Capítulo 4
La evolución del buceo técnico desde los sistemas abiertos hasta los reguladores.
¡El mar lo es todo! Cubre siete décimas partes del globo. Su aliento es puro y saludable. Es un vasto desierto donde el ser humano nunca está solo, ya que siente que la vida se estremece a su lado. Es el vehículo de una existencia sobrenatural y extraordinaria; es puro movimiento y amor; es el infinito viviente.
Cualquiera que haya seguido al capitán Nemo en Veinte mil leguas de viaje submarino comprenderá de inmediato por qué el océano y los relojes de buceo van de la mano. Bajo el agua, el espacio y el tiempo se funden en el infinito viviente citado por Nemo. Esto podría explicar por qué nuestros contemporáneos, de vocación deportiva y tecnológica, siempre quieren pasar más tiempo bajo el agua.
A menudo se dice que el buceo es un viaje espacial en miniatura, pero desde que el biólogo marino Laurent Ballesta empezó a compartir sus exploraciones submarinas a través de varios medios de comunicación se ha puesto claramente de manifiesto que incluso para este viaje espacial en miniatura se necesitan equipos de alta tecnología, especialmente si se desea alcanzar los límites de lo realizable y, como en el caso de este francés, ir todavía más allá.
Coincidiendo con el 70.o aniversario del primer reloj de buceo moderno, nos complace traerle lo último en tecnología de buceo de vanguardia; la mejor tecnología sin concesiones que permite a buzos como Laurent Ballesta realizar inmersiones más largas y a mayor profundidad que las que se han intentado anteriormente.
La profecía de Nemo resulta en este caso inspiradora: «Lo descubrí, me aventuré en él y, en poco tiempo, señor, usted también habrá entrado [en mi mundo submarino]». ¿Por qué no iba a tener razón?
BUCEO PARA TODOS
En 1943, Jacques-Yves Cousteau y Émile Gagnan desarrollaron el Aqualung, un regulador de presión controlado por la presión ambiental. Combinado con un cilindro de aire comprimido, dio lugar a la popularización del buceo. Esto hizo posible aventurarse hasta unos 60 metros de profundidad, con tan solo una pequeña descompresión en el camino de regreso. Como era necesario medir el tiempo para gestionar esta descompresión, el reloj de buceo diseñado por Jean-Jacques Fiechter se convirtió en una herramienta indispensable para los nuevos exploradores.
Algunos ya soñaban con ir más lejos, mucho más lejos, pero varias dificultades se interponían en el camino de la exploración de las profundidades.
EMBRIAGUEZ DE PROFUNDIDAD
Esta es una forma de narcosis debida a la respiración de nitrógeno (¡del cual el aire contiene un 79 %!) bajo presión. Cuanto más profundo se sumerge la persona, más siente esta embriaguez de profundidad, volviéndose muy peligrosa a partir de los 60 metros. Causa mala coordinación de movimientos, incapacidad para concentrarse y pérdida del juicio. Maurice Fargues, miembro de la tripulación de Jacques-Yves Cousteau, la experimentó lamentablemente durante su intento de establecer un récord de profundidad usando aire a 120 metros. En septiembre de 1947 fue el primer buzo en morir usando el nuevo Aqualung.
Albert Behnke ya había descrito este fenómeno en 1935, explicando las causas y proponiendo una solución.
Según él, para ir a más profundidad, el nitrógeno debía ser reemplazado por otro gas «neutro» con un efecto menos narcótico, el helio. Fueron los estadounidenses los que sentaron las bases, ya que eran los únicos que disponían de este gas hasta principios de los años 60, y hubo que esperar hasta principios de los 80 para que algunos buzos recreativos pudieran acceder a él.
LA DIFICULTAD DE DOSIFICAR EL OXÍGENO: NI MUCHO NI MUY POCO
El contenido de oxígeno en la mezcla que se respirará es un problema aún más difícil de resolver.
Las inmersiones con reguladores de oxígeno puro (como la intentada por Henry Fleuss de 1879 y posteriores) han demostrado los peligros del oxígeno cuando se respira puro más allá de unos pocos metros de profundidad (hiperoxia o exceso de oxígeno).
Hans Hass usó este tipo de regulador para conseguir sus magníficas imágenes submarinas. A menudo corría riesgos imprudentes usándolo a una profundidad de alrededor de 20 metros. Otros tuvieron menos fortuna.
También sabemos que un mínimo de oxígeno es vital, lo que significa que no debe haber ni mucho ni muy poco.
Por otro lado, durante las inmersiones profundas, la mezcla de respiración debe contener una proporción significativa de nitrógeno «neutro» u otros gases «neutros» como el helio, además de pequeñas cantidades de oxígeno. Es la absorción y retención de estos gases neutros lo que requiere paradas de descompresión. A mayor cantidad de oxígeno, menor de gas neutro, por lo que la descompresión es más rápida. Idealmente, para reducir los tiempos de descompresión los buzos deben respirar una mezcla que contenga la mayor cantidad de oxígeno posible, aunque siempre por debajo del límite tóxico.
AUTONOMÍA
Cuando se respira bajo el agua mediante un cilindro de gas comprimido, el consumo aumenta con la profundidad. A 50 metros, un buzo consume seis veces más que en la superficie. Los buceadores de profun- didad tienen que utilizar botellas más grandes (15, 18 o 20 litros) o presiones muy altas, lo que implica varias botellas de aire o botellas de alta presión nominal (300 bar).
BUCEO TÉCNICO DE CIRCUITO ABIERTO
Una inmersión mixta profunda es aquella que comienza con gas enriquecido con oxígeno que se usa desde la superficie hasta unos 20 metros. Para ir más abajo hay que utilizar otro gas que sea bajo en oxígeno y alto en helio. Al ascender, el buzo cambia varias veces de botella para respirar mezclas cada vez más ricas en oxígeno y, por lo tanto, pobres en helio.
Visto esto, es fácil comprender por qué esta nueva práctica de buceo se conoció como «buceo técnico».
Medir el tiempo que el buzo pasaba bajo el agua se volvió cada vez más importante, lo que supuso también rebasar los límites del bisel giratorio graduado, inicialmente diseñado para cronometrar solo una hora.
Con la llegada al buceo de la mezcla de gases, algunos submarinistas se embarcaron en el reto de alcanzar grandes profundidades. Mientras que algunos alcanzaron con éxito la zona de los 200 metros —Jochen Hasenmayer, en Fontaine-de-Vaucluse (Francia, septiembre de 1983)—, otros perdieron la vida intentando los 300 metros —Sheck Exley, río Mante (México, abril de 1994)—.
INTRODUCIR LA SIMPLIFICACIÓN
Con el buceo técnico de circuito abierto se hizo evidente que la cantidad de botellas y el increíble desperdicio de gas eran serias desventajas. Fue en este punto cuando el regulador adquirió de nuevo protagonismo.
Por un lado, se diseñaron economizadores de gas (reguladores semicerrados o SCR) y por otro se desarrollaron dispositivos que reciclaban completamente el gas exhalado (reguladores de circuito cerrado o CCR). Aunque los reguladores semicerrados tuvieron un éxito limitado, principal- mente porque son menos versátiles, hubo un momento en que no había nada más disponible (DC55 de la Marina francesa).
En 1968, Walter Stark y John Kanwisher desarrollaron el primer regulador de circuito cerrado con gestión electrónica de oxígeno. Este regulador electrónico (eCCR) fue el primero de una larga línea con características similares.
Aunque todos contienen un circuito de respiración y un sistema de limpieza de dióxido de carbono, también están equipados con dos pequeñas botellas: una de oxígeno puro y la otra de un diluyente (aire o trimix).
Un pequeño sensor mide el oxígeno en el circuito de respiración y envía la información a un ordenador. Este último decide cuándo abrir la electroválvula de oxígeno para que la presión parcial vuelva al nivel correcto. El sistema mantiene así un contenido óptimo de oxígeno y los buceadores saben lo que están respirando gracias a una pantalla.
Con dos pequeñas botellas de dos litros y un poco de cal sodada los buzos pueden hacer lo mismo que con la gran cantidad de botellas que se necesitan en un circuito abierto. De hecho, el único gas consumido es el oxígeno, y un buceador en reposo necesita unos 0,7 litros por minuto. Las pequeñas botellas de dos litros a 200 bar aseguran así una autonomía teórica de varias horas.
El gas de la segunda botella (diluyente) se usa para complementar el oxígeno en el circuito de respiración. A medida que aumenta la profundidad, la presión comprime la bolsa de respiración y se hace necesario compensar agregando diluyente para volver a respirar cómodamente.
En 2014, Laurent Ballesta realizó una inmersión de 24 horas a 20 metros de profundidad en el atolón de Fakarava, en la Polinesia francesa. Para esta inmersión inusual utilizó el regulador electrónico de circuito cerrado Inspiration, fabricado por la compañía británica AP Diving. La alta autonomía de este regulador hacía que los cilindros pequeños solo tuvieran que recargarse cada seis horas. Además, la otra característica destacable de esta inmersión fue que el ascenso a la superficie duró apenas dos horas gracias al uso de diferentes mezclas de gases a base de helio, nitrógeno y oxígeno liberados en momentos clave de la inmersión. ¡Sin estos cambios de gas, la descompresión habría durado al menos ocho horas!
LA LIGEREZA RELATIVA DEL BUCEO CON REGULADOR
Ahora bien, los reguladores pueden averiarse. En consecuencia, como medida de seguridad los buzos deben contar con un respaldo añadido que complica su configuración minimalista inicial, a saber: botellas tradicionales o, en algunos casos, un segundo regulador. Dada la multitud de instrumentos auxiliares que también se requieren, como iluminación, equipo de cámara y, a veces, un scooter submarino, además de calefacción eléctrica a prueba de agua en el traje, queda claro que incluso el buceo con regulador sigue siendo muy técnico.
BUCEO EN CUEVAS Y ESPACIOS CUBIERTOS
Si bien el submarinismo en mar o lago es mayoritario, existe otro campo de práctica más selecto: el buceo en cavidades sumergidas. En este caso, el uso del regulador y de mezclas de gases a base de helio también ha permitido ampliar los límites de la exploración. En este entorno tan particular, los buzos no eligen su perfil de buceo, sino que se adaptan a aquel que impone la topografía del espacio que desean explorar. El conocimiento hidrológico es a menudo la motivación para explorar este entorno, que no tiene mucho que ofrecer en términos de vida animal o vegetal. Pero a veces, hay una exuberancia mineral que no tiene nada que envidiar a las bellezas del mar.
En el mundo del buceo en cuevas existe preferencia por el uso de reguladores de circuito cerrado donde la gestión del oxígeno no se confía a la electrónica, sino a una fuga continua de microoxígeno. El buceador ajusta manualmente el valor correcto de vez en cuando. La electrónica se reemplaza por la acción intermitente de un inyector mecánico, pero los sensores y la pantalla de PO2 permanecen, lo que garantiza que los buzos siempre sepan lo que están respirando.
NUEVOS LÍMITES
Con el helio, los buzos han superado los límites impuestos por el uso de aire. No obstante, más allá de los 250 metros el helio provoca un nuevo tipo de narcosis, el síndrome nervioso de alta presión (HPNS, por sus siglas en inglés), mientras que la densidad del gas genera dificultades respiratorias que pueden provocar disnea. Esto se suma a limitaciones fisiológicas como el frío.
Para permanecer aún más tiempo bajo el agua, quizás la solución esté en el buceo de saturación. Pero de esa historia nos ocuparemos otro día...