L-EVOLUTION C Tourbillon Carrousel

Antes de sumergirnos en los meandros del movimiento, que se caracteriza por sus audaces contornos y sus superficies inclinadas, detengámonos un breve instante en la caja, considerablemente alejada de los diseños anteriores de la época moderna de Blancpain. En los últimos treinta y cinco años, la Manufactura ha demostrado su apego y fidelidad hacia las cajas redondas en las colecciones masculinas; por eso al observador avezado le llamará la atención inmediatamente que los modelos C abandonan esta regla, ya que su caja en platino cepillado se caracteriza por unas protuberancias atléticas ubicadas a la altura de las 12, las 3, las 6 y las 9 horas. Esta apariencia inédita se acentúa aún más en los ángulos agudos, situados en los puntos de encuentro de las asas y la caja. El brazalete, que adopta perfectamente las formas del reloj, también destaca por su intrépido diseño.

Si bien la línea de la caja, las asas y las ataduras del brazalete expresan una enorme fuerza, la identidad visual de este reloj está dominada por la nueva estética del movimiento. Los ingenieros de Blancpain concibieron puentes calados con ángulos marcados que se perciben a través de la esfera reducida a un realce. En el anverso del reloj, las amplias aperturas en la platina permiten contemplar el tourbillon y el carrusel, así como los barriletes y los componentes esenciales del tren de ruedas. Aunque el L-evolution C Tourbillon Carrousel está equipado con la misma combinación que el Tourbillon Carrousel de 2013 –un tourbillon siete días y un carrusel siete días asociados a un movimiento de cuerda manual–, el nuevo modelo necesitó que se replantearan completamente los principales elementos del mecanismo. En este sentido, abundan los detalles decorativos. Armonizados con ángulos marcados y un fino calado, los bordes de la platina y de los puentes están netamente delimitados y lucen un acabado arenado finamente granallado, conocido con el nombre de grenaillage. Su apariencia audaz y contemporánea guarda, no obstante, un sorprendente vínculo con las tradiciones relojeras que florecieron hace más de doscientos años. Al final del siglo XVIII y a lo largo del XIX, los relojeros apreciaban sobremanera la técnica del granallado, que en aquel entonces se realizaba con mercurio. Este acabado decorativo se aplicaba, por lo general, en las platinas y en los puentes para proteger eficazmente el mecanismo de la corrosión. En la actualidad ya no se utilizan ni el oro ni, por supuesto, el mercurio, pero el granallado dota de una imagen extremadamente moderna al movimiento, en particular cuando adopta un color oscuro que se obtiene mediante un proceso galvánico. La forma de los tornillos es otro detalle que muestra la atención que Blancpain otorga a la estética: en lugar de utilizar tornillos clásicos de cabeza redonda, se han elegido para este modelo otros con cabeza de contorno hexagonal.