Capítulo 6
Su robustez, versatilidad y comodidad han hecho que las correas NATO ocupen un lugar destacado en la colección Fifty Fathoms.
Los aficionados a la relojería saben que las correas NATO tienen un origen militar. Aunque, curiosa- mente, no es la NATO (por sus siglas en inglés) que siempre aparece en las noticias. Esa NATO militar, OTAN en español (de Organización del Tratado del Atlántico Norte), no puede reivindicar ni el diseño ni la creación de las especificaciones de lo que hoy conocemos como correas de reloj NATO. Su paternidad se atribuye, y con razón, al Ejército británico. Al principio, para los británicos, el nombre en uso era G-10, una referencia abreviada del formulario británico G-1098, necesario para que el personal obtuviera la correa. ¿Por qué entonces el nombre derivó en NATO? Porque a las correas G-10 se les añadía un número de stock de la NATO... Con más de un millón de artículos militares diferentes incluidos en un catálogo común para todos los países miembros de la OTAN, los números de referencia se hacen esenciales. Así, el G-10 se incluyó en su sistema de existencias como 6645-124-2986 (para el Ejército de Tierra) y 6645-99-527-7059 (para las Fuerzas Aéreas). No son nombres fáciles de pronunciar, así que la jerga los convirtió simplemente en NATO. En cualquier caso, se la llame NATO o G-10, la correa tiene su propia historia.
Su nacimiento se suele situar en 1973, año de la publicación británica de la Defence Standard 66-15 (Norma de Defensa 66-15, fechada el 30 de noviembre de 1973) y del debut del formulario G-1098, pero eso omite la historia previa, mucho más larga, que condujo a esas iniciativas británicas. Durante las décadas precedentes, los Ejércitos estadounidenses y europeos centraron su atención en las correas de los que entonces se conocían como «relojes de campaña», entregados a sus tropas. El impulso para el diseño de una correa de reloj de campaña, muy alejada de la moda, era esencialmente práctico. Durabilidad, seguridad y comodidad eran los factores clave. Los edificios de oficinas con aire acondicionado, los restaurantes y los automóviles de lujo, los paseos por los Campos Elíseos como un boulevardier o las reuniones del Estado Mayor Conjunto no eran los entornos que ocupaban el primer plano en el pensamiento militar. Lo que les preocupaba, más bien, era la exposición al frío ártico, el calor del desierto, la lluvia, el agua salada, la transpiración, los entornos agrestes y la dureza en general del campo de batalla. El mandato era: «A prueba de fallos en escenarios de supervivencia». Los brazaletes de metal se consideraban demasiado incómodos en temperaturas extremas. El aligátor fino o el cuero no eran suficientemente duraderos, sobre todo cuando se exponían a la humedad y no se secaban con rapidez. En cambio, una correa sólida y envolvente de material transpirable ofrecía una resistencia superior a los elementos y a un uso rudo, así como una mayor comodidad en condiciones diversas.
Después de la Segunda Guerra Mundial se hicieron muchos esfuerzos para encontrar el material y el diseño ideales. Al principio, las correas de tela se consideraron la solución y se impusieron por sus cualidades de transpirabilidad y secado. Para facilitar el cambio rápido y permitir una amplia gama de anchuras de muñeca, incluyendo el uso por fuera de la manga del uniforme, muchas eran simplemente una banda enhebrada a través de las barras de resorte. Este diseño minimalista tenía sus desventajas. En primer lugar, el reloj podía deslizarse de un lado a otro a lo largo de la correa. Segundo, y más peligroso, si la correa se rompía no había nada que retuviera el reloj. Pronto aparecieron dos soluciones a estas deficiencias que, de hecho, se convirtieron en habituales en la década de los 50. Una fue la introducción de nudos fijados a la correa a ambos lados de la caja del reloj. Así se evitaba que esta se deslizara por la correa. La segunda era mucho mejor. En lugar de nudos colocados a ambos lados del reloj, se añadían unas conexiones fijas a través de las cuales pasaban las barras de resorte. Con este sistema, la correa se deslizaba por debajo del reloj. Si fallaba un pasador o se rompía una de las conexiones, el reloj seguía sujeto por la otra barra.
La Norma de Defensa 66-15 puede considerarse una evolución de estos primeros intentos durante la posguerra de definir la correa de reloj ideal. Las organizaciones militares se deleitaban promulgando especificaciones y normas para prácticamente todo, y los británicos no fueron una excepción cuando publicaron la 66-15 con el título Correa de reloj de pulsera, que establecía formalmente los criterios para el diseño. En ella se especificaba que el material de la correa debía ser una cinta de nailon tejida en cruz. Además, la formulación del nailon debía incluir la mención «sin aditivos que puedan ser irritantes para la muñeca en condiciones extremas». Con ello se abordaban varios problemas que venían de antes: transpirabilidad, resistencia a la humedad, secado rápido y comodidad para la piel. El nailon era mejor en todos los aspectos que la tela. El diseño especificado preveía tres nudos a lo largo de la correa. Esta configuración permitía no solo una rápida colocación en el reloj, sino también el paso de dos capas de la correa entre la parte trasera del reloj y la muñeca del usuario. La doble capa de la parte trasera aportaba seguridad y comodidad. Otros detalles apuntaban a la robustez. A diferencia de muchas de las correas militares anteriores, se necesitaban orificios para la hebilla de hebijón. Anteriormente, en muchos diseños de relojes de campaña bastaba simplemente con empujar el hebijón a través del tejido de la correa de tela. Además, tanto los agujeros como los extremos de la correa debían sellarse al calor para minimizar el riesgo de deshilachado.
Por supuesto, sin dejar ningún detalle al azar, la 66-15 también especificaba el color, románticamente conocido como «gris almirantazgo». De forma menos romántica, se especificaba en el documento como «BS 4800 card number 3, reference 18B25». Con la actualización de 2001 de la especificación, que lleva la numeración 66-47, se produjeron dos cambios. En primer lugar, se aumentó la anchura de 18 a 20 mm. Más evocadora fue la apertura de la paleta de colores. También se añadieron las rayas del regimiento. Sin embargo, es poco probable que un soldado admitiera haber combinado las rayas de su reloj con las del regimiento de su cinturón tejido de doble hebilla.
Con un diseño tan evolucionado y probado, y gracias a virtudes como la comodidad, la robustez y la versatilidad, tan bien establecidas, las correas NATO se han ganado su lugar en la gama de correas de Blancpain, una gama que, no obstante, se ha desarrollado. De hecho, la firma ha unido su devoción por la protección medioambiental del océano con la producción de sus correas NATO mediante el uso de nailon reciclado a partir de redes de pesca.
El primer paso es esencialmente una iniciativa de limpieza del océano. Se calcula que cada año se pierden en el mar 640 000 toneladas de redes de nailon. El resultado es devastador: innumerables animales marinos quedan atrapados, lo que les ocasiona sufrimiento y muerte. Localizar y retirar del océano estas redes contaminantes se considera, con razón, una doble victoria. Por un lado, se elimina un peligro biológico para el medioambiente y, por otro, se reduce la necesidad de fabricar nuevo nailon.
El proceso para convertir esta operación de salvamento en filamentos de nailon utilizables es complejo. Tras limpiar y eliminar de forma segura el nailon que no se puede reutilizar, las redes se someten a una despolimerización química que produce gránulos puros incoloros. La materia prima resultante, ahora perfecta, puede colorearse, transformarse en hilos y, a partir de ahí, tejerse para confeccionar correas.
En general, los materiales reciclados desempeñan un papel importante en la protección del medioambiente. Las correas de Blancpain hechas con redes de pesca recicladas, sin embargo, van un paso más allá de lo habitual en este campo, generando así un doble beneficio medioambiental. Al reciclaje del nailon, que tiene las virtudes de la reutilización, se añade una segunda ventaja. Dado que las redes son en sí mismas una forma de contaminación, su retirada del océano limpia el medioambiente. Así, la compra de este nailon reciclado por parte de Blancpain contribuye a financiar la limpieza de los océanos.
Muchas de las correas NATO que se encuentran en el mercado están fabricadas con hebillas metálicas. Por desgracia, estos elementos no ofrecen el mismo nivel de comodidad que el resto de la correa, fabricada en nailon. La solución es obvia: sustituir las hebillas metálicas por otras de nailon.
Blancpain ofrece correas NATO en una amplia gama de colores para todos los modelos de la colección Fifty Fathoms.