Capítulo 1
Marc A. Hayek señaló: «Estos relojes tienen que vivir para siempre». El taller especial de restauración de relojes antiguos en Le Brassus se dedica a su mantenimiento y restauración.
A los 15 años, Bert van der Waal tomó una decisión que en aquel momento no podía imaginar que lo acompañaría durante toda su vida. Sus padres, que le habían regalado una moto a su hermano mayor, le propusieron que eligiera algo especial para él. Animado por una naciente pasión por el buceo, les pidió que lo acompañaran a una tienda local especializada en equipos de buceo y allí escogió un Fifty Fathoms de Blancpain, en concreto un modelo Barakuda.
Este reloj se convirtió en un compañero fiel para toda la vida, tanto en el plano personal como en el profesional. Su pasión por el buceo condujo a Bert a inscribirse en el ejército neerlandés como buzo. A pesar de que el ejército le proporcionaba todo el equipo, él utilizó exclusivamente su Fifty Fathoms como instrumento de cronometraje submarino. Después de algunos años en el ejército, empezó su carrera de buzo profesional en una empresa de reparación y rescate submarino. También entonces su Fifty desempeñó el papel vital de cronometrar sus inmersiones.
La robustez de su «compañero» resultó ser extraordinaria. Desde que sus padres se lo compraron en la tienda de buceo hasta la primera revisión pasaron… ¡45 años de uso constante! Confiado lamentablemente a un relojero local que no era especialista en relojes antiguos, el movimiento fue dañado durante la revisión. Bert envió entonces su Fifty Barakuda a Blancpain.
Cuando Marc A. Hayek, presidente y CEO de Blancpain, volvió a dar vida al patrimonio del Fifty Fathoms a partir de 2003, se sumergió en su historia y dio una gran importancia a las piezas antiguas. Supo inmediatamente que una parte integrante del renacimiento del Fifty Fathoms en la colección moderna residía en la restauración de esas piezas. Para lanzar la creación del taller vintage pudo obtener un stock de componentes de un antiguo y respetable relojero que a su vez los había adquirido a otros relojeros independientes en Suiza y en Francia. La etapa siguiente fue reunir un equipo de relojeros de Blancpain apasionados de las piezas antiguas y con un deseo ardiente de descubrir los secretos de los modelos de época. Se les seleccionó teniendo en cuenta también otra cualidad: el profundo conocimiento de los problemas y las distintas opciones que se deben considerar para decidir el grado de intervención con respecto a los aspectos estéticos, que no suelen formar parte del mantenimiento de los relojes modernos, pero que siguen siendo claves en la revisión de los de época. Además, estos relojeros debían poseer una habilidad extremadamente rara: la capacidad de fabricar componentes a mano. Esto llevó a la creación de un taller especial en Le Brassus con un equipo focalizado en la práctica de este artesanado único que es la restauración de piezas antiguas. Si tenemos en cuenta la pericia que requiere la restauración de piezas antiguas, no nos sorprende que el taller vintage esté instalado en un edificio anexo al de los relojes con complicaciones de Le Brassus. Este taller fue el destino del Fifty de Bert.
Para hacernos una idea de lo que implica esta especialidad única, hagamos un seguimiento del paso del Fifty de Bert y de otros modelos por el taller de restauración de relojes antiguos.
Cuando el reloj de Bert llegó a Le Brassus pasó por un delicado proceso que se aplica a cada uno de los relojes que llegan a este taller: un análisis minucioso y completo de la caja, de la esfera y, tras la apertura del fondo de la caja, del movimiento. Todas las piezas se examinaron cuidadosamente para verificar la autenticidad del reloj. Si hubiese sido una imitación, se le habría devuelto inmediatamente a su propietario. Definitivamente, el reloj era auténtico. Además de este primer control, los Fifty Fathoms se someten a una etapa suplementaria: un control de radiación. Recordemos que las organizaciones militares encargaron muchos Fifty Fathoms con la especificación de que debía emplearse un radioisótopo (inicialmente radio, más tarde reemplazado por prometio 147) sobre la esfera, el bisel y las agujas para permitir a los buzos la lectura de las informaciones en la oscuridad. Por eso Blancpain lanzó una serie de Fifty Fathoms que llevan la inscripción «No Radiations» sobre la esfera, para tranquilizar a los propietarios y comunicarles que su reloj no estaba hecho conforme a las normas de luminosidad militares. Al contrario que los componentes radioactivos empleados para el ejército, en estos relojes solo se incorporó el tritio, que poseía propiedades radioactivas mínimas. La medida de las emisiones de radiaciones es importante en esta fase inicial, ya que determina si la esfera y las agujas pueden ser restauradas o no. Si la prueba revela la presencia de componentes radioactivos, la esfera y las agujas se deben dejar tal cual, sin restauración. Dado que el reloj de Bert era ciertamente un modelo civil comprado en una tienda de buceo local, la prueba de radiación solo reveló, como era de esperar, la presencia de tritio, cuyo nivel de radioactividad era insignificante.
En todos los casos, el diagnóstico técnico da lugar a un informe acompañado de fotografías de la caja, de la esfera (incluyendo las agujas), del fondo de la caja y del movimiento. Las decisiones que hay que tomar después conducen al relojero y al propietario a estar en estrecho contacto. ¿Hasta qué punto se podrá restaurar el reloj? Si la caja tiene rayaduras (es normal que un reloj de buceo sometido a un uso militar y profesional durante más de medio siglo, como el de Bert, presentara algunos arañazos), ¿hasta dónde deben tratarse? La filosofía de Blancpain consiste en recomendar una intervención mínima. Pulir para eliminar todas las rayaduras podría ir demasiado lejos y opacar o borrar los grabados sobre el fondo de la caja, o aún peor, modificar ligeramente la forma de esta. Prácticamente todos los propietarios de piezas vintage están de acuerdo con este enfoque de intervención ligera. El mismo razonamiento se aplica a la esfera, en la que suele ser conveniente una limpieza suave. Si las marcas se han deteriorado ligeramente por el desgaste, se dejan tal cual. Repintar el reloj no solo le haría perder la pátina del tiempo, sino que destruiría su legitimidad de pieza de época. Estas cuestiones, así como las opciones que se desprendan de ellas, se plantean al propietario para que tome una decisión.
Así se hizo cuando se examinó el reloj de Bert. El fondo de la caja presentaba arañazos profundos, pero también lucía las inscripciones «Blancpain Stainless Steel Swiss», «Super Waterproof-Shock Protected-Automatic-Antimagnetic» y, por supuesto, el número de la caja. El acierto fue evitar un pulido profundo, dejando así estos importantes grabados intactos. Por otra parte, el Fifty Barakuda de Bert, como muchos modelos civiles, estaba dotado de una ventanilla de fecha. Al realizar un examen microscópico, resultó que la impresión de las cifras sobre el disco de la fecha presentaba signos de leves picaduras. Tras comprobar que la pintura no estaba produciendo restos que pudieran causar problemas en el movimiento, se decidió dejar la impresión tal cual para mantener la estética vintage .
Había un aspecto mecánico de la caja que necesitaba una atención especial. Este Barakuda Fifty, fiel al ADN que define la línea desde su primera versión de 1952, estaba dotado de un bisel giratorio para cronometrar el tiempo de inmersión. El mecanismo de trinquete del bisel también estaba dotado de un fino muelle circular que permitía mantenerlo en su posición. Este muelle se había doblado ligeramente después de medio siglo de uso. Los relojeros de Le Brassus lo restauraron cuidadosamente a mano y le volvieron a dar su forma original, verificando después que el sistema de trinquete volviera a funcionar correctamente.
También hubo que prestar una atención particular a dos zonas estéticas, la primera de las cuales era el cristal. Este modelo de Fifty Fathoms tenía un cristal mineral grueso. El cristal de zafiro, que hoy es la norma, no se generalizó en Suiza hasta los años 90, mucho después de la fabricación de este reloj. El cristal original estaba rayado y astillado. Estos dos defectos hubieran comprometido la hermeticidad y la robustez del reloj después de su revisión, en particular en este caso, ya que se trataba de un reloj concebido para ser hermético hasta 1000 metros (la esfera luce la inscripción «Fifty Fathoms 1000»). El cristal mineral se tuvo que reemplazar. No obstante, debido a que hoy en día el cristal mineral se fabrica con un grosor mucho más fino que en la época en que Bert estrenó su Fifty, no fue suficiente con retirar el cristal antiguo y desgastado y sustituirlo por uno nuevo. Para montar el nuevo cristal de manera segura y hermética, el taller vintage fabricó a mano un aro de montaje especial que permitió que se adaptara a la caja. La segunda zona estética que requirió una atención muy particular fueron las agujas. Durante la revisión anterior, mal hecha por un relojero no especializado, las agujas se habían fijado de tal manera que rozaban una con la otra, descascarillando así gravemente la pintura. La pintura se pudo sustituir sin desvirtuar el aspecto vintage de la pieza. En primer lugar, los relojeros retiraron totalmente la pintura original y luego procedieron a enderezar a mano las agujas (deformadas en la revisión anterior). A continuación repintaron las agujas y aplicaron Super-LumiNova®. El repintado requiere algo más que una cuidadosa pincelada. El color debe coincidir con el tono envejecido de la esfera. El taller vintage dispone de una gama de matices que se pueden mezclar para que las agujas recién pintadas queden conforme al resto de la esfera.
Los 45 años de uso sin mantenimiento y la revisión mal hecha obligaron a realizar un trabajo importante en el movimiento. Este no solo presentaba corrosión, sino que muchos componentes necesitaban una atención especial. Los más dañados eran el cañón de minutos, los piñones deslizantes y el piñón de remontoir, que tuvieron que ser reemplazados. Además, los pivotes del volante se tuvieron que volver a pulir, al igual que muchos tornillos.
En muchos casos, la restauración del movimiento requiere competencias poco comunes en materia de fabricación de componentes. A modo de ejemplo, podemos citar un antiguo Fifty Fathoms vendido por una de las principales boutiques francesas de relojería de la época, LIP, que llevaba el logotipo de la tienda sobre la esfera, por supuesto junto a la firma Blancpain. En este reloj no solo se tuvo que reemplazar el muelle real del barrilete, sino también varios tornillos, entre ellos el gran tornillo del rochete del barrilete (elemento fijado en el eje central que arma el muelle real), y se tuvieron que fabricar íntegramente otros dos componentes. La platina del reloj llevaba un pivote sin rubí (un pivote es una forma de pilar para un árbol) que con el tiempo se había desgastado, de modo que su diámetro se había ensanchado y había adoptado una forma ligeramente ovalada. La solución del relojero consistió en agrandar el orificio con el fin de darle una forma redonda y fabricar una inserción (denominada «buchón») cuyo diámetro interno era igual al del pivote original. Los relojeros cortaron una tija de cobre-berilio a la longitud adecuada y taladraron el agujero central con un torno (también una máquina antigua) antes de pulir minuciosamente el cuello recién fabricado. El segundo componente que necesitó una nueva elaboración a mano fue una arandela, que también se fabricó a partir de la reserva de metal.
Con frecuencia, los tornillos de formas únicas y distintas también se hacen a mano. Podemos citar como ejemplo la revisión de uno de los cronógrafos más singulares de Blancpain de los años 50, el modelo Air Command. Su movimiento posee tornillos de cabeza no redonda (denominados «excéntricos») necesarios para el ajuste de alta precisión de los elementos del cronógrafo. Cuando el reloj se ensambla, los tornillos se utilizan para ajustar la penetración de las ruedas en el tren de ruedas del cronógrafo y para la operación de freno1 . La forma excéntrica permite al relojero ajustar precisamente la desviación de estos componentes críticos girando la cabeza del tornillo en distintas posiciones. En la restauración de este Air Command vintage los tornillos excéntricos particularmente dañados se reemplazaron por nuevos tornillos hechos a mano por el relojero en el taller de restauración de piezas antiguas.
1 El movimiento del Air Command recurre a un engranaje horizontal para arrastrar el cronógrafo. Cuando el cronógrafo se pone en marcha, las ruedas pivotan para engranar una fina rueda dentada fijada al segundero del cronógrafo. El engrane de las ruedas en este engranaje debe estar ajustado con la mayor precisión. Si la rueda se engrana demasiado profundamente, el reloj se detendrá; si el engrane no es lo suficientemente profundo, el segundero del cronógrafo oscilará. Así mismo, cuando el cronógrafo se pone en marcha y se para, el freno se debe retirar y se debe reengranar en el momento preciso. Todo esto se acciona a la perfección gracias al minucioso ajuste de los tornillos excéntricos que efectúa el relojero.
Uno de los triunfos más notables de Blancpain durante la era de Betty Fiechter y Jean-Jacques Fiechter fue el Ladybird, que presentaba el movimiento redondo más pequeño del mundo. Este se distinguió no solo por su reducido diámetro, sino también por su robustez. Al mismo tiempo, otro fabricante de relojes lanzó otro pequeño movimiento rectangular, pero que sacrificaba la robustez y la fiabilidad por el tamaño 2 . El diseño del Ladybird no hizo concesiones de ningún tipo. Para lograrlo, solo los relojeros más cualificados de Blancpain se dedicaron a su producción. Del mismo modo, hoy en día el mantenimiento del Ladybird exige habilidades muy específicas que solo se practican en el taller vintage .
2 Blancpain también desarrolló un movimiento rectangular muy pequeño (cuyo término relojero es «baguette»), el calibre 59, después del lanzamiento del calibre 550 del Ladybird.
El mayor desafío en el trabajo con el movimiento del Ladybird se sitúa en el volante. Su diámetro de 5 mm es uno de los más pequeños jamás creados en Suiza. Es tan pequeño que manipular la espiral cuando ya está acoplada al volante es prácticamente imposible incluso con las pinzas más finas. Cuando se presenta una solicitud de revisión para rectificar la forma de la espiral, el relojero especializado en el mantenimiento del Ladybird retira esta pieza de la virola y del pitón que permiten fijarla respectivamente al volante y al coq. Después empieza la delicada y extremadamente exigente operación de restablecer su forma plana y concéntrica. Dado que la espiral es a la vez flexible y delicada, el relojero debe mostrar una increíble destreza y habilidad para corregir su forma. Una vez restaurada, la tarea aún no ha terminado, ya que el relojero debe volver a insertar cuidadosamente la espiral en el volante teniendo cuidado de no dañar ni alterar su forma, que ahora ha quedado cuidadosamente ajustada.
El volante no es el único componente del movimiento del Ladybird cuyo pequeño tamaño presenta desafíos inhabituales. El barrilete en sí, al igual que su muelle motor, es también extremadamente pequeño. Aunque el muelle real no es tan delicado como la espiral del volante, crear a mano uno nuevo es mucho más difícil para el pequeño barrilete del Ladybird que para un barrilete de tamaño más convencional. No solo las dimensiones son más reducidas con respecto a las de los muelles reales estándar, sino que el material es más blando y exige un cuidado extremo para darle forma y adaptarlo al barrilete.
Existe un hilo conductor entre los distintos oficios de restauración practicados en el taller: el uso de herramientas antiguas. Por muy tentador que sea imaginar que se hace por una conexión espiritual con estos viejos relojes, hay una razón práctica detrás del uso de herramientas antiguas. Estas, que a menudo alcanzan el medio siglo de antigüedad, están perfectamente adaptadas a las técnicas manuales practicadas por los relojeros, más que las herramientas modernas. Y lo que es más importante, la elaboración a mano con estas herramientas permite obtener componentes conformes a las normas y a los estilos del modelo original, preservando así la autenticidad del reloj. La colección de herramientas vintage del taller es extremadamente valiosa. Para crearla, los miembros del equipo recorrieron toda Suiza y obtuvieron las piezas sobre todo de relojeros jubilados.
Para completar la restauración es imprescindible un último paso: comprobar el funcionamiento del reloj y su resistencia al agua, de vital importancia en el caso del Fifty Fathoms. Con respecto a la hermeticidad, el primer paso se realiza en realidad al principio del proceso de restauración. El relojero examina con cuidado la caja para determinar si sufre daños que puedan comprometer la hermeticidad y la limpia para retirar toda marca de corrosión. Cada aspecto de la caja se somete a un examen profundo. Se analiza el desgaste del tubo por donde pasa la tija de la corona. Si hay una mínima sospecha en cuanto a su estado, se crea a mano un nuevo tubo con un torno antiguo. Así mismo, se verifica la junta del fondo de la caja, que por lo general se debe cambiar por una nueva. Naturalmente, el cristal también se evalúa y, como sucedió con el reloj de Bert, se reemplaza si presenta signos de vulnerabilidad.
En el caso concreto de los modelos Fifty Fathoms se realizan dos pruebas tras la revisión y el montaje de la caja. La primera es una prueba de resistencia al agua que consiste en colocar la caja en un recipiente de agua bajo una presión de -5 bares con el objetivo de detectar la posible presencia de burbujas, que indicarían que hay un problema. La segunda se efectúa en una cámara de aire presurizada para ver si el cristal se deforma en condiciones de alta presión. Las pruebas de regulación no solo comprenden la evaluación de la marcha del reloj en las distintas posiciones, sino también la de la amplitud del movimiento del volante y la desviación del latido. Cuando el reloj se devuelve a su propietario, se acompaña con los resultados de las pruebas.
Como observó acertadamente Marc A. Hayek, presidente y CEO de Blancpain, «estos relojes son eternos». En las cuidadosas manos del equipo del taller vintage, su futuro está asegurado.