Capítulo 2
Fue la primera mujer propietaria y CEO de una empresa relojera suiza. Nutrió e hizo crecer a Blancpain, guiándola a través de múltiples crisis, entre ellas la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la muerte de su socio comercial y la aparición de los relojes de cuarzo.
Berthe-Marie Fiechter, conocida por todos como «Betty», comenzó su carrera profesional en 1912, apenas dos años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Perseveró durante el conflicto y durante lo que vino después: la Gran Depresión, la muerte de su socio comercial, su propia lucha contra el cáncer e incluso el comienzo de la crisis del cuarzo, que asfixió casi mortalmente a la industria relojera suiza. Fue una visionaria que impulsó a Blancpain hasta la cumbre de la Alta Relojería con la creación de relojes pioneros como el Fifty Fathoms y el Ladybird. Fue también la primera mujer propietaria de una manufactura relojera suiza en una época en la que todavía no se había instaurado el sufragio universal para las mujeres en su país.
El lugar de nacimiento de Blancpain y su hogar durante más de dos siglos fue el remoto pueblo suizo de Villeret. Hoy en día, las personas que lo visitan y se aventuran a subir la ladera norte del monte hasta el barrio de Les Planches pasan por delante del monumento dedicado a Betty: un busto colocado sobre un pedestal y encarado hacia el valle del río Suze, en el que figuran el año de su nacimiento, 1896, y el de su fallecimiento, 1971. A pesar de que falleció hace casi medio siglo, los ancianos de Villeret siguen honrándola. No se puede escribir la historia de Blancpain sin dedicarle un capítulo importante a su carrera.
El ascenso de Betty a la cima del mundo empresarial no partió de una posición privilegiada, ni mucho menos, ya que siguió el camino prudente, deliberado y resuelto de la educación básica combinada con el aprendizaje práctico. Su educación, no obstante, iba orientada ya hacia una carrera en el negocio relojero, muy arraigado en su pueblo natal. Su padre, Jacob Fiechter, junto con la familia de su hermana, era copropietario de una pequeña empresa de movimientos para relojes complicados, la Manufacture d’Ébauches Compliquées Eugène Rahm, situada justo sobre la avenida principal que atraviesa Villeret. El negocio fue adquirido por Blancpain en 1914. Betty se preparó para una carrera en el negocio relojero matriculándose en la École de Commerce local (una escuela de comercio de formación dual), cuyo plan de estudios incluía una etapa como aprendiz a tiempo parcial. A partir de 1912 hizo sus prácticas en Blancpain, que en aquel entonces era el mayor empleador de Villeret. Así comenzó lo que sería más de medio siglo de una vida dedicada a Blancpain.
A principios de la Primera Guerra Mundial se ofreció como voluntaria para trabajar a tiempo parcial atendiendo y consolando a los soldados franceses heridos hospitalizados en Saint-Imier, situado a pocos kilómetros de Villeret. Aunque Suiza fue neutral durante toda la guerra y se libró de la invasión, permitió que las naciones combatientes mantuvieran hospitales en suelo suizo para sus heridos a condición de que estos no volvieran a los campos de batalla una vez recuperados. Como parte de esa tolerancia, también autorizó al Estado Mayor a entrar en Suiza para atender a sus heridos. Una de las personas que participó en esas visitas fue un ayudante de oficial francés llamado André Léal. Conoció a Betty durante la guerra mientras desempeñaba sus funciones y más adelante tuvo un papel destacado en su vida.
Los tres años de aprendizaje se convirtieron en un empleo fijo en 1915, cuando Betty pasó a ser asistente de Frédéric-Émile Blancpain. Seis generaciones separaban a Frédéric-Émile de Jehan-Jacques Blancpain, quien fundó la empresa familiar en Villeret en 1735. Los descendientes de Jehan-Jacques habían dirigido hábilmente el negocio a través de períodos de agitación tecnológica, política y económica. Una muestra de su éxito: en 1900 había en Villeret 20 manufacturas de relojes distintas, un número que se acabó reduciendo a tres, siendo Blancpain la más importante con diferencia.
Durante sus primeros 13 años en Blancpain, Frédéric-Émile formó a Betty para que se convirtiera en la directora de los talleres de Villeret y se encargara de supervisar toda la producción. Tal era la confianza en sus capacidades que trasladó su residencia de Villeret a Lausana, dejando que Betty dirigiera la empresa sin su supervisión diaria. En aquel entonces, ella vivía en el piso situado justo sobre las oficinas, en un edificio de Blancpain que todavía hoy sigue en pie en Villeret. En cierto modo, la relación de trabajo entre ambos era bastante moderna y avanzada. Se comunicaban por correo, enviándose cilindros de fonógrafo de cera.
Frédéric-Émile falleció repentinamente en 1932. Como su hija, Nellie, no quería asumir la carga de dirigir el negocio familiar, su último deseo fue que Betty se hiciera cargo de la propiedad. Nellie escribió una emotiva carta a Betty tras la muerte de su padre.
«El fin de Villeret para papá supone una verdadera tristeza, pero puedo asegurarle que lo único que de verdad puede aliviar mi tristeza es que se haga cargo de la producción junto con el señor Léal. Sé que, gracias a esta afortunada solución, se seguirán y se respetarán las tradiciones de nuestro precioso pasado en todos los sentidos. Usted fue para papá una colaboradora única y muy apreciada. Permítame una vez más agradecerle su generosa ternura, que abrazo y llevo en mi corazón».
Tras familiarizarse con Villeret durante la guerra, André Léal se había unido a Blancpain como vendedor enfocado especialmente en los mercados de exportación. Como se menciona en la carta de Nellie, André se asoció con Betty para la compra de Blancpain.
Los primeros días de la colaboración no fueron nada fáciles. Para empezar, perdieron el derecho a utilizar el nombre Blancpain. Según las leyes suizas vigentes en aquella época, si una empresa se había fundado con un nombre familiar, esa marca no podía utilizarse a menos que un miembro de la familia formara parte de la empresa. Como ningún miembro de la familia Blancpain estaba afiliado a la empresa tras la muerte de Frédéric-Émile y la compra, el uso del nombre estaba prohibido. Es interesante señalar que una destacada empresa relojera de Ginebra que sigue funcionando hoy en día eludió esta prohibición localizando a una persona no afiliada que llevaba el apellido de la familia e incorporándola a la empresa, aunque no tuviera conocimientos ni experiencia en el negocio de los relojes. Menos sagaces, Betty y André cambiaron temporalmente el nombre de Blancpain por el de Rayville, una reorganización extravagante del nombre del pueblo, Villeret, y lo usaron hasta que se derogó la ley.
La pérdida del nombre histórico no fue el único reto para Betty durante su primera década al frente de la empresa. También se las tuvo que ver con la Gran Depresión, testigo de una quiebra generalizada de empresas en toda Suiza. Hubo, además, un tercer golpe. Durante un viaje de negocios, su socio André Léal perdió la vida en un accidente.
No es exagerado decir que pocos líderes empresariales podrían haber sobrevivido a los profundos reveses que se sucedieron. Sin embargo, Betty tenía una mentalidad extraordinariamente fuerte, enérgica y muy perspicaz. Durante la difícil coyuntura económica a la que se enfrentaba la industria relojera, vio que otras empresas del sector fracasaban en sus intentos de mantener el negocio siguiendo la misma estrategia de siempre, así que ella optó por una diferente. En lugar de mantener una gama completa con distintos tipos de relojes como el resto de marcas, adoptó un enfoque singular: fabricar relojes para mujeres y movimientos para relojes femeninos. Esta era una especialidad que exigía un savoir-faire excepcional. Los relojeros saben que es mucho más difícil desarrollar y producir un reloj o un movimiento pequeño que uno grande. Al perfeccionar las técnicas de producción iniciadas en la época de Frédéric-Émile, que por supuesto ella conocía a la perfección ya que supervisaba los talleres, Betty consiguió situar a Blancpain en una posición segura como especialista en relojes femeninos que abastecía a un amplio segmento del mundo de la relojería.
Betty también tenía una gran visión de marketing. Percibió la relativa vitalidad de la economía de los Estados Unidos comparada con la de otras zonas del mundo y la convirtió en su centro de atención, desarrollando allí estrechas relaciones de colaboración para la venta de relojes femeninos. Para evitar los elevados aranceles que se aplicarían a los relojes terminados, tuvo la inteligente idea de crear un importante y exitoso negocio de venta de relojes casi terminados (movimiento, esfera y agujas) montados dentro de una caja interior, dejando a sus compradores la tarea de fabricar sus propias cajas exteriores para colocar el movimiento Blancpain.
Cuando se trataba de negocios, no se andaba con contemplaciones y no toleraba a los que se interponían en su camino; en pocas palabras, era una figura dominante tanto por su personalidad como por su estatura física. Pero, al mismo tiempo, era humilde y muy cercana a sus empleados. No solo conocía a todos los empleados del taller, sino que se esforzaba por conocer a sus cónyuges e hijos. Tenía la costumbre de hacer un regalo importante a cada uno de sus trabajadores todos los años. Podía ser una bandeja u otro objeto de plata, pero siempre era algo significativo. Imaginó formas de fidelizar a sus empleados que no fueron comunes en el mundo de los negocios hasta muchas décadas después, como la creación de la plaza Rayville, una zona de recreo donde los hijos podían jugar con seguridad. Como principal empleadora de Villeret, también llegó a ser venerada por las reuniones y celebraciones especiales que organizaba para sus trabajadores.
Betty nunca se casó, pero construyó una familia a su alrededor. Su cercanía con los empleados de Blancpain le proporcionó un fuerte sentimiento familiar, pero aún más su devoción por sus sobrinos y los hijos de estos. El más cercano a ella era su sobrino Jean-Jacques Fiechter, hijo del hermano de Betty, Jacques-René Fiechter, un poeta de gran renombre en Suiza. Durante la Segunda Guerra Mundial, Jean-Jacques vivió con sus padres en Alejandría (Egipto). Regresó a Suiza en 1945 para continuar sus estudios de historia en la Universidad de Lausana con el objetivo de obtener un doctorado y convertirse en profesor. Por supuesto, Betty le apoyó plenamente en sus estudios.
Todo cambió en 1950, cuando Betty padeció su primer cáncer. Para ella solo había dos salidas posibles: o Jean-Jacques se unía a ella para ayudar en la gestión de Blancpain o vendía la empresa. A pesar de no tener ninguna experiencia en relojería ni en el mundo de los negocios, Jean-Jacques eligió la primera opción, iniciando lo que se convertiría en una asociación de gestión conjunta con su tía que duró casi dos décadas. Betty tuteló sabiamente a su sobrino y le hizo pasar por todos los departamentos operativos de Blancpain: producción, finanzas, ventas y distribución.
Su relación de trabajo fue testigo de enormes triunfos, entre ellos la creación del legendario Fifty Fathoms, del reloj femenino Ladybird y del reloj de noche Blancpain de Marilyn Monroe, así como del crecimiento de la producción de Blancpain hasta superar los 200 000 relojes y movimientos de relojes al año. Estos logros fueron acompañados por muchas primicias relojeras. Su colaboración dio lugar al movimiento redondo más pequeño del mundo (11,85 mm de diámetro), utilizado en el Ladybird. Este movimiento destaca por su reducido diámetro, que no solo bate récords en cuanto a tamaño, sino que supera a otros movimientos femeninos pequeños en robustez. La innovación que logró esta notable combinación de tamaño pequeño y robustez fue la adición de una rueda en el tren de engranajes. También durante esta época, Blancpain fue pionera en ofrecer relojes femeninos con la corona de remontuar colocada en la parte trasera del reloj. Esto permitió a los diseñadores ofrecer perfiles especialmente elegantes para los relojes femeninos. Los movimientos baguette, también de tamaño extraordinariamente pequeño (7 × 18,6 mm), se convirtieron en una especialidad de Blancpain durante esta época. Los grandes logros del Fifty Fathoms han sido descritos en diversos números de Lettres du Brassus, que relatan las numerosas innovaciones patentadas y los sobresalientes conocimientos que condujeron a su creación y a la obtención de un lugar preeminente en la historia de los relojes de buceo.
Jean-Jacques no fue el único que se unió a Blancpain. Sus hermanos René y Georges también fueron solicitados por su tía. René aspiraba a construir su vida en América. Betty le encargó que construyera el mercado de Blancpain. Sus esfuerzos le llevaron a conocer a Allen V. Tornek, que se convirtió en el distribuidor de Blancpain en EE. UU. y que más tarde fue fundamental para conseguir el contrato de Blancpain para suministrar relojes Fifty Fathoms MIL-SPEC a la Marina de los Estados Unidos. Betty asignó un papel diferente a Georges. A él y a su esposa se les encomendó la tarea de construir los mercados sudamericanos.
De la misma forma que acogía a sus sobrinos y les asignaba funciones importantes dentro de Blancpain, también adoraba a sus esposas e hijos. Poco después de que René se casara, tras haber conocido a su esposa en su travesía transatlántica, llegó a su nuevo hogar un gran camión repleto de elegantes muebles elegidos por su tía. Antes de eso, la novia había recibido como regalo varias joyas, pues Betty creía que para que una mujer fuera bien vestida debía incluir joyería en su atuendo. Al nacer cada niño de su extensa familia recibía un juego de mesa completo de plata con monograma. Al llegar a la madurez, cada uno de los niños recibía un regalo aún más importante: un reloj Blancpain. El hijo de René Fiechter (René III) todavía atesora un regalo que recibió de Betty: un reloj de noche Blancpain ultraplano muy especial. Contaba con una reserva de marcha de 12 horas, que Betty consideraba más que suficiente. «¿Por qué iba a necesitar un caballero más para un reloj de noche?». Más importante que los regalos era la forma en que se dedicaba a su crianza, más como una abuela que como una tía abuela. René III recuerda haber estado presente en importantes reuniones de negocios de Blancpain que se celebraban en la casa de Betty, que ella llamaba En Chandré, situada en Pully, en las afueras de Lausana. Betty insistía en que estuviera presente en la mesa y, a pesar de los temas de peso que se discutían, sus ojos lo captaban todo, incluso si René tenía los codos sobre la mesa, algo rotundamente prohibido. Celebrar reuniones de negocios con los hijos de su sobrino presentes era una experiencia rocambolesca. Durante una reunión de dirección, René descubrió una misteriosa válvula en el sótano de la casa de Betty. No pudo resistirse a girarla, lo que causó que una gran fuente del jardín expulsara agua con demasiada potencia, empapando a Betty y al equipo directivo y obligándolos a detener la reunión.
Naturalmente, estableció rituales y tradiciones. En Navidad, todos los niños debían cantar y actuar, uno por uno, para la familia reunida. También había límites. Una habitación de su casa de Lausana, repleta de antigüedades y objetos únicos, era zona prohibida para los niños. En cierta ocasión, el hermano menor de René III infringió la norma (afortunadamente, no destrozó ninguno de los objetos de incalculable valor), pero como admitió su infracción ante ella, esta le recompensó con un velero de modelismo por su sinceridad. La disciplina, los modales, la tradición y las normas eran importantes, pero también el disfrute. En cierta ocasión en que consideró que una reunión de dirección se estaba alargando demasiado, Betty se llevó a los niños y al equipo directivo a los karts. Se subió a un kart con sus joyas y su traje de etiqueta mientras su equipo directivo, igualmente ataviado con ropa de negocios, formó una fila detrás de ella. A continuación salió rugiendo en la dirección equivocada, con sus faldones al viento detrás de ella, mientras el equipo y los niños miraban perplejos. En otra ocasión, después de pasar un rato con la familia de Jean-Jacques en su casa de Cagnes-sur-Mer, en la Costa Azul, anunció que su hijo, Jean-Marie, tenía que hacer su primer viaje en avión, así que se lo llevó para que los dos volaran de Niza a Ginebra.
Navidad de 1968
Mis queridos amigos:
Los cuentos de hadas de mi infancia empezaban siempre así: «Había una vez…». Así que retomo esta fórmula para explicar que «había una vez», en 1932, en medio de una grave crisis relojera, un pequeño grupo de amigos —algunos de los cuales están presentes esta noche— que confiaron en mi socio y en mí y nos permitieron adquirir BLANCPAIN y crear así RAYVILLE S.A.
Al decirles adiós esta noche quiero darles las gracias de todo corazón. Todos recordaremos el rostro de mi estimado socio, el señor André Léal, y los muy oscuros días que juntos, poco a poco, logramos hacer más brillantes y al final verdaderamente radiantes. También quiero agradecerles que siguieran confiando en mí tras el repentino fallecimiento del señor Léal.
Han pasado muchos años desde entonces …
Hoy mi sobrino, el señor J.-J. Fiechter, ha manifestado su voluntad de hacerse cargo íntegramente de RAYVILLE S.A. Yo seguiré siendo presidenta de la empresa, un título honorífico que me resulta precioso, ya que me permitirá no despedirme de forma definitiva e irrevocable de una vida de esfuerzos que, como he dicho antes, todos ustedes me han ayudado a sobrellevar alegremente con su confianza, su amistad y su comprensión.
Aunque las circunstancias me impiden despedirme en persona, como hubiera deseado, quiero expresarles mi gratitud por haberme apoyado, durante mi inmovilización forzosa, con sus visitas, flores y llamadas telefónicas, además de mimarme con el maravilloso libro que me han regalado.
Uno no se despide de un trabajo al que ha dedicado toda su vida sin tristeza y lágrimas. Pero sepan que, a pesar de esto último, les sonrío a todos, tanto a los de antes como a los de ahora, mientras les deseo una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo. Tengan la seguridad de que, bajo la dirección del señor J.-J. Fiechter y sus colaboradores más cercanos, RAYVILLE continuará la trayectoria ascendente de los últimos años, y que día tras día se felicitarán por ser tanto uno de los engranajes de este mecanismo de elevación como uno de los beneficiarios.
Una vez más, feliz Navidad a todos.
Las crisis que marcaron los inicios de sus funciones como propietaria de Blancpain fueron seguidas más tarde, a lo largo de su carrera, por otros desafíos de enormes proporciones. La Segunda Guerra Mundial, obviamente, ejerció una enorme presión sobre el negocio, pero mucho peor fueron los contratiempos comerciales generales que llegaron a finales de la década de 1960, cuando la competencia de Asia y el cuarzo sacudieron toda la industria relojera suiza. Betty, junto con Jean-Jacques, ideó una fusión de Blancpain con Omega, Nouvelle Lemania y Tissot en una entidad llamada SSIH (Société Suisse pour l’Industrie Horlogère). Cada casa relojera mantuvo su propia identidad, pero puso en común sus recursos para mantener y ampliar la producción de forma eficaz. Por supuesto, Betty formó parte del consejo de administración de esta nueva empresa. Siguió organizando reuniones, prefiriendo su casa cerca de Lausana o su residencia secundaria en la Costa Azul. Blancpain desempeñó un papel importante en la SSIH como proveedor de movimientos para las marcas asociadas.
Su presencia fue imponente no solo en la dirección de Blancpain y posteriormente de la SSIH, sino también en el mundo del arte, tanto en Lausana como en Cagnessur-Mer, donde solía pasear o cenar en los mejores restaurantes. Sus gustos eran sofisticados, ya que coleccionaba tapices de Aubusson, Picassos, Renoirs e iconos antiguos, algunos de los cuales regalaba a su familia. En la ciudad de Lausana, su gusto por la ropa y las joyas refinadas estaba en consonancia con sus pasiones artísticas, aderezadas con un toque de excentricidad. Siempre vestida con elegancia, con pieles en invierno y adornada con joyas, incluía en su conjunto zapatillas de dormir de rizo rosa, ya que sufría de dolores crónicos en los pies.
Betty falleció a principios de septiembre de 1971 en Biel/Bienne con dos conmovedores epílogos a su vida. En su lecho de muerte escribió una nota de cumpleaños a su sobrino-nieto Jean-Marie que le fue entregada después de su fallecimiento, el día de su cumpleaños, a finales de aquel mes. A su pueblo, Villeret, le entregó una gran parcela de terreno en Les Planches, donde se encuentra actualmente su monumento, para que se conservara como espacio abierto o de recreo.
Pocas mujeres han alcanzado logros equiparables a los suyos. En una época en la que las mujeres no tenían fuerza en el mundo empresarial suizo, no solo tuvo éxito, sino que lo hizo enfrentándose a formidables obstáculos. Encontró su propio camino, que combinó un profundo respeto por la tradición con la modernidad. Fue una gran mujer cuyo legado sigue siendo vital para Blancpain en la actualidad.