Capítulo 3
Una expedición Pristine Seas de la National Geographic Society, organizada con el apoyo de Blancpain, explora los tesoros ocultos en el Ártico ruso.
Tenía los dedos congelados. El dolor era tan intenso que no sabía si todavía estaba sujetando la cámara. Tenía los labios tan entumecidos que apenas podía mantener el regulador en la boca. El agua era verde y tan turbia que no lograba ver las aletas. Seguí descendiendo hasta que desapareció el agua verde; fue como ir volando y atravesar una nube hasta llegar al otro lado y ver cómo se abre el cielo. Un universo nuevo se destapó ante mis ojos. Sobre una ladera submarina de piedra volcánica oscura crecía una selva de algas color café. Más abajo del alga, se extendía una cama de pálidas anemonas como si fuera una pradera florida. Nadando, me acerqué un poco más a la roca. Una araña marina del tamaño de mi mano se movió lentamente entre la pradera submarina, buscando una presa. Luego de cinco años de sueños y dos de preparación, estaba buceando en la Tierra de Francisco José, la cima del mundo. Sería la aventura más exigente y compleja de todas nuestras expediciones Pristine Seas.
La Tierra de Francisco José es el archipiélago más septentrional de Rusia y la masa de tierra emergente más cercana al Polo Norte, la segunda después de la punta norte de Groenlandia. En el invierno, el hielo y la nieve se extienden como un tapete sobre sus 192 islas. El mar se congela, como si encerrara las islas en una trampa blanca. El sol desaparece por seis meses, y este mundo remoto queda sumergido en una noche perpetua. Es uno de los lugares más prohibidos del planeta. En el verano, cuando el hielo del mar se derrite y el sol se mantiene por encima del horizonte durante 24 horas al día, el frío y la oscuridad se transforman en un floreciente milagro: el hielo blanco se convierte en un verde oasis.
Debido a que se trata de un lugar tan remoto y aislado, y por su ubicación estratégica durante la Guerra Fría, hasta hace muy poco la Tierra de Francisco José había estado cerrada a los forasteros. Desde comienzos del siglo XX, los únicos residentes humanos en el lugar fueron unas pocas docenas de personal militar y científico de la Unión Soviética y luego de la Federación Rusa, quienes condujeron detalladas observaciones meteorológicas y oceanográficas en el alto Ártico. ¿Y cuáles son los residentes no humanos? Osos polares, morsas, ballenas de Groenlandia, focas y cientos de miles de aves marinas.
Fuimos a la Tierra de Francisco José en una expedición Pristine Seas con Blancpain entre julio y agosto de 2013, en colaboración con el Parque Nacional Ártico Ruso y la Sociedad Geográfica Rusa. El objetivo de la expedición era vigilar la vida salvaje en la región, para evaluar los cambios a largo plazo que pudieran producirse por el calentamiento del Ártico.
Durante las cinco semanas en la Tierra de Francisco José, el equipo internacional de 40 científicos, cineastas y personal de apoyo exploró y vigiló 22 islas y llevó a cabo más de 250 inmersiones. Recolectamos información sobre la abundante presencia de algas, invertebrados, peces, morsas, osos polares y aves marinas.
Durante el verano ártico, cerca de cincuenta especies de aves marinas habitan en la Tierra de Francisco José, de las cuales algunas forman inmensas colonias de nidos, como por ejemplo en la imponente Rubini Rock. Este es un majestuoso peñasco vertical hecho de basalto cristalizado en forma de prismas hexagonales, por lo que parece un órgano gigante. A una milla de distancia, ya se escuchan los graznidos y llamados de las aves marinas. Al acercarme, podía ver tantos pájaros volando que parecían una nube gigantesca de mosquitos en un día de verano. Llevamos la embarcación tan cerca del peñasco como se pudo, y solo en ese momento la roca reveló su riqueza barroca. Gaviotas y pequeñas alcas tienen sus nidos en el rocoso peñasco y en la pendiente, aprovechando cada grieta y rincón, cada agujero debajo de las peñas, para poner huevos y tener sus crías. Cada ínfimo espacio horizontal, algunos tan pequeños como platos de postre, estaba ocupado. La apertura del hielo marino en el verano y la luz del sol permanente fomentan el florecimiento de organismos microscópicos en el mar, que son la base de la cadena alimenticia que sirve de sustento a tal cantidad extraordinaria de aves marinas.
Pero ahora las aguas árticas se están calentando, y eso facilita la migración del plancton desde el Atlántico hacia el norte. Pequeños organismos en forma de camarón, los copépodos, son la principal presa de las pequeñas alcas. Una especie de copépodo del Atlántico, más pequeño y menos nutritivo que su contraparte del Ártico, se encuentra en crecientes cantidades alrededor de la Tierra de Francisco José. Si los copépodos del Atlántico reemplazan a los del Ártico, la alimentación de las pequeñas alcas, y por lo tanto la posibilidad de alimentar a sus crías, puede verse comprometida. Este es uno de los muchos cambios que ocurren en la Tierra de Francisco José y el alto Ártico. No sabemos cuál puede ser el resultado, pero sí estamos seguros de que el Ártico del futuro será diferente del que vieron los exploradores del siglo XIX que, durante la expedición austro-húngara Tegetthoff, descubrieron estas islas y las bautizaron con el nombre de su emperador.
Hasta principios de 1990, había hielo por todo el archipiélago de la Tierra de Francisco José, aun en el verano. Pero cuando llegamos allí en el verano de 2013, no había hielo marino. Estábamos parados en el cabo Fligely, en Rudolph Island, el punto más al norte en la Tierra de Francisco José, y lo único que pudimos ver fue agua azul, hasta el horizonte. Cerca de la embarcación vimos un oso polar, parado en una roca negra, entre el borde de un glaciar y el mar. Echamos al agua una de las lanchas pequeñas y nos acercamos al oso. Detrás de él, el glaciar se estaba derritiendo y cayendo como una cascada al mar. Parecía que el oso también estuviera buscando el hielo, confundido por los cambios de su entorno. Sin este, las focas se han ido, y los osos polares deben depender de una dieta basada casi en su totalidad en aves marinas, sus huevos y grama.
Pese a la falta de hielo marino, la Tierra de Francisco José sigue siendo un extraordinario refugio para la vida salvaje del Ártico, que incluye otro gigantesco animal, la morsa del Atlántico. Después de la foca elefante, la morsa es la segunda especie más grande dentro de los pinnípedos. Los machos adultos pueden llegar a pesar hasta una tonelada y media.
Me encanta sumergirme con tiburones y otros animales grandes. Bucear al lado de ballenas es particularmente emocionante porque son los animales más grandes del océano. Estar cerca de ellos me une más a la vida, se me ponen los pelos de punta, y sin embargo es seguro. Pero había un animal grande en la Tierra de Francisco José con el que no estaba seguro si podría bucear. La morsa. Las morsas son enormes montañas de grasa protegidas por largos colmillos de marfil. Puedo imaginar los primeros humanos que vieron a estos mamíferos. Debieron pensar, sin duda, que eran monstruos marinos. Vinimos a la Tierra de Francisco José con la intención de bucear con ellas.
Cerca de la antigua estación de investigación soviética de Tikhaya, nos pusimos ropa seca, bajamos los tanques y las cámaras por una precaria escalera para ir desde la nave nodriza hasta la zódiac. Hicimos un recorrido de media hora hacia el oeste, hacia una pequeña isla donde nos dijeron que había un grupo de morsas. Efectivamente, ahí estaban, y pudimos olerlas antes que verlas. Eran cerca de 300 las que estaban acostadas, perezosamente, en la playa. Había machos, hembras y crías de dos meses. Nos acercamos a la playa en la zódiac, de la manera más silenciosa posible. Varias morsas que estaban en el agua vinieron a inspeccionarnos. Tienen bigotes muy sensibles, pese a ser apenas como un nylon de pesca grueso. Con mucho cuidado, bajamos las cámaras con una vara, para ver cuál era su comportamiento, antes de decidir si nos metíamos al agua. De manera casi inmediata, cuatro de ellas se acercaron a examinar el bote. A medida que se acercaban, podíamos ver su inmenso tamaño. Una hembra grande pasó muy cerca de nosotros, tocó el lente de la cámara con los bigotes y, dando la vuelta rápidamente, se alejó nadando sorprendida y aparentemente asustada por la sensación del vidrio en ellos. Las demás se sumergieron y desaparecieron. Esperamos a que volvieran a salir a la superficie. Nos preocupó un poco ver que dos de ellas nadaban debajo de la zódiac. De repente, un macho salió a la superficie tan cerca que su resoplido alcanzó a mojarme. Sacando un tercio de su cuerpo del agua, parecía una montaña con impresionantes colmillos. Volvió a sumergirse y se alejó. En ese momento decidimos que era mejor posponer el buceo.
La Tierra de Francisco José es un zakaznik, una reserva natural manejada por el Parque Nacional Ártico Ruso. Después de la expedición, el parque remitió una propuesta al Ministerio Ruso de Recursos Naturales y Medio Ambiente para que le diera a la Tierra de Francisco José y sus aguas circundantes el estatus de Parque Nacional. Como la disminución del hielo marino en el verano favorecerá el aumento de la navegación, la explotación petrolera y el desarrollo en el Ártico, esta es una excelente oportunidad para Rusia de proteger uno de los últimos lugares del planeta que todavía se asemejan al mundo durante la última edad de hielo. La Tierra de Francisco José es un territorio experimental viviente donde se puede observar cómo la vida salvaje del Ártico se adaptará al calentamiento global. Garantizar que este precioso refugio se mantenga a salvo de los impactos directos del ser humano hará que Rusia sea líder en la conservación del Ártico, y enviará una fuerte señal a otras naciones para que sigan su ejemplo.
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Uno de los capítulos principales del Compromiso con los Océanos del que forma parte Blancpain (Blancpain Ocean Commitment) son las expediciones Pristine Seas de la National Geographic Society. En 2011, Blancpain entró como Socio de Misión y fue la primera empresa en brindarles apoyo fi nanciero. Desde entonces, la manufactura de Le Brassus ha patrocinado ocho expediciones, incluyendo la de la Tierra de Francisco José, relatada por el Dr. Enric Sala en el artículo anterior. Este compromiso permanente de Blancpain permite que la colaboración avance hacia el futuro. Además del apoyo fi nanciero, Marc A. Hayek, CEO de Blancpain, es miembro de la Junta de Asesores de Pristine Seas. Lo que realmente reconforta es ver cómo estos esfuerzos han dado resultados concretos en materia de protección y conservación. Uno de los logros de las expediciones Pristine Seas ha sido obtener acuerdos gubernamentales firmes para la protección de más de 1,6 millones de kilómetros cuadrados de océano. Es un orgullo para Blancpain haber sido parte de esta noble causa.