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Capítulo 9

Marilyn y el Gran Lobo Feroz

Larry Schiller, comentarios recogidos por Jeffrey S. Kingston

Autores del capítulo

JEFFREY S. KINGSTON

Autores del capítulo

JEFFREY S. KINGSTON
Marilyn y el Gran Lobo Feroz
Marilyn y el Gran Lobo Feroz
Número 20 Capítulo 9
 Larry Schiller en el plató con Marilyn Monroe a principios de los años 60.

Larry Schiller en el plató con Marilyn Monroe a principios de los años 60.

El gran público conoce muchos de los hitos más importantes de la vida de Marilyn, pero Schiller OFRECE una visión POCO CONOCIDA de ella como persona.

Los hitos de la vida de Marilyn Monroe siguen brillando casi 60 años después de su muerte. Están grabados en nuestra memoria y en nuestra cultura. Sus fotos, sus personajes inocentes en las películas, sus matrimonios con Joe DiMaggio y Arthur Miller, su Happy Birthday, Mr. President dedicado a John F. Kennedy, su muerte trágica en 1962. Hay otro hecho memorable, aunque quizás menos conocido: el reloj de Marilyn era un Blancpain engastado con diamantes. Todos son recuerdos poderosos; sin embargo, ¿revelan muchas cosas de cómo era ella como persona? ¿Era realmente la rubia frívola que se veía a menudo en las películas? ¿Era, como algunos en Hollywood, distante y poco considerada con los que la rodeaban? ¿Era inteligente, espiritual, ingeniosa, ocurrente y con respuestas para todo? ¿Quién era realmente la mujer nacida como Norma Jean y que el mundo recuerda como Marilyn Monroe? 

Larry Schiller empezó su carrera trabajando como fotógrafo para importantes revistas como Look, Life, The London Sunday Times y Paris Match. Más adelante destacó como realizador de películas y como escritor, llegando a ganar un Óscar, un Emmy y el premio Pulitzer. Al principio de su carrera, con solo 23 años, conoció a Marilyn Monroe en el plató de la película Let’s Make Love, coprotagonizada por Yves Montand. Durante los dos años siguientes mantuvo un contacto privilegiado con Marilyn, a menudo en ambientes relajados. Usando su talento especial para hacer que las personas que fotografiaba se sintieran cómodas, Schiller pudo apreciar aspectos de ella que iban más allá de los conocidos por el público en general. A partir de sus vívidos recuerdos, a modo de viñetas, Schiller perfila un retrato notable e íntimo de la vida y el carácter de esta compleja mujer. 

Su mente aguda se manifestó segundos después de su primer encuentro. Cuando el agente publicitario del estudio presentó a Schiller como el fotógrafo de la revista Look, su respuesta fue inestimable: «Hola, Larry de Look, soy Marilyn». Schiller ya no recuerda de dónde lo sacó ni cómo le vino a la cabeza, pero soltó: «Y yo soy el Gran Lobo Feroz». Sin dudarlo un segundo, Marilyn le contestó riendo: «Eres demasiado joven para ser tan feroz». Este primer duelo de espíritus marcó el tono de su trabajo conjunto en el futuro. Schiller se convirtió en el Señor Lobo. Más tarde, después de unos meses sin verse, ella le dijo de improviso: «¿Te has vuelto más feroz?». Olviden los clichés sobre Marilyn como una rubia un poco loca y superficial; era ocurrente y tenía una respuesta para todo.

En ocasiones posteriores, Schiller vio su lado más profundo. Marilyn gravitaba en torno a intelectuales, como el dramaturgo Arthur Miller, con el que contrajo matrimonio. Definitivamente, no era una cabeza hueca. Schiller pudo apreciar la inteligencia de Marilyn en una velada en casa del actor Peter Lawford, en el sur de California. Marilyn se encontraba en una esquina, manteniendo una intensa conversación política con el historiador Arthur Schlesinger sobre el comunismo y la invasión fallida de Cuba en la ya tristemente célebre bahía de Cochinos. No solo absorbía cada palabra y cada punto planteados por el intelectual, sino que respondía con autoridad a sus comentarios haciendo sus propias observaciones, serias y profundas. De hecho, insuflaba cierta gravedad a sus propuestas, bajando su voz a un registro jamás escuchado en sus películas.

Muy pocos saben que Marilyn era una lectora apasionada. Devoraba libros con avidez y cultivaba vínculos con autores como el poeta Carl Sandburg. Marilyn había leído su biografía detallada del presidente Abraham Lincoln y había pedido comentarla con él. En una de las visitas de Schiller a la casa de Marilyn en Brentwook, ella saltó, resplandeciente, y exclamó: «¿Adivina quién viene a pasar un tiem­- po aquí? Es un escritor». Hablaba de Sandburg, que por aquel entonces tenía 84 años. Más tarde, Schiller vio fotos de los dos bailando juntos en una fiesta en el apartamento del productor Henry Weinstein.

Marilyn no solo era una pensadora profunda capaz de mantenerse entre las élites intelectuales, también era una mujer de negocios inteligente y hábil. Era una empresaria que había que tomar en serio y respetar, y que fundó y dirigió su propia empresa de producción. Entendió perfectamente que competía con otras actrices de su época por los recursos de promo­- ción de los estudios: Katharine Hepburn, Lee Remick, Joan Crawford y Bette Davis, todas protagonistas importantes de películas rodadas al mismo tiempo que las suyas. Sabía que su carrera dependía de su capacidad de superar a sus rivales, por lo que consiguió que la publicidad la cata­pultara a la fama por encima de las demás. Elizabeth Taylor ya había acaparado la atención, además de todos los recursos del estudio, con su intensa aventura romántica con Richard Burton durante el rodaje de Cleopatra. Marilyn sabía que una historia de amor similar en la prensa rosa era una carta que no podía jugar en aquel momento. Durante el rodaje de la película Something’s Got to Give, con Dean Martin y Wally Cox, Schiller le habló de las fotos que le quería tomar con este último. Marilyn se dio cuenta de que aquello no tenía sentido y le dijo al fotógrafo: «Lo que quieres es un splish splash». Efectivamente, la película incluye una escena en la que Dean Martin mira hacia abajo desde un balcón mientras ella nada en la piscina. Splish splash, en aquel contexto, significa que Marilyn vio la ocasión de llamar la atención de la prensa con fotos provocadoras de ella tomadas en la piscina construida en el set del estudio. Sabía que tenía que mostrarse de una manera que el público no pudiera ignorar.

Era de una naturaleza muy resolutiva. Schiller relata una ocasión en que había tomado unas fotos de Marilyn en el plató y las quiso someter a su aprobación. Al ver las planchas de contacto, ella sonrió maliciosamente y dijo: «Vamos a buscar a Dom». Desconcertado, Schiller la acompañó en su descapotable mientras conducía por el famoso Sunset Strip de Los Ángeles. Aparcó frente a una lujosa tienda de vinos y licores del barrio. Al salir, se dirigió al coche con «Dom» (de Dom Pérignon) envuelto en una bolsa de papel. Bebiendo de la botella y visiblemente divertida, revisó las imágenes y cortó en dos con unas tijeras las que no le gustaron. Schiller recuerda que sus juicios eran acertados. Tenía un ojo agudo para elegir las mejores fotos y no dudaba en rechazar inmediatamente el resto. 

 Marilyn con el actor Wally Cox.

Marilyn con el actor Wally Cox.

Marilyn Monroe BUSCABA LA COMPAÑÍA de intelectuales y LEÍA MUCHO.

Marilyn y el Gran Lobo Feroz

Marilyn Monroe: «He salido en un calendario, pero nunca HE LLEGADO A TIEMPO».

Se conocía a la perfección y sabía cómo aparecer en las fotografías. ¿Es habitual que una persona dé órdenes al fotógrafo? Marilyn lo hacía. En varias ocasiones, cuando Schiller preparaba una fotografía, ella le decía que estaba en el lugar equivocado, que la foto saldría mejor desde otro ángulo. Y tenía razón. Tener un espejo a mano también ayudaba. En lugar de girarse hacia él para posar, se miraba en el espejo. Cuando le preguntaban por qué, respondía: «Siempre encuentro a Marilyn en el espejo».

Su inteligencia y su conciencia de sí misma no hacían que fuese más fácil trabajar con ella. Al contrario, por lo general llegaba tarde al plató durante los rodajes, a menudo con muchas horas de retraso, dejando al realizador, a los otros actores y al equipo furiosos (sin mencionar a los ejecutivos del estudio, que calculaban mentalmente los costes añadidos causados por los retrasos). Su tendencia a llegar siempre tarde era tan notoria que Peter Lawford, animador de la célebre velada en la que cantó para el presidente Kennedy, integró esta noción en su presentación. Mientras el grupo de músicos tocaba una melodía de fondo, anunció: «Y aquí está Marilyn». Pero nadie apareció en el escenario. Después de unos instantes, volvió a proclamar: «Aquí está Marilyn». Mismo resultado. Por último, por tercera vez anunció: «And here’s the late Marilyn Monroe», bromeando con el adjetivo inglés late, que significa tanto «difunta» como «tarde». El público estaba entusiasmado y el escenario a punto, así que salió ella con su célebre vestido para cantar con voz sensual Happy Birthday, Mr. President. Incluso se permitió una nota de autoburla al proclamar: «I’ve been on a calendar, but have never been on time» («He salido en un calendario, pero nunca he llegado a tiempo»).

Muy pocas estrellas han sido aclamadas por su manera de tratar a la gente común, pero en este sentido Marilyn era distin- ta. Incluso en su primer encuentro con Schiller, mostró interés por un fotógrafo que acababa de conocer. Mientras Schiller tomaba fotos en su camerino, ella se dio cuenta de que mantenía el ojo izquierdo abierto mientras enfocaba su cámara con el derecho. Normalmente, como es natural, los fotógrafos cierran el ojo que no está apoyado contra el visor. Schiller le explicó que había perdido la vista de ese ojo cuando era niño. Como cualquier persona bondadosa, Marilyn insistió en que le contara su accidente. En otra ocasión, Schiller tuvo que quedarse hasta tarde para fotografiarla y ella sabía que se acababa de casar y que tenía una esposa y un recién nacido en casa. Se preocupó por él: «Trabajas hasta tarde… Tu esposa debe de estar esperándote». Schiller insistió en quedarse hasta el final de la sesión. Sin que nadie se diera cuenta, Marilyn hizo que le llevaran a la esposa de Schiller un ramo de doce rosas y una nota de su parte. Al día siguiente, cuando Schiller llegó al set, le llevó una de las rosas. Marilyn se la puso detrás de la oreja, enhebrada en su cabello, y le respondió: «Me alegra haberte evitado una disputa».

 Marilyn con la coach de actores Paula Strasberg.

Marilyn con la coach de actores Paula Strasberg.

Marilyn no solo era INTELIGENTE, sino que también tenía una gran consciencia de sí misma. «Siempre encuentro a Marilyn en el espejo».

Reloj Blancpain de Marilyn Monroe.

Reloj Blancpain de Marilyn Monroe.

Blancpain RINDIÓ HOMENAJE a Marilyn Monroe con una exposición especial en su boutique de Nueva York.

Otra de sus cualidades era la capacidad para dejar la celebridad a un lado y vivir como una persona corriente. Schiller recuerda las visitas a su casa de Brentweek (un barrio muy animado de Los Ángeles), donde encontraba a una Marilyn vestida sin glamur, los cabellos despeinados, ocupándose de su jardín y, en otra ocasión, pidiéndole su opinión sobre los colores de las muestras, dispuestas en el suelo, de los azulejos para reformar la cocina. Incluso en presencia de invitados importantes, como Bobby Kennedy (entonces fiscal general de los Estados Unidos) y su principal asistente, Ed Guthman, podía darse un baño en su piscina de la forma más natural, sin ninguna pretensión.

Schiller tiene claro por qué Marilyn es hoy más célebre de lo que fue en vida. A diferencia de otras bellezas de la época, Marilyn era seductora y atractiva de una manera que no ofendía al resto de mujeres. Tal vez era la inocencia de Norma Jean la que brillaba a través del velo de Marilyn Monroe. Los dos años que pasó fotografiándola cambiaron la vida de Schiller. Todavía piensa en ella con frecuencia. Su presencia sigue viva aún hoy.
 
Blancpain rindió homenaje a Marilyn Monroe con una exposición especial en su boutique de Nueva York. La noche de la inauguración, la actriz Naomi Watts estaba entre los invitados. La exposición comprendía fotografías tomadas por Schiller y otros cronistas de su vida, los vestidos célebres que llevó y otros recuerdos, entre ellos una silla de plató usada en uno de sus rodajes. La pieza central, rodeada de pétalos de rosa, fue el reloj Blancpain engastado con diamantes de Marilyn. Schiller entretuvo a los invitados con sus recuerdos de la estrella.

Inauguración de la exposición de Nueva York, con un descapotable americano de la época para crear un ambiente años 60.

Inauguración de la exposición de Nueva York, con un descapotable americano de la época para crear un ambiente años 60.


EDITORIAL
Blancpain SA
Le Rocher 12
1348 Le Brassus (Suiza)
Tel.: +41 21 796 36 36
www.blancpain.com
www.blancpain-ocean-commitment.com
info@blancpain.com


COMITÉ DE REDACCIÓN
Marc A. Hayek
Andrea Caputo
Christel Räber Beccia
Jeffrey S. Kingston


RESPONSABLE DE PROYECTO
Christel Räber Beccia


EDITORES JEFE
Christel Räber Beccia
Jeffrey S. Kingston


AUTORES DE ESTE NÚMERO
Laurent Ballesta
Jeffrey S. Kingston
Christian Feuvrier
Davy Locatelli
Laure Luginbühl


ADAPTACIÓN ESPAÑOLA
Ada Bersier-Schwarz
Syntech-Services Sàrl (Suiza)


CORRECCIÓN
Syntech-Services Sàrl (Suiza) 
InPuzzle, Ginebra (Suiza)

 

CONCEPTO, DISEÑO GRÁFICO Y REALIZACIÓN
Tatin Design Enterprises GmbH
www.tde.tatin.info


DIRECCIÓN ARTÍSTICA
Marie-Anne Räber
Oliver Mayer


FOTOLITOGRAFÍA
Sturm AG, Muttenz (Suiza)


FOTOGRAFÍAS DE LOS RELOJES
Joël von Allmen
Renaud Kritzinger
Blancpain 


OTRAS FOTOGRAFÍAS, ILUSTRACIONES
Laurent Ballesta
Lisa Besset
Serge Chapuis
Jean-Michel Del Moral
Dominique Derisbourg
Ginko Photographie
Renaud Kritzinger
Virginie Lemesle
Jean-François Mallet
Nivarox-FAR SA
Anne-Sophie Pic
Maison Pic
Larry Schiller
Blancpain

 

Fecha de salida: Febrero 2020

 

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