Capítulo 7
Un programa de investigación aplicada para la conservación del gran tiburón martillo de los atolones de Tuamotu.
Lo ven de cerca, muy de cerca y en varias ocasiones. Llega a ellos de forma natural, impulsado por el instinto y la curiosidad. Aparece para recordarles que existe y luego se marcha como ha venido, discretamente, hacia las profundidades del océano.
Es un encuentro furtivo, una interacción impactante que produce a la vez alegría y preocupación y que, como las anteriores, queda grabada en la memoria de los dos buceadores. Han logrado su objetivo, su trabajo ya está terminado y los minutos cuentan a esta gran profundidad. Es hora de subir.
Se dejan llevar por la corriente para volver a esta pequeña gruta submarina, un refugio adecuado para efectuar sus largas e inevitables paradas de descompresión antes de poder regresar a la superficie. Uno de los submarinistas lanza una boya paracaídas que informa a la tripulación del barco de que han terminado su inmersión sanos y salvos. También es la señal para que la segunda pareja de buceadores, que se ha quedado a bordo, entre al agua y tome el relevo de las operaciones. Pero antes el piloto del barco, conocedor del procedimiento, recupera delicadamente la ballesta subacuática y la pequeña botella que los buceadores han atado a la boya. El gesto es rápido, pero meticuloso, ya que sabe que la botella contiene una muestra muy valiosa.
En su pequeña gruta, a pocos metros bajo la superficie y al abrigo de la corriente, los dos buceadores disponen de tiempo. Sentados sobre una pequeña placa de coral muerto contemplan el paisaje que se ofrece ante ellos. La gruta da a un estrecho cañón de coral en el que desfila una multitud de peces de múltiples colores con nombres evocadores: jureles arcoíris, peces loro, mariposas, leones, meros celestes, rayas águila leopardo y tiburonesde puntas negras. La belleza del paisaje es sobrecogedora, más aún porque este pequeño mundo parece ignorar la presencia, aunque discreta, de los dos submarinistas. Ante sus ojos, la vida submarina está en pleno apogeo. Los buceadores, testigos silenciosos de una sinfonía natural en perpetuo movimiento, admiran el delicado equilibrio de esta naturaleza salvaje en la que cada elemento —desde la criatura marina más diminuta hasta los vastos arrecifes de coral— ocupa un lugar vital en el ecosistema y contribuye a mantener su salud y resiliencia.
Los buzos, sin embargo, no se engañan: saben muy bien que una sombra amenaza la armonía de esta acuarela submarina. Son conscientes de que la crisis ecológica planetaria pesa cada día un poco más sobre este frágil equilibrio y que uno de sus signos más alarmantes es el declive continuo de esta biodiversidad. Están en un lugar privilegiado para comprobarlo. No allí, sentados en su cueva frente a esta multitud rebosante, sino un poco más abajo, en las profundidades del océano, donde han tenido la suerte de toparse con uno de los embajadores tristemente emblemáticos de esa degradación: el gran tiburón martillo.
Los dos buzos, vestidos de rojo, son científicos, concretamente miembros de las expediciones Gombessa, dirigidas por Laurent Ballesta —científico, submarinista, fotógrafo submarino, fundador y líder de las expediciones Gombessa—. Cuando en unas horas salgan del agua se unirán al resto de miembros del equipo en su base de investigación, frente a la inmensa laguna del atolón de Rangiroa, en el archipiélago de Tuamotu, en la Polinesia francesa. Es aquí, en este remoto rincón del océano Pacífico, donde ellos y los miembros de la Mokarran Protection Society —con el apoyo inquebrantable de Blancpain a través de su programa Blancpain Ocean Commitment— llevan a cabo uno de los programas de investigación más ambiciosos dedicados al estudio y protección de este tiburón en peligro de extinción: el proyecto bautizado como TAMATAROA, nombre con el que se conoce al gran tiburón martillo en el dialecto local.
Con una duración prevista de cuatro años, este programa tiene un objetivo ambicioso y necesario: aportar conocimiento científico, identificar las presiones, definir los problemas de conservación y crear una dinámica ciudadana para apoyar la aplicación de medidas de gestión sostenible adaptadas a la conservación del gran tiburón martillo y sus hábitats en la Polinesia francesa.
La historia de este animal, de los misterios que lo rodean y de la génesis de este proyecto no se pueden explicar mejor que como lo hizo Tatiana Boube en el artículo publicado en la edición anterior, la de 2023, de Lettres du Brassus. Como bióloga marina establecida en la Polinesia francesa, Tatiana se beneficia de una subvención de Blancpain para financiar sus estudios de doctorado y sus investigaciones sobre el gran tiburón martillo en la Universidad de la Polinesia francesa. Un año y medio después de su puesta en marcha, las considerables iniciativas llevadas a cabo en el marco de este programa empiezan a dar sus frutos y hoy suponen un verdadero hilo de esperanza para la preservación de esta especie y de su entorno.
Durante este año y medio los buzos científicos de las expediciones Gombessa y los miembros voluntarios de la Mokarran Protection Society han trabajado incansablemente para aplicar los numerosos protocolos científicos del programa. Porque para idear medidas de conservación eficaces, capaces de frenar el declive de este gran tiburón, primero hay que responder a preguntas sobre su ecología, sobre las necesidades asociadas a su supervivencia y sobre las amenazas que ponen en peligro su equilibrio. Preguntas como:
· ¿Cuáles son las características de la población del gran tiburón martillo en esta región del Pacífico? ¿Son diferentes a las de otras poblaciones conocidas?
· ¿Dónde, cuándo y cómo se alimenta? ¿Cuáles son las especies principales que conforman su dieta?
· ¿Dónde, cuándo y cómo evoluciona? ¿Qué hábitats frecuenta?
· ¿Dónde, cuándo y cómo se reproduce? ¿Dónde nace y crece?
· ¿Qué presiones y amenazas humanas o naturales afectan a cada fase de su ciclo vital?
Para responder a estas preguntas, el programa TAMATAROA se basa en un enfoque holístico e integrador que combina de manera inédita acciones científicas, participativas, culturales, de sensibilización y de colaboración con las instituciones de gestión del medio marino. Los equipos están llevando a cabo una amplia variedad de intervenciones tanto en tierra, en contacto con las poblaciones locales, como bajo el agua, en contacto directo con el gran tiburón martillo.
En las aldeas y zonas remotas del atolón de Rangiroa, las acciones llevadas a cabo pretenden fomentar la participación activa de la población local y promover una concienciación colectiva sobre los problemas que plantea la conservación del gran tiburón martillo y su entorno. Este enfoque se basa en la realización de encuestas ciudadanas y en la creación y puesta en marcha de un programa de ciencias participativas. Los datos recopilados permitirán conectar el conocimiento local de esta especie con las dimensiones socioeconómicas y culturales, indisociables de la gestión del medio marino. Los datos contribuyen así a profundizar en el conocimiento de la dinámica de los ecosistemas ma- rinos y de los retos de conservación a los que se enfrenta el tiburón martillo en la Polinesia francesa, al tiempo que fomentan una gestión participativa y responsable de este tesoro ecológico.
Estos enfoques participativos se ven reforzados por iniciativas de sensibilización, llevadas a cabo casi a diario a través de talleres, conferencias, campañas educativas y actos comunitarios para informar y movilizar a un amplio público. El punto culminante de este proyecto es un documental que se está rodando actualmente y se difundirá a escala mundial, siguiendo el modelo de los vídeos de Gombessa. En él se mostrará, mediante imágenes submarinas nunca vistas, el proyecto científico y participativo a fin de ilustrar la riqueza cultural y ecológica de los atolones de Tuamotu.
Junto a estas acciones, el programa integra un enfoque cultural de crucial importancia. La Polinesia francesa está impregnada de una rica diversidad cultural, de tradiciones ancestrales y de prácticas únicas que se manifiestan en particular en una profunda conexión entre el ser humano y la naturaleza. Al fomentar y destacar estos vínculos, la iniciativa favorece una investigación científica más integradora que permite comprender y preservar mejor este delicado equilibrio entre las comunidades locales y su entorno. Asimismo, pone en valor el conocimiento tradicional para promover la sostenibilidad y la conservación de estos recursos naturales.
Bajo el agua, en las profundidades del paso de Tiputa, principal lugar de interés para la observación del gran tiburón martillo en el atolón de Rangiroa, las parejas de buzos se turnan durante meses para desentrañar con paciencia los misterios de la ecología del gran tiburón martillo. A veces, la suerte les sonríe durante estas largas y profundas inmersiones, y logran acercarse a este misterioso depredador al borde de la extinción.
Equipados con su sistema SMART (ver explicación en la página 75), intentan identificar y medir los individuos observados en cada encuentro. Estos datos servirán para caracterizar la población de tiburones martillo en Polinesia, determinando el número de individuos observados, la proporción de machos y hembras y su estado de madurez. Este trabajo está respaldado por el análisis genético de muestras de tejido cutáneo tomadas a los animales. Los resultados permitirán en breve estimar la estructura y las relaciones dentro de las poblaciones, así como su tamaño y determinados comportamientos reproductivos.
Estas muestras también se utilizarán para averiguar la dieta alimentaria de la especie. La supervivencia de un depredador está estrechamente ligada a su capacidad para encontrar alimentos y, por tanto, a la abundancia de presas en su entorno. Para identificar la naturaleza de dichas presas —y de los lugares y los periodos durante los cuales el tiburón se alimenta—, el equipo utiliza un nuevo método científico denominado «análisis en isótopos estables». Esta técnica innovadora, que se basa en el principio «somos lo que comemos», permite rastrear las costumbres alimentarias de los tiburones con el «simple» análisis de la composición isotópica de su tejido muscular. Los isótopos estables, que están presentes de forma natural en el medioambiente, son absorbidos por los organismos marinos a través de su alimento. El estudio de las proporciones de estos isótopos en muestras de tejido del gran tiburón martillo permite obtener información muy útil sobre los tipos de presas que consumen y los distintos hábitats que frecuentan.
Las etiquetas de seguimiento que los buceadores experimentados consiguen colocar en los tiburones deberían permitir establecer sus rutas migratorias y correlacionarlas con sus necesidades primarias de supervivencia. El sistema SMART utiliza dos tipos de etiquetas: las acústicas y las de archivo de datos. Ambas están diseñadas para rastrear los movimientos de especies pelágicas con escasa o nula presencia en la superficie. Las primeras, del tamaño de un bolígrafo, emiten una señal acústica regular específica para cada individuo marcado. Esta señal puede captarse por medio de receptores acústicos fijados en puntos estratégicos de la laguna y sus pasos, a fin de crear campos de escucha invisibles. Las señales acústicas que captan cuando un tiburón marcado pasa cerca pueden utilizarse para identificar al individuo, así como la hora y la fecha de su paso.
Para tener una idea precisa de los movimientos de los tiburones dentro de la laguna de Rangiroa, el equipo ha desplegado la mayor red acústica submarina del Pacífico central. Las etiquetas de archivo de datos se utilizan para seguir las grandes migraciones en zonas de alta mar. Se trata de pequeños transmisores por satélite muy sofisticados que registran continuamente datos sobre profundidad, temperatura y luminosidad. Fijadas a los tiburones durante un periodo preprogramado, acaban soltándose automáticamente y vuelven a la superficie para transmitir todos los datos almacenados a través del sistema de satélites Argos. Con la combinación de los datos que registran, se pueden utilizar modelos matemáticos para trazar los movimientos de los individuos rastreados a muy gran escala y en tres dimensiones.
A lo largo de su recorrido migratorio, los grandes tiburones martillo atraviesan distintos hábitats submarinos. Si bien algunos son solo corredores de paso, otros pueden resultar fundamentales para la especie al ser zonas de depredación, reproducción, parto o cría. Precisamente, estos son los hábitats que los científicos tratan de identificar a través de protocolos específicos: recuento de presas potenciales, búsqueda de individuos jóvenes, estudios de comportamiento, etc. Para ello, realizan campañas de buceo en todos los lugares por donde los tiburones suelen pasar. Cada vez que se identifica una zona de interés, los científicos se interesan por su estado de salud ecológica y por las diferentes presiones que los seres humanos pueden ejercer sobre ella con sus actividades. A la larga, será en estas zonas donde se centrarán las medidas de gestión destinadas a incitar a los usuarios del medio marino a adoptar actitudes ecorresponsables y a participar en la transición de sus actividades a través de un enfoque sostenible.
Si el gran tiburón martillo, tan emblemático de las aguas polinesias, nunca se había estudiado en esa parte del mundo es porque los retos científicos y técnicos que ello conlleva son considerables.
El método científico convencional para estudiar animales marinos discretos y tímidos como los tiburones consiste en atraerlos con cebos y capturarlos vivos durante el tiempo necesario para estudiarlos (identificación, medidas, muestreo, marcado con las etiquetas, etc.), antes de volverlos a soltar. Cabe señalar que los animales capturados de este modo experimentan un elevado nivel de estrés que puede, en el caso de algunas especies frágiles como el gran tiburón martillo, provocar su muerte. A pesar de los riesgos que este método representa para los animales, se sigue utilizando ampliamente en otras partes del mundo, lo que resulta en importantes y lamentables pérdidas para esta especie en peligro crítico de extinción.
Este método convencional, que con frecuencia requiere técnicas intensivas de cebo, también puede provocar cambios en el comportamiento de los animales estudiados. La abundancia de comida a la que tienen acceso en estos casos de manera fácil y regular puede hacer que se acostumbren e incluso que modifiquen las rutas migratorias y se adapten al lugar de alimentación. Estos métodos de cebo, utilizados también en la observación de tiburones como atracción turística, son cada vez más controvertidos, hasta el punto de que la Polinesia francesa decidió prohibirlos por completo en 2017.
Para estudiar al gran tiburón martillo sin recurrir a este método, demasiado arriesgado para la supervivencia del animal, el equipo de las expediciones Gombessa ideó un protocolo basado en un nuevo enfoque técnico, científico y ético. Ya no se trata de atraer al animal hacia el científico, sino de ir a buscarlo in situ, sin emplear ningún tipo de método de atracción, con el fin de llevar a cabo la totalidad de protocolos de seguimiento científico de la manera menos invasiva posible, sin condicionar al animal ni modificar su comportamiento. Para lograrlo, este nuevo método se basa en un amplio conocimiento del terreno y en el desarrollo de una herramienta innovadora «todo en uno»: el sistema SMART (Shark Monitoring And Research Tool).
Este sistema, desarrollado por los científicos de las expediciones Gombessa, consiste en emplear una ballesta submarina diseñada especialmente para responder a las necesidades y condiciones específicas del programa TAMATAROA. Está equipada con una cámara para identificar a los individuos observados, una placa láser para medir su tamaño a distancia y una punta de flecha especial diseñada para penetrar tan solo unos centímetros en la piel del tiburón, fijar una etiqueta de seguimiento y tomar una pequeña muestra de tejido cutáneo.
El diseño de esta innovadora punta de flecha, de la que depende el éxito de una gran parte de los protocolos de seguimiento, representó un auténtico desafío técnico. Para materializarla, el equipo de las expediciones Gombessa recurrió naturalmente a su socio histórico, Blancpain. Los equipos de Blancpain, apasionados y siempre dispuestos a apoyar la investigación y las iniciativas de conservación del medioambiente, pusieron a disposición de los científicos la excelencia de su savoir-faire en ingeniería de alta precisión a fin de crear esta herramienta, dotada de múltiples funciones y de una gran precisión.
Este sistema permite a los buceadores llevar a cabo todos los protocolos de seguimiento en el breve lapso de tiempo disponible para las interacciones naturales y cercanas con el tiburón. Ofrece una alternativa a los métodos convencionales de cebo y captura y prepara el terreno para la implementación de protocolos de estudio menos invasivos y más respetuosos con estos grandes depredadores.
USO DEL SMART
En cada encuentro, a los submarinistas les embarga la emoción, aunque apenas sea palpable debido a que están muy concentrados en sus objetivos científicos. Saben que el éxito del programa reside en gran medida en el acierto de su misión aquí, a 60 metros bajo la superficie y frente a este majestuoso animal.
El submarinista, situado en el fondo del mar y equipado con su sistema SMART, filma al animal, el cual, curioso, se acerca tranquilamente a él. Estas imágenes revelarán más tarde los pequeños detalles físicos exclusivos del cuerpo de este individuo, que servirán para identificarlo.
Al llegar a escasos metros del submarinista, el tiburón, que parece haber despertado su curiosidad, gira lentamente para esquivarlo. Los dos puntos verdes proyectados por los láseres aparecen claramente visibles en su costado. Con una separación exacta de 30 cm, servirán para determinar su tamaño cuando se procesen las imágenes. El buceador, sin embargo, no los mira. Está concentrado en su disparo, que debe ser extremadamente preciso.
La flecha sale disparada, penetra unos centímetros bajo la aleta y vuelve a caer al suelo. Acaba de extraer una pequeña muestra de piel, que queda alojada dentro de su fina punta hueca. La operación solo dura una décima de segundo.
Sorprendido apenas por el pinchazo, el tiburón sigue su camino hacia la oscuridad de las profundidades.
A lo lejos, en su lomo, los buzos ven una pequeña mancha negra. Se trata de la etiqueta que le colocaron y que permitirá seguir su larga migración.
El gran tiburón martillo, símbolo de la erosión de la biodiversidad submarina, víctima de la degradación continua de los hábitats y del agotamiento de los recursos, está en vías de extinción. No obstante, existe un rayo de esperanza en mitad del océano Pacífico. Al concentrar los esfuerzos de conservación en esta región del mundo, el programa TAMATAROA se perfila como una iniciativa esencial y ambiciosa para salvaguardar esta especie en una parte del mundo que podría ser uno de sus últimos refugios.
El programa TAMATAROA se define y gestiona en estrecha colaboración con el Ayuntamiento de Rangiroa, la Dirección de Medioambiente de la Polinesia francesa, la Oficina Francesa de Biodiversidad y el Alto Comisariado de la República Francesa en la Polinesia francesa. Además de proporcionar apoyo financiero al proyecto, estas instituciones públicas prestan asesoramiento técnico y político, algo esencial para que el proyecto tenga éxito, especialmente en el contexto de la futura gestión participativa e integradora del gran tiburón martillo, sus hábitats y recursos en la Polinesia francesa.