Capítulo 8
La historia de siete generaciones de la familia Gros en la aldea más prestigiosa de Borgoña.
Es poco probable que incluso un neófito en el mundo del vino confunda los borgoñas y los burdeos. Para empezar, porque esas dos veneradas regiones vinícolas no solo están muy alejadas geográficamente una de otra, sino porque además en ellas no se cultivan las mismas variedades de uvas y, como esas variedades se expresan enérgicamente en voces características, es escaso el riesgo de que se las confunda en catas a ciegas. Mas si eso no bastase para distinguirlas, echen a hurtadillas un vistazo a las botellas: las de Burdeos, con sus marcados hombros, contrastan clarísimamente con las de los borgoñas que carecen de hombros.
Marcar los elementos de esta lista de diferencias entre los vinos de Borgoña y Burdeos es informativo y, desde luego, está al alcance de cualquier aficionado al vino francés, pero deja fuera precisamente el elemento que los conocedores, o, mejor dicho, los fanáticos, de los caldos de Borgoña ponen por encima de todo lo demás: la gente. Por magníficos que sean sus vinos, los châteaux de Burdeos son grandes negocios, cuyos propietarios son cada vez más frecuentemente conglomerados: compañías de seguros, grupos de productos de lujo, casas de modas. Las fincas de Borgoña, en cambio, siguen siendo pequeñas empresas familiares, cuyas raíces a menudo se remontan a varias generaciones en los distintos municipios. Eso hace que, para los catadores con criterio, un borgoña no solo expresa la denominación concreta del lugar en que se cultivaron las uvas, sino asimismo la personalidad y la “fi losofía” de la familia que lo hizo. Muchas veces se oye la frase “C’est l’homme qui fait le vin” (el hombre es quien hace el vino). Dicho de otro modo: quien desee comprender realmente el borgoña, que estudie a fondo los mapas de los viñedos y aprenda las denominaciones, pero que estudie aún más a las personas y las familias que hacen esos vinos artesanales siempre enigmáticos.
Un buen ejemplo de esto es la borgoñona familia Gros. La zona cero de los Gros es el pueblo de VosneRomanée. Aunque hay gentes partidistas inclinadas a organizar campañas enérgicas para situar los Chambertin o, acaso, los Musigny en la cima de los grandiosos borgoñas tintos, se atribuye casi universalmente el primer lugar a Vosne-Romanée, con sus históricos viñedos Romanée-Conti, La Tâche, Richebourg y Romanée-Saint-Vivant. Como dijo el célebre crítico de vinos Hugh Johnson, con clásico comedimiento expresivo británico, “no hay vinos corrientes en Vosne”. Hoy día, en el pueblo hay tres ramas de la familia Gros: las fincas Domaine Michel Gros, Domaine Gros Frère et Sœur y Domaine Anne Gros. Hay una cuarta, Domaine Anne-Françoise Gros, pero, aunque produce vinos de la denominación, su propietaria vive en Pommard. En esta carta nos ocuparemos de las tres ramas de la familia que aún residen en el pueblo de Vosne-Romanée.
Los Gros llevan viviendo en Vosne-Romanée desde 1830, cuando Alphonse Gros adquirió la que había sido morada de dom François Trouvé, el superior de la abadía de Cîteaux. Si están versados en las tradiciones de las abadías cistercienses, sabrán ustedes que el Clos de Vougeot (el viñedo de Vougeot, situado al lado mismo de Vosne-Romanée) y la abadía de Cîteaux estuvieron vinculados históricamente y los conocedores de quesos franceses nos dirán que cîteaux es el nombre de un queso untuoso que se parece algo al reblochon. Originalmente, las actividades de la familia Gros fueron las de un négociant, un comerciante que compra vinos hechos por otras personas, los embotella y los vende.
Todo eso cambió en abril de 1860, cuando una de las parcelas más preciadas de Vosne-Romanée, el viñedo premier cru (la categoría más alta) de Clos des Réas, fue subastada a raíz de la muerte de su propietario, que, tras haber unido todo el viñedo en los años 1820 (el único viñedo Vosne-Romanée premier cru en una sola fi nca), falleció sin dejar herederos. Con una oferta de 25.000 francos oro (equivalentes al precio al detalle de unas 7.000 botellas) financiada por su padre, Louis Gustave Gros pasó a ser el dueño de Clos des Réas, que se extiende a partir del centro del pueblo hacia el extremo meridional del municipio. Louis Gustave fue un adelantado, ya que estuvo entre los primeros viticultores propietarios de la región de Côte-d’Or en embotellar y vender su propio vino. Aunque hoy día es habitual la práctica de cultivar, vinificar y vender, lo que los franceses llaman “vinos en la finca”, en lo que respecta a los mejores crus, en aquel entonces lo corriente era que vendieran su vino a granel a comerciantes que lo embotellaban y vendían. Su Clos des Réas se vendía con el nombre de Domaine Gros Guenaud, al haber añadido el apellido de su esposa. La compra del Clos des Réas solo fue el primer paso, al que siguieron otras importantes adquisiciones, algunas hechas por Louis Gustave y otras por su hijo, Jules, las de partes de los famosos viñedos grand cru Richebourg (en 1882), Grands Échézeaux, Échézeaux y Clos de Vougeot (1920).
La Primera Guerra Mundial cobró un gran tributo a la familia de Jules. Un hijo, Gustave, resultó muerto, y el otro, Louis, herido gravemente en una pierna, quedó inválido por el resto de su vida. A pesar de su lesión, Louis guió la empresa vinatera Gros en épocas turbulentas —la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Aunque sus vinos producían menos ingresos que lo que costaba mantener las viñas, Louis sacó adelante a su familia y conservó intactos sus viñedos gracias a sagaces inversiones y a incursiones en el mundo del cine.
Actualmente, cuatro fincas y vinos Gros proceden de los cuatro hijos de Louis: Jean, Colette, Gustave y François. Lo sorprendente, si examinamos la evolución de las tres que quedan en el pueblo de VosneRomanée, es la manera como los miembros de la familia han permanecido ligados a la tierra, resistiendo las tentaciones de vender. Aun más digno de señalar es cómo se ha conseguido mantener a raya las fuerzas conjugadas de las leyes en materia de herencias —la división entre los hermanos y los impuestos de sucesión—, lo que ha permitido a los descendientes de Jean, Colette, Gustave y François no solo conservar una tradición vinícola de 150 años en el pueblo, sino hacer las inversiones necesarias para elevar la calidad de los vinos.
Domaine Michel Gros / Domaine Jean Gros.
Jean fundó el Domaine Jean Gros. Desde los años 1950 hasta 1996, Jean y su mujer, Jeanine, crearon la fama de su viña Clos des Réas, añadieron una parcela adyacente denominada Aux Réas (a pesar de estar al lado, Aux Réas es una viña que produce vino “de village”, de pueblo, no un premier cru como Clos des Réas) y modernizaron sus métodos de cuidado de las vides sustituyendo los caballos por tractores. Jeanine, que se dedicó a los aspectos comerciales de la empresa, fue además alcaldesa de Vosne-Romanée de 1971 hasta 1995. Al flaquear la salud de Jean en 1975, su hijo mayor, Michel, que aquel mismo año había obtenido el diploma del Lycée Viticole de Beaune (la escuela de enología de Borgoña), asumió las tareas más onerosas de la elaboración del vino. Cuando Jean y Jeanine se jubilaron, en 1996, dividieron sus tierras en tres lotes de valor similar, que anotaron en sendas tiras de papel dobladas para que no se pudiesen leer; cada uno de los tres herederos, Michel, Bernard y Anne-Françoise, sacó una del sombrero en que sus padres las habían depositado. La de Michel puso en sus manos el viñedo donde empezó todo, Clos des Réas. A partir de esa añada del 96, comenzó a etiquetar Domaine Michel Gros los vinos que había heredado.
A pesar de poseer una pequeña parcela de varios grands crus, señaladamente Richebourg, Clos des Réas, la primera viña de la familia Gros, es el producto bandera de los vinos de Michel Gros. Conforme a la tradición, Clos des Réas es un monopolio, es decir que Michel posee todo este viñedo premier cru. Como en la época en que lo compró Louis Gustave hace más de siglo y medio, es el único premier cru de Vosne que es un monopolio.
La “filosofía” de Michel en lo que respecta a la fabricación de vino es obra totalmente suya, pues Jean, su padre, se abstuvo de imponer sus imperativos cuando Michel tomó las riendas en 1975. Hace vino bajo su nombre desde 1979, pero en realidad todos los vinos producidos desde el 75 son suyos, aunque en la etiqueta aparezca el nombre de su padre. (Los primeros vinos producidos bajo su nombre eran de una denominación Hautes Côtes de Nuits; el Clos des Réas bajo su propio nombre empezó en 1996.) El hecho de que Jean no le diese instrucciones concretas no signifi ca que se haya roto drásticamente con el pasado en lo relativo a la técnica. Se conservan y se han mejorado los elementos básicos del estilo de Jean Gros. Por ejemplo, Michel también reduce al mínimo el artifi cio y respeta las cualidades del fruto tal y como llega de la viña. Ahora bien, como la modernidad no choca forzosamente con los valores tradicionales, ha sacado plenamente partido de los aparatos avanzados de control de la temperatura. La circunspección es la consigna en su manera de hacer el vino. Elimina completamente los escobajos porque cree que como nadie se come los tallos de las uvas, ¿por qué hacer vino con ellos? Del mismo modo, modera el porcentaje de nuevas barricas de roble, que varía entre el 50% y el 60% en sus premiers crus según la añada. Con casi cuarenta años de experiencia, Michel no se deja infl uir por los críticos de vinos y no se presta al juego de las clasifi caciones. Confía en su gusto y se atiene a él cuando crea sus vinos.
Bernard Gros / Domaine Gros Frère et Sœur.
Bernard es aviador y le encanta supervisar los viñedos desde su helicóptero, una decisión inteligente porque la capacidad que esos aparatos tienen para mantenerse inmóviles en el aire permite inspeccionar pausadamente los microscópicos viñedos borgoñones, que bajo un aeroplano normal quedarían atrás en pocos segundos. La obsesión por los detalles y la disciplina que entraña el vuelo caracterizan su manera de abordar la fabricación del vino. Bernard es un perfeccionista, como nos lo confirma una visita a sus vides o a su bodega, en las que se pueden apreciar la minuciosa reflexión y el estudio que consagra a su manera de hacer vino. Por ejemplo, en Côte de Nuits se sigue casi universalmente la práctica de plantar las hileras de vides conforme a una orientación este-oeste. Bernard cree en una orientación norte-sur porque así la exposición al sol es más pareja en toda la hilera, lo que hace que las uvas maduren de manera más uniforme, además de que es menor la erosión del suelo. Naturalmente, esas ventajas pueden tener sus inconvenientes. Hay mayor riesgo de daños por el pedrisco porque los vientos tempestuosos prevalecientes golpean a las hileras de costado. Como su hermano Michel, saca gran partido de los aparatos avanzados de control de la temperatura y de las bombas modernas, inspiradas en dispositivos médicos, que, al haber sido diseñadas sin rotores, agitan el vino más delicadamente que los diseños habituales.
Aunque él y Michel están muy apegados —las familias cenan juntas una vez por semana—, cada hermano sostiene fi rmemente sus propias ideas sobre cómo hacer el vino. Por ejemplo, el límite impuesto por Michel de entre el 50% y el 60% de nuevas barricas de roble no lo sigue Bernard, que solo emplea roble nuevo en todos sus crus de prestigio. En cambio, los dos siguen la misma regla con respecto a los escobajos: suprimen totalmente los tallos de los racimos.
Los dos hermanos comparten el haber debido comenzar su carrera profesional inesperadamente. Gustave, que con su hermana Colette había constituido el Domaine Gros Frère et Sœur, cayó repentinamente enfermo en 1980 y Bernard tuvo que reemplazarle apenas quince días después de haber concluido el servicio militar obligatorio. Gustave falleció cuatro años más tarde. Actualmente, Bernard vive en la casa de Colette en el pueblo y administra los viñedos con ayuda de su hijo Vincent (que representa la séptima generación de Gros viticultores en Vosne): una combinación complicada. Algunos de ellos, que fi guraban en la tira de papel que sacó a suertes, son los que heredó de su padre, Jean. Otros son propiedad legalmente de sus hijos, de los hijos de Michel y de Colette. A pesar de ello, todos son cultivados, vinifi cados y embotellados con el nombre de Gros Frère et Sœur y son “vinos de domaine”. El conjunto es majestuoso: una parte de Richebourg en la parte superior de la ladera; Clos de Vougeot Musigni, también arriba en la ladera y dentro de los muros del château e inmediatamente adyacente al famoso viñedo de Chambolle-Musigny (las vides situadas arriba en la ladera son consideradas por todo el mundo de mejor calidad que las que se encuentran más abajo); Grands Échézeaux y Échézeaux. No hay la menor huella de humor cuando Bernard dice que su “mejor vino es el que haré mañana”.
Domaine Anne Gros / Domaine François Gros.
El que Anne tomase el timón, como debieron hacerlo sus primos Michel y Bernard, se debió a la enfermedad. Tras cursar un aprendizaje con Michel dos años antes, Anne asumió la responsabilidad de su primera añada en 1987. Para ella fue un salto enorme porque hasta entonces se había dedicado a estudiar literatura. Aquel cambio radical en su vida, el pasar a ser viticultora, hizo que acudiese al Lycée Viticole de Beaune mientras trabajaba a tiempo completo en la finca. Una vez por semana tomaba clases en la universidad de enología. A pesar de la inclinación de esa escuela hacia los aspectos técnicos de la fabricación de vino, Anne no ha dejado que la ciencia vitivinícola asfixie lo que a su parecer es una actividad emocional. Tiene una visión romántica del vino y busca que los caldos que produce expresen el sentimiento que ella experimenta por los pámpanos, las uvas y los viñedos. Anne explica que su manera de enfocar la cuestión es mediante “observación y adaptación”. Se esfuerza por extraer de cada una de sus parcelas toda la expresión de lo que ella siente acerca del suelo y el año. Algo en lo que sí se ha empeñado formalmente ha sido el cultivo ecológico de sus viñas, para lo cual ha seguido cursos en los que se enseñan esos métodos. Aunque no es 100% ecológica, evita los herbicidas y utiliza enfoques ecológicos siempre que puede. Por ejemplo, aplicando lo aprendido en esos cursos, se sirve de técnicas biológicas para combatir las malas hierbas preparando su propia mezcla de simientes, que bloquean los yerbajos sin perjudicar las vides.
Por muy claro que haya tenido cómo enfocar la producción de vino, hacer realidad sus sueños ha supuesto una verdadera lucha. Cuando asumió plenamente la tarea con todo su peso, se dio cuenta de que carecía de recursos y de clientela, por lo que se vio obligada a vender los dos primeros años de producción a négociants. Luego, en 1990, tomó la gran iniciativa de embotellar y vender su vino con el nombre de su finca, del que entonces también formaba parte el nombre de su padre. Cinco años después, volvió a cambiar el nombre y lo redujo al suyo, Domaine Anne Gros. Aquella decisión fue muy atrevida y le impuso cargas enormes: no podía comprar todos los materiales que necesitaba; incluso carecía de tractores para trabajar las vides. Afortunadamente, pudo contar con la ayuda de sus primos Michel y Bernard. Por si fuese poco, además tenía tres hijos que criar.
La palabra clave era gradualismo: Anne fue adquiriendo sus máquinas y construyó paulatinamente su edifi cio y su bodega en el pueblo. Al mismo tiempo, multiplicó por dos la superfi cie de sus tierras. Un último cambio: su hija, Julie, otro miembro de la séptima generación, ahora trabaja junto a ella.