde a la de un segundero clásico, el encanto visual aumenta considerablemente con el retorno de la aguja a su posición inicial y a su puesta en marcha inmediata.
Blancpain no es la primera marca relojera que ha creado una complicación de segundero retrógrado para un reloj de pulsera, pues en los dos últimos años diversas realizaciones dotadas de este mecanismo particular han salido a la luz. A pesar de la fascinación que genera, esta complicación conlleva desafíos importantes. Las ilustraciones anteriores con movimientos retrógrados recurrían a construcciones en las que se añade una rueda al piñón del segundero pequeño. Esta rueda se engrana con un rochete que hace avanzar la aguja a lo largo de la escala de los segundos. Al llegar al término de este desplazamiento, el rochete se debe liberar de la rueda de centro, que gira constantemente, para volver a cero y engranarse inmediatamente después. Esta sucesión de operaciones genera dos problemas técnicos. El primero concierne el re-engranaje del rochete después de la vuelta a cero. Cuando las ruedas están separadas de la extremidad de la carrera del segundero y se enganchan nuevamente en el punto cero, la posición relativa de los dientes es totalmente aleatoria. En un mundo perfecto, los dientes del rochete siempre caerían en las hendiduras de la rueda de centro y la vida sería muy agradable, pues esta acción aseguraría una puesta en marcha suave y una gran delicadeza para el movimiento de la aguja.
Desgraciadamente, como sabemos, el mundo no es perfecto y también es probable que durante la vuelta a cero, los dientes del rochete choquen con los dientes de la rueda de centro y, después de un salto o dos, terminen acomodándose en una de las hendiduras adyacentes a aquellas en las que hubieran debido caer. Esta turbulenta acción cargada de baches hace temblar la aguja de segundos, sobre todo en la fase inicial de su carrera. Como el lector habrá podido imaginar, los dientes pueden caer en cualquier posición intermedia entre estos dos extremos y provocar aleatoriamente un salto más o menos grande.
La segunda dificultad estaba vinculada a las concepciones anteriores de segundero retrógrado. El conjunto de este proceso bastante arriesgado de enganche y desenganche se produce sobre el eje que está fijado al escape del reloj y representa la parte más sensible del tren de ruedas. En efecto, ¡es el centro de la medición del tiempo! Por lo cual, la regulación y la conservación de una correcta amplitud de las oscilaciones del volante se tornan más espinosas aún con este tipo de enganche y desenganche que está directamente conectado con el escape. En pocas palabras, los mecanismos anteriores de segundero retrógrado eran a la vez difíciles de fabricar, de regular y, como se ha podido observar, un poco bruscos en su funcionamiento.
Los constructores de Blancpain desarrollaron un concepto inédito y totalmente distinto para el segundero retrógrado, abandonando el principio del arrastre directo del rochete por una rueda y el del árbol fijado sobre el escape. En lugar de una rueda, el dispositivo de Blancpain recurre a una leva (o para ser más precisos, a un caracol). Y a pesar de que se emplea un rochete, éste permanece engranado constantemente a la rueda que arrastra el segundero. El caracol y el rochete siguen en contacto, uno con otro, mediante un muelle que asegura un funcionamiento tan preciso como delicado, evitando así un encuentro aleatorio entre los dientes cuando se vuelven a engranar después de la vuelta instantánea a cero.
Antes de poner en práctica esta construcción, Blancpain tuvo que resolver varios problemas. Para empezar, el rochete se mantiene contra la leva mediante un muelle en forma de espiral que garantiza la suavidad del contacto con la leva y, naturalmente, la vuelta a cero inmediata del rochete cuando la hendidura de la leva lo exige. Si el muelle es demasiado rígido, el sistema consumirá una cantidad de energía demasiado elevada, lo que comprometerá la precisión del reloj reduciendo las amplitudes del volante al tiempo que disminuye signifi cativamente la reserva de marcha del reloj. Al contrario, si el muelle es demasiado flexible, la aguja de los segundos puede efectuar un salto o una vuelta a cero sin la regularidad requerida.
En segundo lugar, el rochete también requiere de un contrapeso para conservar el equilibrio y reducir los efectos de aceleración provocados por los golpes. Este dispositivo asegura una gran flexibilidad de funcionamiento mientras que el contrapeso, en forma de lóbulo, está situado en la extremidad opuesta al brazo del rochete. El lóbulo prevé un salto de la aguja de segundos en el caso de que por cualquier motivo el reloj recibiera un golpe.
LA FIGURA 1
Ilustra la disposición del sistema de Blancpain. La pieza central de esta construcción es la pequeña leva en forma de caracol “A” que al estar fi jada al piñón de segundos gira una vez por minuto en sentido horario. El rastrillo “B” progresa a lo largo del borde de la leva “A” y, al engranar sus dientes con el piñón de la visualización de los segundos, arrastra el segundero “C” que se desplaza sobre la esfera. El muelle en espiral “D” mantiene el sistema bajo tensión.
LA FIGURA 2
Muestra que cada 30 segundos, la rotación de la leva “A” progresa hasta el momento en que el borde del rastrillo “B” alcanza la extremidad del caracol y “cae” en ese momento en una de las dos profundas hendiduras de la leva. Esta “caída” repentina engendra el inmediato retorno a cero del segundero gracias a la energía proporcionada por el muelle en espiral “D”, y el inicio de la siguiente progresión de 30 segundos.
Por último, los especialistas de Blancpain tenían que tomar una decisión con respecto al mecanismo. En este ámbito, uno de los caballos de tiro de Blancpain es el movimiento 1150 con dos barriletes y cuatro días de reserva de marcha. El 1150 palpita con una frecuencia de 21.600 alternancias por hora y, en el momento de su presentación, encarnaba un avance revolucionario, por ofrecer el movimiento automático con mayor autonomía en toda la industria relojera, lo que incitó a otros operadores a seguir la tendencia de incrementar la reserva de marcha. Para la complicación del segundero retrógrado, Blancpain eligió una variante del 1150 denominada 1160.4. Al igual que el movimiento del que se deriva, este calibre posee dos barriletes, pero palpita con una frecuencia de 28.800 alternancias por hora frente a las 21.600 del 1150. A pesar de que su reserva de marcha es un poco menor, ésta alcanza las 72 horas. El motivo es simple: como la frecuencia del 1160.4 es más elevada, la energía almacenada en el barrilete disminuye más rápido. Una cuestión matemática elemental. Este aumento de ritmo ofrece la ventaja de que funciona de manera más suave. Considerando el peso añadido por el muelle suplementario para la aguja retrógrada de los segundos, Blancpain evaluó con mucha prudencia la reserva de marcha del calibre en 65 horas, y que de ahora en adelante lleva la designación de 7663.4.
Un interesante episodio del desarrollo del sistema del segundero retrógrado de Blancpain atañía a la prueba de fiabilidad. Alain Delizée, cuyo retrato fue publicado en el número 9 de Lettres du Brassus, asumió esta parte del trabajo y puso a punto un dispositivo muy interesante para realizar la prueba. Para simular toda la existencia de movimientos retrógrados, tomó un movimiento, retiró el volante para que el mecanismo funcionara a una velocidad fenomenal y, como dice él, “dejó que se disparara”. Es interesante saber que hasta con castigos tan temibles como éste el dispositivo de Blancpain logró demostrar sus aptitudes.
El segundero retrógrado se considera una “pequeña complicación”, y decididamente corresponde a esta defi nición cuando se le compara con una repetición de minutos o con un carrusel. No obstante, por su complejo proceso de desarrollo y por los espinosos problemas que se les presentaron a los constructores de Blancpain, no cabe la menor duda de que puede ocupar un lugar de honor en la cumbre de las complicaciones.
En la colección Villeret, la complicación retrógrada se propone en dos variantes principales: una sin fecha y otra dotada de una aguja de la fecha serpentina. Ambos modelos están dotados de una caja de 41 milímetros, de oro blanco o de oro rojo. Las versiones de oro blanco lucen una esfera guilloché plateada para la versión sin fecha, y guilloché azul para la de la fecha. La variante sin fecha de oro rojo lleva una esfera guilloché negra, mientras que la que ofrece la fecha posee una esfera guilloché opalina.