Capítulo 7
Coronado «vino del rey» en el siglo xVIII, el prestigio de Château Lafite no ha hecho más que crecer desde entonces.
Los enófilos se enorgullecen de su capacidad para descifrar los nombres y las denominaciones de los mejores vinos del mundo: los premiers crus de Burdeos, las perlas de la ribera derecha, los tesoros grand cru y los viñedos emblemáticos de la Borgoña, los tres LaLaLas del Ródano, los vinos más singulares e imposibles de encontrar de algunas pequeñas bodegas californianas, los supertoscanos, los syrah australianos... No es extraño que Château Lafite Rothschild figure en la lista de preferencias de todos estos conocedores. Lo que tiene quizás aún más mérito es su presencia en la mente del gran público. Mientras muchos desconocen los nombres de los grandes borgoñas, de los vinos «de garaje» californianos, de los LaLaLas o de los supertoscanos, el Château Lafite está inscrito en el inconsciente colectivo como el mejor de los grandes vinos.
¿Qué explica la prominencia de Lafite? ¿Cómo ha alcanzado una notoriedad tan trascendente que hablan de él con reverencia incluso aquellos que nunca lo han probado? En muchos sentidos, la respuesta es casi trivialmente simple: por su compromiso indiscutible con la excelencia a lo largo de cientos de años. Aunque se pueden documentar viñedos en la propiedad que datan de 1234 e incluso el nombre Lafite deriva de una antigua palabra francesa de esa época (fite, que significaba montículo), la fama de Château Lafite comenzó al parecer en el siglo xvii, cuando la finca fue comprada por la familia Ségur. Con el castillo ya en pie y algunas vides plantadas, Jacques de Ségur amplió enormemente los viñedos en 1680, lo que marcó el comienzo de la trayectoria ascendente de la propiedad. Las mejoras en la elaboración del vino tuvieron lugar durante la década de 1700 bajo la dirección de Nicolas-Alexandre, marqués de Ségur. El vino se coronó entonces como Vin du Roi (vino del rey) y el hábil marqués adquirió el título, algo menos ilustre, de Prince des Vignes (príncipe de las viñas). En gran medida, estos títulos fueron el resultado de la influencia y los elogios entusiastas del mariscal de Richelieu, de quien se cuenta que dijo al rey Luis XV: «He descubierto la famosa fuente de la eterna juventud. El vino de Château Lafite me ha parecido un licor delicioso y generoso, comparable a la ambrosía de los dioses del Olimpo». Gracias a esto, Lafite disfrutó de la aprobación del rey y de los amplios favores de la corte de Versalles. Destacadas personalidades de la época, como madame de Pompadour y madame du Barry, se convirtieron en devotas: madame de Pompadour lo servía en sus recepciones; madame du Barry lo consideraba su único vino. Esta extraordinaria notoriedad se extendió mucho más allá de Versalles, incluso atravesó el Atlántico y llamó la atención del presidente estadounidense Thomas Jefferson, quien visitó el château y se convirtió en uno de sus clientes.
Los títulos de Vin du Roi y Prince des Vignes, que inicialmente dieron al vino un prestigio incomparable, supusieron un gran inconveniente cuando el terror antimonárquico de la Revolución llegó a Burdeos. En 1794, la hoja de la guillotina puso fin abruptamente a la era Ségur. La propiedad se hundió entonces en el abismo de la titularidad pública.
Afortunadamente, esto duró poco y Château Lafite se vendió a un consorcio holandés. Medio siglo después, Lafite aparece junto a Château Latour, Château Margaux y Château Haut-Brion como premier cru (el nivel más alto) en la clasificación de los vinos de Burdeos de 1855, lo que desde entonces es uno de los reconocimientos más importantes y perdurables del mundo del vino. Lafite no solo fue incluido entre estos vinos de excelencia, sino que uno de los principales négociants (comerciantes de vinos) lo situó en lo más alto de esta lista, llamándolo «el mejor del Médoc». Prueba de la relevancia de la clasificación original es que en los 170 años siguientes solo ha experimentado un cambio: cuando Château Mouton se incorporó a las filas de los mejores burdeos, que pasaron a ser cinco.
Después de este interludio en manos de comerciantes holandeses, Château Lafite fue comprado en 1868 por el barón Jakob (a menudo llamado James) Mayer Rothschild. James era uno de los cinco hijos de Mayer Amschel Rothschild. Todos ellos fueron enviados a diferentes lugares de Europa para expandir y fortalecer el imperio bancario de la familia, que abrió sucursales en París (con James), Londres, Viena y Nápoles. Hoy, los cinco son recordados en las bodegas de Lafite con un escudo de armas en el que se pueden ver cinco flechas cruzadas dentro de una corona.
Desde la adquisición de la propiedad por parte de James Rothschild hasta la actualidad, la historia de la bodega no ha estado exenta de desafíos. El mayor fue, sin duda, la Segunda Guerra Mundial. En comparación con otras regiones vinícolas de Francia, Burdeos quedó relativamente a salvo de los peores estragos. Mientras las bodegas de la Borgoña y la Champaña, entre otras, sufrían el saqueo masivo de añadas viejas, el weinführer de Burdeos, Heinz Bömers, quien como comerciante de vinos tenía un amplio historial de tratos con los châteaux y con comerciantes de la región, frenó en gran parte los robos a las bodegas bordelesas. La familia Rothschild, no obstante, huyó antes de la ocupación, durante la cual los nazis se apoderaron del castillo y lo habitaron. La familia permaneció alejada hasta el final de la guerra.
Actualmente, el liderazgo de Château Lafite ha pasado a una nueva generación de los Rothschild, ya que el barón Éric de Rothschild ha pasado la antorcha a su hija Saskia. Aunque Éric sigue presente en la propiedad, sostiene con orgullo que Saskia es oficialmente la administradora principal y que él ya no tiene ningún cargo de gestión. Para ilustrar la sucesión, durante nuestra visita el barón nos mostró una botella de Château Rieussec de 2019, un extraordinario sauternes propiedad de la familia. Saskia está a la vanguardia de un movimiento que promueve el sauternes como aperitivo. El barón, destacando que una botella de sauternes, a diferencia de una de champán, se puede disfrutar durante varios días, nos enseñó el innovador sistema de corcho de Saskia, que facilita volver a cerrar la botella una vez abierta. Con un brillo en los ojos, nos contó su primera reacción cuando Saskia le propuso por primera vez este nuevo sistema de cierre. Su veredicto inicial fue contundente: «Por supuesto que no». Pero ella es ahora la líder, así que lo ha implementado de todos modos, y él la admira por ello.
En muchos sentidos, el replanteamiento de Saskia del sistema de cierre del Rieussec ofrece una visión profunda del espíritu de Château Lafite. La innovación y el cambio fueron constantes desde el siglo xiii hasta la adquisición por parte de la familia Rothschild en el siglo xix. ¿Por qué las reinvenciones y las mejoras debían detenerse en ese punto? Por supuesto, la propiedad siempre contará con su sólida base. Château Lafite goza de una ubicación verdaderamente privilegiada. La suave pendiente de sus viñedos está formada por suelos que, según algunos expertos, son fruto de la erosión de los lejanos Pirineos. La estructura se compone de cinco capas diferentes, ideal para las vides. Grava grande en la superficie, grava más fina debajo, piedra caliza, suelo de ribera (que retiene agua, importante en años de sequía) y, finalmente, a una profundidad de 15-20 m, arena. Estas cinco capas promueven el crecimiento profundo de las raíces y obligan a las vides a esforzarse para encontrar alimento. Como bien saben los enófilos, este esfuerzo da como resultado un vino de calidad superior, ya que mejora la concentración. Otros factores favorecen a la finca. Los viñedos están rodeados por un bosque que, además de albergar una gran biodiversidad de insectos, ayuda a regular la temperatura. Hay una particularidad poco conocida, incluso por los fervientes entusiastas de Lafite. Su terreno se encuentra en el extremo norte de la denominación Pauillac, en la frontera con Saint-Estèphe. De hecho, una pequeña porción del viñedo está en realidad al otro lado de ese límite, pero tiene derecho a la denominación Pauillac.
Las virtudes del lugar, inalteradas a lo largo de los siglos, no han obstaculizado el camino de la innovación. Desde 2013, Lafite ha estado experimentando con prácticas biodinámicas. Aunque todos los vinos de la finca son de cultivo ecológico y se ha presentado la solicitud para que sean certificados como tales, los dictados de la biodinámica van todavía más allá. Los fertilizantes convencionales, incluso los orgánicos, se reemplazan por «infusiones» elaboradas a partir de hierbas y estiércol enterrado en cuernos de vaca durante semanas. Se permite que las malas hierbas crezcan naturalmente entre las hileras de vides, lo que promueve una población saludable de insectos y ofrece protección contra el mildiu. Igualmente, las fases de la luna marcan la actividad en los viñedos. Por más místico que suene todo esto, muchas fincas en todo el mundo respetan los principios de la biodinámica. Lafite lo ve como un experimento. Un pequeño porcentaje del viñedo, 13 hectáreas, se utiliza ahora como laboratorio. Sus uvas se vendimian y vinifican por separado. En catas a ciegas, los cuvées convencionales y los cuvées biodinámicos han resultado ser idénticos, así que no se ha tomado ninguna decisión sobre si se ampliará o no el experimento.
Château Lafite es una mezcla clásica de Burdeos. Durante muchos años estuvo compuesto por un 70 % de cabernet sauvignon, un 15 % de merlot y un 15 % de cabernet franc. Con algunas excepciones, por supuesto. El legendario Lafite de 1961 era 100 % cabernet sauvignon. En añadas más recientes, la proporción de cabernet sauvignon alcanza más del 90 %, la de merlot cae por debajo del 10 % y la cabernet franc está presente en cantidades muy pequeñas. En las bodegas, los métodos de vinificación varían según el tipo de uva. La cabernet sauvignon se fermenta en tinas de madera, lo que permite que micro cantidades de aire interactúen con el vino para suavizar los taninos. La merlot se fermenta en tinas de hormigón, que potencian los aromas y la frescura.
Prácticamente todos los grandes productores de Burdeos tienen un «segundo vino». A la hora de seleccionar la vendimia, las mejores uvas se reservan para el grand vin y el resto se usan para ese segundo vino. Lafite no es una excepción y ofrece un segundo vino llamado Carruades de Lafite. La clasificación de la uva se realiza racimo por racimo.
Es práctica general entre los viticultores de Francia comprar barricas a proveedores especializados. Lafite se diferencia de la mayoría en que tiene su propia tonelería. Esto le permite fabricar barricas según las especificaciones exactas que determina. Hay que tener en cuenta que la selección de barricas implica tomar muchas decisiones. La especie y procedencia del roble, así como el grado de tostado del interior de la barrica, son de vital importancia y afectan al vino resultante. Lafite utiliza barricas de roble 100 % nuevas para cada añada.
Los columnistas que escriben sobre vino son, por la propia naturaleza de su profesión, entusiastas proveedores de adjetivos. No obstante, uno en concreto ha definido el estilo de Château Lafite durante décadas: elegante. En un mundo donde la moda pasa por triunfar en las catas de vinos y donde se tiende a valorar la potencia, la concentración e incluso los niveles elevados de alcohol, Lafite destaca por su convicción de que el refinamiento y el equilibrio son lo más importante.
La familia preside otros dos châteaux. El primero, Château Duhart-Milon, produce también un Pauillac y tiene la mayoría de sus viñedos situados al oeste de los de Lafite. El mérito de los vinos de Duhart-Milon fue reconocido en la clasificación de 1855, donde obtuvieron la calificación de quatrième cru. Dada su proximidad geográfica, Duhart-Milon está dirigido por el mismo equipo técnico que Lafite. El otro château se encuentra a una hora y media en coche, en Pomerol, a menudo apodado «la ribera derecha», aunque no bordea el mismo río que el Médoc, donde se encuentra Château Lafite. Pomerol casi limita con el Dordoña; Lafite, casi con el Gironda. Se trata del muy apreciado Château L’Évangile, adquirido por la familia en 1990. Como la mayoría de los vinos de Pomerol, L’Évangile es una mezcla dominada por la variedad merlot (80 %), mientras que el resto es cabernet franc.
Hay un hilo conductor que conecta a Lafite con Duhart-Milon, L’Évangile y Rieussec: la seguridad de que el refinamiento, el equilibrio y la sofisticación son más seductores que el poder de la fuerza.
Todos los vinos se cataron en botella como se indica. JSK (Jeffrey S. Kingston); GD (Dr. George Derbalian).
LAFITE 1953 (DEGUSTADO EN 2005 Y DE UNA MÁGNUM EN 2004 POR GD).
Perfecta madurez, carnoso, magnifico buqué e intensidad gustativa, asombrosa armonía y elegancia. Es un Lafite muy querido que rivaliza con el más grande de todos ellos.
LAFITE 1955 (DEGUSTADO EN 2005 POR GD).
Menos cuerpo que el de 1953, pero con la inconfundible elegancia y buqué de Lafite, 95 puntos.
LAFITE 1959 (DEGUSTADO EN NUMEROSAS OCASIONES EN VARIOS FORMATOS POR GD).
Uno de los mejores burdeos de todos los tiempos y el Lafite Rothschild más memorable. Catado por última vez el 22 de junio de 2016. Aparte del Lafite 1990 en botellas de tamaño estándar, el Lafite 1959 es el vino perfecto, 100 puntos. Es rico, carnoso, con un magnífico buqué Lafite y una maravillosa intensidad aromática. Parece estar en un viaje atemporal. Las mágnum y las dos dobles mágnum, en ocasiones separadas, fueron memorables, pero igualmente sensacionales fueron las últimas botellas de tamaño estándar.
LAFITE 1961 (DEGUSTADO EN NOVIEMBRE DE 2021 EN EL CHÂTEAU POR JSK).
Una añada legendaria. Las bajas temperaturas persistieron hasta el momento de la floración, a finales de mayo. Gran parte de la merlot se perdió. Sin embargo, la cabernet sauvignon fue excelente, lo que llevó a la decisión de hacer el vino exclusivamente con esta variedad. Predomina la fruta roja, entretejida con cedro clásico y notas minerales. El vino es milagroso, ya que su fruta sigue siendo potente, pero parece ingrávida en el paladar.
LAFITE 1975 (DEGUSTADO DE UNA MÁGNUM EN 2011 POR GD).
Un buqué clásico de Lafite con notas de sándalo y grafito; los taninos jóvenes tan característicos de esta añada se han fundido y han dado lugar a un vino afrutado, redondo, agradable, de cuerpo moderado, pero con aromas de gran intensidad.
LAFITE 1981 (DEGUSTADO DE BOTELLA Y DE MÁGNUM EN 2005 POR GD).
Una añada de cuerpo moderado, delicioso, elegante, pura expresión del terroir; no es densa, pero sigue siendo muy satisfactoria.
LAFITE 1982 (DEGUSTADO DE BARRICA EN 1983 Y DE BOTELLA VARIAS VECES A PARTIR DE ENTONCES POR GD).
En barrica, nunca había probado un bordelés tan cautivador, rico y amplio en boca. Me pregunto qué personalidad debió ofrecer el de 1959 en la misma situación. El de 1982 ha envejecido con gracia para presentar un estilo carnoso similar a los de 1953 y 1959.
LAFITE 1983 (DEGUSTADO EN 2004 POR GD).
Una añada clásica del Médoc/Pauillac; un Lafite particularmente exitoso, con buena carnosidad, buqué clásico y buen cuerpo.
LAFITE 1986 (DEGUSTADO EN NOVIEMBRE DE 2021 EN EL CHÂTEAU POR JSK).
Esta añada bordelesa fue bastante tánica cuando se abrió por primera vez, lo que anunciaba una larga espera antes de poder ser degustada. Esas predicciones, sin embargo, resultaron erróneas, ya que los taninos se redondearon y suavizaron con bastante rapidez. Ahora es un placer beberlo. Especias y grosellas en nariz. En boca, olas de frutos negros mezcladas con lápiz, cedro y roble agradable. El equilibrio y la delicadeza son extraordinarios. 70 % cabernet sauvignon, 15 % merlot, 15 % cabernet franc.
LAFITE 1987 (DEGUSTADO EN OCTUBRE DE 2021 POR JSK DE SU PROPIA BODEGA).
Una añada olvidada por el mercado, volcado en la anterior de 1986. Este vino seduce por su elegancia y equilibrio. Aromas de violetas, lápiz y minerales, con sutiles notas de vainilla. Fruta melosa y flexible en el paladar. Simplemente mágico, con su mezcla improbable de potencia y ligereza. Completamente maduro ahora, es una joya.
LAFITE 1989 (DEGUSTADO EN ENERO DE 2022 POR JSK DE SU PROPIA BODEGA).
Seductor. Agradable nariz de fruta negra mezclada con grafito y violetas. Suave pero potente en boca. Los taninos se han suavizado por completo. Tarta de fruta con moras, grosellas, cedro y un toque de tabaco que conduce a un final encantador con frutas y notas de canela. Equilibrio perfecto. Ningún vino puede ser más elegante y equilibrado que este.
LAFITE 1990 (DEGUSTADO EN JUNIO DE 2016 POR GD).
Un Lafite perfecto para disfrutar con sus refinados taninos redondos y maduros; va ganando cuerpo y fruta sin fisuras. ¡Una de las mejores añadas!
LAFITE 2000 (DEGUSTADO EN NOVIEMBRE DE 2020 POR GD).
Concentrado, necesita otros 5-10 años para desplegar su soberbio, potente y amplio paso por boca.
LAFITE 2010 (DEGUSTADO EN BARRICA EN EL CHÂTEAU EN 2011 POR GD).
Majestuosa potencia y elegancia, fruta concentrada; un largo futuro por delante.
L’ÉVANGILE 2001 (DEGUSTADO EN NOVIEMBRE DE 2021 EN EL CHÂTEAU LAFITE POR JSK).
80 % merlot, 20 % cabernet franc. Otra añada pasada por alto, ya que siguió a la icónica del año 2000. Minerales que conducen a una textura redonda y exuberante de Pomerol clásico y a un hermoso final suave.
RIEUSSEC 2019 (DEGUSTADO EN NOVIEMBRE DE 2021 EN EL CHÂTEAU LAFITE POR JSK).
Rico y profundo. Tiene una larga vida por delante. Impresionante cuerpo en boca. Los aromas a mango y mantequilla danzan en armonía, perfectamente respaldados por la frescura de los ácidos.